lunes, diciembre 14, 2009

Se acabó lo que se daba

Después de casi seis meses de baja laboral, contra criterio médico, he vuelto al trabajo. Pero es que me aburría soberanamente. Empezaba a preocuparme por mi equilibrio mental, ya que me descubrí un par de veces hablando con la tele.

Hasta septiembre llevé la clausura bastante bien, ya que tenía a la familia en casa. Pero se acabaron las vacaciones tanto laborales como escolares. Todos volvieron a sus quehaceres y yo me quedaba casi todo el día con la única compañía de los perros –que tienen poca conversación- y la tele, que suele perjudicar seriamente la salud.

La cosa se aliviaba por las mañanas, cuando acudía a rehabilitación. Todos los días, de lunes a viernes, puntualmente a las 8,30 de la mañana estaba en el gimnasio para que la fisio me martirizara a su antojo. Luego me añadieron, a finales de septiembre, sesión de piscina terapéutica, así que hasta mediodía no regresaba a casa.

Pero las tardes se hacían infinitas.

He evolucionado. Cuando volví a casa desde el hospital me movía con un andador. Después lo cambié por las muletas, para eliminar una y, seguidamente, caminar a cuerpo gentil sin apoyo alguno. Cojeo, que mira que es difícil recuperar un ritmo de marcha decente, y negociar escaleras es todavía una utopía. Es decir, subo y bajo, pero como una abuela. De una en una y con precaución.

El pasado jueves, una vez con el alta del rehabilitador y del cirujano en el bolsillo, solicité el alta al médico de cabecera que dijo que no estaba para muchas polkas. Pero con el apoyo inestimable de mi marido (“Por favor, no hay quien la aguante en casa”) accedió a mi petición.

Así que el viernes me reincorporé a mi puesto de trabajo. Estuvo bien, porque así fue sólo media jornada. Hoy es mi primer día completo y puedo asegurar que lo estoy llevando bastante bien.

Y ahora que recuerdo ... me queda por disfrutar el mes preceptivo de vacaciones, aunque, sinceramente, me parecería un abuso reclamarlo.

miércoles, diciembre 09, 2009

La ensaladera más fácil

Aparentemente ha sido la final de Davis que con más comodidad ha ganado España. Así lo refleja el contundente 5-0 del marcador, si bien, los que seguimos los partidos, sabemos que pudo ser muy diferente.

La República Checa llegaba a la final tras derrotar a Croacia que cuenta entre sus jugadores a Ivo Karlovic y a Marín Cilic, dos tenistas de muy buen nivel. Los checos repitieron equipo: un Radek Stepanek en estado de gracia, aunque ya traspasó la treintena, y un siempre peligroso Tomas Berdych. Es cierto que ambos jugadores no son especialistas en tierra, pero el más joven dispone de un saque potentísimo que fundamenta su juego.

El partido que abrió la final empezó dubitativo. Un set en el que el saque no se convirtió en decisivo y en el que Berdych se mostró como un rival correoso ante un Nadal que afrontaba el final de la temporada con no muy buenos augurios. Sin embargo, en el momento crucial, con 5 iguales en el marcador, perdió el servicio e inmediatamente después el set.

A partir de ahí Berdych se convirtió en un juguete. Nadal –que llevaba semanas jugando de forma más que previsible y siempre a la defensiva- comprendió que la mejor manera de acabar pronto el partido era agotando al checo. Y acabó reventado, con la lengua fuera, corriendo de punta a punta de la pista.

Berdych, que empezó jugando muy dentro de la pista, fue expulsado hacia las vallas de los patrocinadores, para terminar la manga con un sonrojante rosco en su marcador. En el tercer parcial, todavía sacó fuerzas de flaqueza para evitar un nuevo 0 y terminar el partido ganando dos juegos.

Un punto a favor de España para afrontar el partido más complicado, el de Ferrer contra el número 1 checo, el histriónico Stepanek. El cruce no pudo empezar peor para el español. Un solo juego en el primer set y 2 en el segundo. Stepanek desplegó un juego preciosista y desquiciante a base de dejadas imposibles y subidas a la red.

La verdad, se agradece ver de vez en cuando un jugador de estas características, jugadores de ataque que hacen de la red su particular tela de araña para atrapar incautos y dar un recital a base de boleas.

Ferrer lloró. Así lo confesó al término del partido. Las reglas de la Davis permiten la consulta con el capitán y en este caso el capitán, Albert Costa, hizo de paño de lágrimas y motivador. Ferrer se veía asediado por los mismos fantasmas que el año pasado en Mar del Plata le hicieron sucumbir ante Nalbandian. Su derrota puso cuesta arriba la consecución de la tercera Davis.
David Ferrer puso en funcionamiento dos de sus mejores armas: el resto y la velocidad. Ferrer es un correcaminos capaz de agotar a cualquiera. Stepanek, sin embargo, es un tenista liviano. Ferrer empezó a tener fe en sus piernas y llegaba de dejadas que antes ni se planteaba. Además, las devolvía bien. El checo, además, empezó a fallar ese golpe en el que es maestro y cuando subía a la red se veía a menudo desbordado por los pasantes de su contrincante.

Y sucedió el milagro. El tercer set, que pudo ser la tumba del español, se convirtió en su resurrección. Ese triunfo parcial le permitió alargar el partido y un deportista de su resistencia física sabe que eso era un punto a su favor. 6-4 en el marcador, que se repitió en la cuarta manga y a jugárselo todo en la quinta, sin muerte súbita.

Tras casi cuatro horas y media de partido, con 6-7 en el marcador, Stepanek mandaba fuera la última bola. Ferrer conjuraba sus miedos y se convertía en el héroe de esta final, como el año pasado lo hacía Verdasco ante un público francamente hostil.

Quedaba la doble, esa asignatura que siempre se nos atraganta, pero que siempre acabamos aprobando. Lo hicieron Corretja y Ballcells –un dúo inédito- en este mismo escenario hace nueve años y eso que los rivales eran dos reputados doblistas como Sandon Stolle y Mark Woodforde. En la final de 2004, Estados Unidos contó con una de las mejores parejas de todos los tiempos, los hermanos Bryant, que como era de esperar pasaron por encima de Ferrero y Robredo. Otra pareja de circunstancias.

En las dos últimas finales, sin embargo, parece que ya se ha encontrado un dúo con ciertas garantías con Verdasco y López. Dieron la vuelta a la final contra Argentina y aquí aseguraron el tercer punto.

Lo que no llego a comprender es como el capitán checo decidió prescindir de su pareja de dobles – Lukas Dlouhy es el sexto doblista en el ranking ATP- para hacer jugar a los individuales, sobre todo a un agotado Stepanek que había terminado su maratoniano partido el día anterior casi de madrugada.

La jornada del domingo fue relajada. La República Checa hizo jugar a los doblistas los dos partidos ya intrascendentes y ante mejores jugadores en la categoría individual. Un domingo sólo ya para disfrutar y poner el 5-0 definitivo en la final, la más fácil, la más rápida y, exceptuando el partido de Ferrer, la menos emocionante.

Cuatro Davis en nueve años nos colocan en el sexto puesto entre los países que han ganado este torneo. Y, además, una de las pocas ocasiones que se repite país. La última vez fue Suecia, en los años 97 y 98.

miércoles, diciembre 02, 2009

Las tácticas neocon

En 2007, un año antes de recibir el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman publicó “The conscience of a liberal”. El libro es un análisis de la deriva que tomaron los republicanos a partir de los años 80, la conquista del partido por parte de los llamados “neocons” y las tácticas que utilizaron para hacerse con el poder, primero dentro del partido y posteriormente con el gobierno.

La consecuencia que se extrae tras su lectura es escalofriante. Dichas tácticas han sido calcadas, con su consiguiente adaptación, a nuestro panorama político. Es como si se implantase una franquicia de cualquier hamburguesería americana a España: ponemos cerveza y vino y algunas ensaladas. Pero la big mac es exactamente la misma, con el mismo porcentaje de grasa y los mismos aditivos, conservantes y demás química.

La mentira y la manipulación como arma política ya se recoge en algunos textos doctrinales de la extrema derecha americana, concretamente en la National Review, `publicación que no ocultaba su admiración por Franco, por poner un ejemplo de su ideología política.

Esta publicación defendía el derecho de la población blanca del sur a adoptar medidas para asegurar su prevalencia, incluso cuando fueran minoría, en cuyo caso se aceptaría el uso de la violencia. En román paladino, viva el KKK. Algunos ideólogos, como el asesor de Reagan, Dinesh D’Souza, no dudó en asegurar que “para muchos blancos el criminal e irresponsable estrato más bajo de la población negra representa una reencarnación de la barbarie en el centro mismo de la civilización occidental”

Por supuesto, hicieron bandera de todo aquello que oliera a estado de bienestar o beneficios sociales para los más desfavorecidos. El propio Reagan utilizó esta artimaña creando el mito de “la reina de la beneficencia”, una supuesta vecina de Chicago que gracias a las ayudas sociales se había comprado un Cadillac. La existencia de esta mujer nunca se demostró, pero en la mente de las clases medias quedo grabado a fuego que los subsidios sociales sólo servían para mantener a vagos con los impuestos.

Los intentos por desmontar algunas instituciones creadas durante el mandato de Roosvelt, como Medicare, fueron constantes. La bandera de la privatización de los servicios públicos –esa que ahora enarbolan Aguirre y Camps- también surge de los neocons americanos. Su extremismo llegaba a propugnar que se eliminaran agencias estatales como la que vela por la idoneidad de fármacos y alimentos.

Los ideólogos neocon no dudaron de utilizar argumentos que sabían falsos con tal de difundir sus propuestas, especialmente en el ámbito de la economía. Hasta los propios responsables económicos republicanos llegaron a tacharles de excéntricos y charlatanes.
Su influencia dentro del partido republicano fue creciendo, utilizando incluso el fraude, técnicas que fueron depurando con el tiempo. Karl Rove, considerado el artífice de la victoria de GW Bush en 2004, consiguió presidir la organización estudiantil del partido a principios de los 70 a través de unas elecciones amañadas.

El enemigo exterior y la seguridad (la supuesta falta de la misma) fueron otros pilares básicos de este asalto al poder. Las dichosas armas de destrucción masiva que justifican una guerra o los terroristas están entre nosotros que lo hacen para mantener medidas de control de la población.

Así, las clases medias –el votante americano- acaba prefiriendo menos libertad por una supuesta mayor seguridad; menos beneficios sociales a cambio de unos supuestos menores impuestos (lo que es cierto para las grandes fortunas); restricciones a la emigración a cambio de menores salarios (el emigrante es el enemigo que nos quita el trabajo) … y así sucesivamente.

Ya digo que la lectura del libro de Krugman, con las consiguientes salvedades de adaptación de la franquicia neocon, es perfectamente inidentificable con lo que se ha vivido y se vive aquí.

Miedo dan.