domingo, julio 18, 2010

Obras

Lo que iba a ser una obra de dos semanas se ha convertido en una batalla de un mes. Y confío en que no vaya a más. La casa está llena de polvo, y por mucho que se limpie, casi inmediatamente después aparece una pátina blanca sobre toda superficie.

El regreso a casa por la tarde provocaba un temblor: ¿qué me voy a encontrar hoy? ¿podré dormir en mi cama? Y, sobre todo, ¿lo estarán haciendo medianamente bien o rematadamente mal?

Y, por supuesto, te encontrabas con cosas hechas rematadamente mal, que a nadie en su sano juicio y con dos dedos de sensatez se le ocurrirían, por ejemplo, si las baldosas del piso tenían que colocarse de forma longitudinal, se pusieron de forma transversal. Debía ser que decidieron “innovar” y ya que en algunas habitaciones las habían puesto como mandan los cánones, probaron otras posibilidades. En resumen, tres días perdidos en una sola pieza.

La obra se fue convirtiendo en una suerte de asedio. Hoy perdemos el uso de esta habitación, mañana cae en sus manos otra posición … Llegó un momento en que nos quedamos atrincherados entre la cocina, un dormitorio y un baño.

Mi hija –la que queda en casa- decidió irse unos días a Madrid con sus abuelos, ante la posibilidad nada lejana de tener que dormir con los perros. Mi marido –al que no se le puede despojar de su cama porque se niega a dormir- acabó pasando un par de noches en el sofá, rodeado de trastos y muebles tapados con sábanas y plásticos.

Luego surgieron los daños colaterales, unos anunciados y otros escamoteados.

- Señora, tengo una mala noticia. Al mover el cristal de la mesa, se ha roto.

Se ha roto él solito. Un cristal que entre mi marido y yo habremos movido no menos de cincuenta veces y al que nunca le pasó nada.

- Pero no se preocupe, si tiene seguro, el seguro se lo paga.

Y tú recuerdas que tu seguro no cubre los daños del mobiliario, te acuerdas de toda su familia y piensas, todavía te queda por cobrar la tercera parte de lo presupuestado.

Los daños escamoteados: el pilar de una estantería rajado de arriba abajo. Pero con un poco de cola esto ni se nota. Fallo: sorprendo al operario intentando arreglarlo. Me mira con cara compungida y asegura –falsamente, por supuesto- que va a quedar como nuevo. Una raya blanca de cola recorre ahora el pilar. Ha quedado como nuevo, efectivamente, como si hubiera recuperado la estantería de un contenedor.

Aparecen también algunos enchufes arrancados de la pared, pero eso lo arreglamos en un pispas. Y te preguntas, ¿era necesario arrancar los enchufes de la pared? ¿Qué tirones no habrán dado a los cables?

Descubro a uno de los operarios retocando pintura subido a una silla de comedor, una silla que es el mueble al que más aprecio, una jodida silla de Jaume Tresserra que hace más de 20 años costó, cada unidad, una cifra escalofriante. Le afeo su conducta y le sugiero que utilice la escalera, que para eso está.

Y el polvo, el omnipresente polvo. Han usado la jodida radial en todas y cada una de las habitaciones. Joder, podían haber reservado un cuarto para cortar y habríamos tenido el resto de las habitaciones con polvo, sí, pero no con estas toneladas que se han asentado.

Las tareas de limpieza han sido agotadoras, y no han terminado. Siguen apareciendo motas de pintura microscópicas aquí y allá. Inexplicablemente aparecen churretes en muebles que estaban prácticamente embalados en plástico y quitar la pintura de algunas lámparas está siendo una prueba de resistencia. Y los cristales, con una pátina blanca que excluye el uso de cualquier cortina.

Apenas reconozco mi fiel escalera de aluminio de seis peldaños. Está completamente cubierta de una gruesa capa de escayola. ¡Pero si la escayola era para el techo de la cocina!

Un día aparecen perfectamente tapados con escayola los orificios de ventilación de la cocina que exige la normativa de gas y que deben ir tapados con una rejilla. Hay que romper de nuevo la escayola y la cocina vuelve a llenarse de polvo insidioso.

Mañana es el último día. Hoy tenemos que hacer la lista de defectos y desperfectos. Es fácil. Casi ninguna puerta cierra en condiciones; la barandilla de la escalera ha perdido la fijación; se han olvidado de pintar entre unos enchufes de comedor, con lo que la pared presenta dos colores incompatibles entre sí … En fin, retoques, retoques. Con suerte, un par de días más.

Pero la casa ha quedado monísima.