sábado, febrero 26, 2011

De vuelta al tajo

El asueto ha durado poco. En realidad no ha habido asueto. Entre papeleo, visitas al abogado, al INEM, a la ex empresa –siempre quedan papeles por firmar-, entrevistas de trabajo, más entrevistas de trabajo, pruebas y posibilidades diversas a evaluar, no he tenido mucho tiempo libre. Es más, empezaba a estar agobiada de tantas cosas como se acumulaban.

Y cuando todo parecía que se calmaba, zas, me sale trabajo. Llevo una semana, lo que quiere decir que con aprenderme el nombre de la gente que está a mi alrededor y buscarme faena, ya tengo bastante.

No está nada mal. El sueldo, psss, pero mejorará en menos de un año. El horario a la americana, de 8 a 17:30 con media hora para comer y los viernes, salida a las 15:00 hs, siempre que no tengas inglés, que lo tengo. Así que dos horitas más.

Encima está al ladito de casa. Bueno estaría al ladito si existiera una acera decente, o un caminito medianamente transitable, pero en lugar de eso sólo existen solares a medio construir y cercados. Dada mi precaria movilidad es un poco temerario ponerse a trepar por terraplenes cual cabra montés, así que el rodeo que tengo que dar desde mi casa hasta el trabajo es más largo de lo que me gustaría.

Que no me gusta, pues la extrema seguridad. No se puede entrar a ninguna dependencia sin tarjeta magnética y las tarjetas están codificadas de forma que sólo algunos pueden acceder a determinadas áreas.

Y para salir tres cuartos de lo mismo. Me tiré un par de días sin la dichosa tarjeta y cada vez que iba al baño o a por un café tenía que asomarme a los cristales y golpear para que alguien me abriera, como un perrillo abandonado. Ahora ya entro y salgo con toda ¿normalidad?, porque la mayoría de las veces se me olvida que para abrir una puerta, antes tengo que activar un pulsador … y allí estoy, peleándome con el picaporte hasta que recuerdo la existencia del dichoso pulsador.

La obsesión por la seguridad es brutal. Por ejemplo, las páginas de internet están en su mayoría prohibidas, No hay acceso a correo web ni a los periódicos. Los ordenadores carecen de lectores de cd/dvd y para utilizar una memoria usb poco menos que les someten –a las memorias- a un interrogatorio de tercer grado.

Eso sí, me han dado de alta como personal investigador en la web del ministerio de ciencia y tecnología. Eso es clase, digo yo.

jueves, febrero 17, 2011

Necesito tiempo libre

Después del cabreo, ahora estoy inmersa en papeleo. Porque esto ha sido un no parar, que si firmar papeles, que si presentar papeles, que si entrevistas … Joer con la ajetreada vida del recién parado, si es que era un estrés insoportable.

Hay cosas que de pronto descubres, como las oficinas del paro, o del INEM, o del Servef o lo que demonios sean. Ganas de cambiar de nombre a las cosas para que no parezcan lo que son: oficinas del paro.

Pues fue una experiencia inolvidable y me pidieron documentos que incluso he leído en alguna parte que ya no se expiden, como el Libro de Familia. ¡El libro de familia! Tuve que volver a casa y buscarlo, alargando un poco más de lo necesario la tramitación de la prestación por desempleo.

Porque lo de darte de alta como demandante de empleo es fácil y rápido, pero lo de pedir que te paguen por no hacer nada lleva otro ritmo … y muchos papeles. Total, toda una mañana en la oficina, y mira que no paraban.

Como la espera es larga y fui tan imprudente de no llevarme nada para leer, me dediqué a observar al personal. Había marroquíes para aburrir; también había sudamericanos, pero los marroquíes ganaban por goleada.

No contentos los del paro con darme de alta y recoger la solicitud de págueme usté el paro, primo, mire que no tengo na que darles a los shurumbeles, me fijan una entrevista “en profundidad” a la que tengo que acudir con más papeles: títulos académicos, vida laboral, cartilla de la seguridad social, currículum …en fin, la cuestión es tenerme entretenida.

Luego la ex empresa ha contratado a un intermediador de esos para que, se supone, nos recoloquen. Y tiene una pinta como para salir corriendo. Me han citado ya dos veces y todavía la propia que me han asignado no sabe qué hacer conmigo. Bueno, en realidad creo que ella no sabe qué hacer. Me huele a un sacacuartos. Dice que me va a enseñar cómo hacer entrevistas.

Otra cosa que me dijo es que tengo que activar “mi red de relaciones”, que vengo a interpretar como que ponga a mi familia, amigos y conocidos a buscarme trabajo. Eso tan socorrido de “oye, si sabes de algo …” Y digo yo, ¿esta pretende cobrar por que mis amistades o yo misma encuentre trabajo? Hay que echarle morro a la vida.

La cuestión es que tengo ya algunas ofertas de trabajo. Unas van en serio y otras no llegan a mileurista, se quedan en quinientoseurista, pero por lo menos me tendrán entretenida y podré aprender algunas cosillas.

Luego están los cursos que quiero hacer y que, desgraciadamente, son carísimos y los que resultan asequibles no tienen titulación oficial. No digo que no sean útiles, sino que no servirán para acreditar oficialmente el conocimiento. Ya se sabe que en este país sufrimos una enfermedad endémica llamada titulitis.

Y en esas ando. Espero que dentro de poco vuelva a tener obligaciones laborales y, por tanto, disponga de un poco de tiempo para escribir, porque esto del paro me lleva muchísimo tiempo.

miércoles, febrero 02, 2011

Yo también contribuyo a las estadísticas

He tenido pocas ganas de escribir últimamente. Mi cabeza estaba en otras cosas, no en hacer comentarios intrascendentes de cualquier nimiedad que se me ocurriera.
Hoy, 2 de febrero, puedo proclamar que contribuyo a los 4.231.003 desempleados de este país. He sido agraciada con un ERE que mi empresa con total impunidad ha aplicado a un tercio de la plantilla. Bueno, a un tercio en términos literales, pero si quitamos comité de empresa, ex comité de empresa, delegados sindicales, hijos, sobrinos y demás parientes, la cosa se reducía a un tu sí, tu no. O sea, el 50%.
El anuncio del ERE se hizo en el momento más propicio de la empresa. Se comunicó al comité de empresa cuando éste fue a presentarse a la dirección tras las elecciones sindicales que tuvieron lugar a finales de noviembre.
Y allí estaban ellos, tan contentos, con su lista de reivindicaciones que ríase usted de la CNT y las primitivas CC.OO.: conciliación familiar, cursos de formación, planes de promoción interna ... todo eran flores primaverales y tan felices que se las prometían. Que no era cuestión de ponerse pesados con los salarios, que la cosa está muy malita.
Me imagino que a la dirección le dió un ataque de risa que casi se rompe el culo. Incautos.
De modo que la primera acción del nuevo comité de empresa fue limparse el culo con sus reivindicaciones y anunciar a la plantilla que pintaban bastos, pero bastos-bastos.
Empezó la negociación y de pronto nos dimos cuenta los empleados que los abogados de los sindicatos estaban como locos por firmar. Vamos, que poco menos que aquello era un regalo bendito. La cosa estuvo muy bien, pues mientras la empresa conminaba a mantener las negociaciones en un plano de máxima discreción -más bien oscurantismo- al día siguiente leíamos en los periódicos todos los detalles.
Y llegó el gran día, la asamblea para aprobar el dichoso ERE. Los miembros del comité sin padre ni madre ni perrito que les ladre -que, digo yo, Manolete, si no sabes torear pa qué te metes-, los de los sindicatos al uso, a excepción de la CGT, diciendo que el acuerdo era mejor imposible, aunque lamentablemente no se había conseguido reducir el número de afectados.
Ni plantearse reducciones de jornada, rotaciones ni otras fórmulas al uso, a la calle. Todo ello sin conocer la lista de agraciados, a excepción de los prejubilados y ¡jubilados!. Sí, porque había un grupo de mayores de 65 años que, por motivos para la gran mayoría desconocidos, pero no para todos, habían pasado olímpicamente del bien merecido retiro. Que yo sepa, hasta que vuelva a modificarse la legislación laboral, la jubilación en este país es voluntaria.
Pues eso. Votación a mano alzada y, salvo los recalcitrantes de toda la vida, ERE aprobado por los pringaos de los afectados.
Una vez pasado el trámite, cogimos un listín de teléfonos y empezamos a tachar aquellos que por motivos extralaborales tenían toda la pinta de estar a salvo. Y ocurrió lo que nos temíamos, uno sí, uno no. Vamos, que a servidora le tocaba sí o sí. Concurrían en mi persona todos los requisitos adversos: sin familia influyente; una antigüedad elevada; carácter espinoso ... Y así fué.
La empresa, generosa ella, desde el momento en que nos comunicó la lista de la lotería nos concedió permiso retribuído. En dos ratos recogí mis cosas y puse al día a un par de compañeros de lo más urgente, porque se avecinaba una tormenta de trabajo de grado 4 y, al menos, darles las claves para que puedan manejar el marrón lo mejor posible. Que encima son buena gente.
Hoy firmé el finiquito. Ya les he dicho que cada consulta por correo o por teléfono generará una factura de 100 euros.
A partir de ahí, el acabose