sábado, julio 23, 2011

Los prejuicios


Miro las fotos de los atentados de Oslo en la web de El País. Un enlace en la parte inferior me dirige a una noticia titulada “La pista islamista”. Me quedo perpleja, pero pincho en enlace. Me encuentro con un “lo sentimos, la página ya no existe”.
Es lo que tiene internet, que puedes borrar  -o al menos intentarlo- las meteduras de pata. Eso que Orwell –casi da miedo nombrarlo después de saber que el autor de la barbarie lo tenía como autor de cabecera- imaginó en 1984, sólo que ahora es posible sin necesidad de imprimir de nuevo los periódicos. Pero son descuidados y van dejando por ahí enlaces delatores.

domingo, julio 17, 2011

No estoy pa ná

Sí, ya sé, tengo esto abandonado. Tengo muy buenos propósitos: ordenar los armarios, leer ese libro que me regalaron, llevar las alfombras a limpiar, arreglar el bajo de esos pantalones que se ha descosido... Algunos, a la fuerza ahorcan, los ejecuto. Pero otros ... es que, ¿de qué voy a escribir? ¿de los resultados electorales de hace dos meses? ¿del 15-M? ¿de Paquito Camps y esos trajes que se los pagó él (todos) y que ahora resulta que sí, que se los regalaron, pero como presidente del PP y no de un gobierno autonómico?, ¿de Mourinho? ¿de los mercados, la deuda soberana y la prima de riesgo? ¿de Murdoch y la villanía que supone espiar los teléfonos de víctimas de delitos y otras abominaciones? ¿de la cara de Cameron? ¿del embarazo de Carla Bruni? ¿de la ruptura de David Bisbal? ¿del lío que se está montando con la nueva ley de residuos? ¿de Paco Cascos más viejo y acanallado de lo que le recuerdo tomando posesión con un tercio de los votos? ¿de IU absteniéndose en Extremadura? ¿del hundimiento de Argentina en la Copa América de fútbol? ¿de la humillación de USA en la Copa Davis después de construir una pista ultrarrápida para sacar ventaja sobre las ratas de tierra? ¿de ....
Pues sí, de todo eso se me ha pasado por la cabeza escribir, pero el calor me hace perezosa. ¿Y que voy a decir que no se haya dicho  ya? Las neuronas prefieren dormitar ante este calor propio de un baño turco.
Y lo único que me apetece es una cerveza bien fría (una cristal helada, como en conversaciones en la catedral) y amodorrarme.