sábado, noviembre 19, 2011

Jornada de cabreo

Dicen que hoy es la jornada de reflexión. Esta mañana, sábado. hemos iniciado el día como todos los sábados: un buen desayuno. Tostadas recién hechas, mantequilla, mermelada de varias clases, zumo de naranja, café con leche. La mejor comida del día sábados y domingos es el desayuno. Sin prisas, con ganas de charlar.

Hoy he terminado haciendo un llamamiento de a las barricadas a los parapetos, todo ello porque, viniendo a cuento, mi marido y yo -ahora solos por mor de un pájaro flamenco llamado Erasmus- nos hemos puesto a reflexionar, que es lo que nos piden los políticos que hagamos en un día como hoy.

Lo lógico, claro. La culpa es mía, porque he empezado yo, con el chistecito de que gane quien gane las elecciones, gobernará Merkel. Y ahí la he liado. Que para qué sirven unas elecciones si al final es Bruselas (o la cancillería alemana) quien pone al jefe de gobierno, jefe de gobierno que en la última semana, por dos veces, resulta ser un tipo egresado de las filas de Goldman & Sachs. Para más información véase Inside Job, no tiene desperdicio.

Así que hemos empezado por ahí: los tipos que han provocado todo esto son los que nos gobiernan. Paradójico, ¿no? Esto es como la homeopatía: lo que te provoca el mal te cura, pero en lugar de en dosis infinitesimales, a lo bestia.

Continuamos con el tema del euro, las prestaciones sociales, la deuda. ¿Por qué países con unas coberturas sociales muy superiores a las nuestras no tienen nuestros mismos problemas? Mi marido, con ese espíritu didáctico que le caracteriza, ha empezado a desgranar motivos: menor población, una política fiscal más seria,  menor endeudamiento ... Vale, y encima no están en la zona euro. Aquí me ha empezado a salir la vena anti europea, que desconocía tenerla.

Sólo recuerdo dos ocasiones en mi vida en que se me han saltado las lágrimas por motivos políticos. No, una de ellas no fue el Sábado de Gloria, ese día se me quedó la cara paralizada de incredulidad. Fue en 1982, cuando ETA pm anunció el abandono de las armas. La otra fue en 1985, cuando se firmó el acta de adhesión a la CEE, algo que parecía imposible sólo diez años antes.

Y ya ha llovido. Lo suficiente como para que pertenecer a la CEE no me parezca una bicoca, que lo fué durante muchos años por aquello de las transferencias para ponernos a un nivel decente. Mientras nos llovía pasta para hacer autovías y ave's, fuimos desmantelando la industria siderúrgica, la naval, la minera, tiramos las vacas al mar -como si fueran toros de Denia-, arrancamos vides, dejamos miles de hectáreas en barbecho ... todo porque Europa no lo exigía.

Así que nos quedamos sin industria pesada y casi sin agricultura ni ganadería. En este país es un ejercicio de fé ser agricultor, ya no sólo por las restricciones de la PAC, sino por unas condiciones que hacen que la vida rural sea muy poco atractiva. Nada queda de qué descansada vida de Fray Luis de León.

Bueno, pues eso, que las ayudas de convergencia comunitarias no fueron a cambio de nada, pero se suponía que las renuncias fueron por un bien mayor que, como ahora se ha revelado, fueron un mal mayor, avivado por la codicia de los ricos y el cortoplacismo de los políticos.

Todo ello aliñado con unas obligaciones estatales incomprensibles para el resto del mundo, como la pasta gansa que se lleva la iglesia católica por no sé qué. Una iglesia que además de llevárselo crudo te monta un pollo cuando le viene en gana, siempre alentada y jaleada por la derecha más ultramontana.

Ahí desbarré, lo confieso. Aseguré airadamente que sí yo, gobierno, le pagaba al año decenas de miles de millones a una organización me iba a montar manifestaciones en la calle, amos anda, me iba a estar chupando hasta que dijera basta. (casi sic, fui algo más obscena)

Porque, seamos serios, aquí la izquierda sólo lo es para temas sociales -que no es poco- pero para temas económicos, como mucho es derecha europea.

Así que el desayuno acabó como el rosario de la aurora: mi marido, que con los años se ha derechizado por aquello del pragmatismo y el fatalismo (qué otra cosa se puede hacer) en temas económicos -afortunadamente no en los sociales- llamando a la cordura, y yo casi gritando aquello de "si los curas y monjas supieran la paliza que les vamos a dar ..."