domingo, octubre 03, 2010

Un país de futuro incierto

La semana ha estado protagonizada por la huelga general. Al hilo de lo que escribía Pcbcarp, me pregunto si hoy día tienen algún sentido los sindicatos, más allá de su propia supervivencia y la de sus dirigentes.

Este país, en época de vacas gordas, ha dejado de interesarse por los trabajos más penosos. Agricultura, minería, pesca, construcción, servicios de limpieza –y no sólo domésticos, especialmente contratas municipales- y tantos otros, se nutren de mano de obra emigrante.

Aunque queden puestos de trabajo en esos sectores productivos, es difícil encontrar candidatos nativos.

Pero, por otro lado, se ha maltratado el empleo cualificado gracias a los contratos temporales, los contratos en prácticas o las becas. Durante años, empleados cualificados –y conozco a unos cuantos- han trabajado por sueldos miserables o simplemente por el bonobús.

Estamos viviendo una segunda emigración de jóvenes cualificados que no es que no encuentren trabajo, es que el que se les ofrece es casi en régimen de esclavitud. Y, claro, prefieren otros ámbitos laborales.

A este paso tendremos un país de camareros y cajeras de supermercado; de personal sanitario formado en países subdesarrollados; careceremos de educadores y enseñantes … pero eso no parece importarle a nadie.

Y entre a los que no le importa este futuro están los sindicatos, más preocupados por arramblar más en caso de despido que en este país haya empleo. Al parado, al joven que no encuentra trabajo le importa un pito que le den 45 ó 20 días cuando le despidan. La mayoría de los jóvenes no tienen derecho a cobrar nada en caso de despido: se les acaba el contrato y punto. Otros no reciben ni el finiquito, porque su relación laboral ha estado enmascarada en cualquier artimaña tipo beca o prácticas.

Pero eso, tampoco les preocupa a los sindicatos. Están más pendientes si hay que cotizar 30 años o 20 para cobrar pensión. Da igual. Si los jóvenes actuales no cotizan porque no tienen trabajo, ya me contarán quien va a aportar los fondos para nuestras jubilaciones.

Tenemos un problema y gordo. Estamos perdiendo en todos los ámbitos. Los mejor preparados se marchan, cuando su formación en su mayor parte la ha pagado el Estado. Otros países aprovecharán nuestro esfuerzo. Cualquier país trataría de rentabilizar esa inmensa inversión. Este no. Y eso es culpa de todos, de los gobiernos, de la oposición, de los empresarios y de los sindicatos. Todos más preocupados en el corto plazo, en el beneficio inmediato –electoral o económico- que en el largo plazo; en preparar a este país para estar a la altura de sus vecinos; para tener una parcela de liderazgo en alguna actividad que no sea la de acoger jubilados y tratar comas etílicos y quemaduras de turistas desatados.