lunes, febrero 27, 2006

La reina del conocimiento inútil

Hemos alcanzado el desconocimiento global. Nadie sabe de nada, pero habla con la total seguridad que presta la ignorancia.

Me aterra ver lo poco que sé y todo lo que me queda por aprender, no en general, sino únicamente de aquello que me interesa. No lo digo como obligación, sino como deseo: aprender.

Por eso me fascinan las matemáticas. O la arquitectura … Son como inmensos enigmas desafiantes.

Me quedo embobada leyendo o escuchando a expertos en temas que nunca dominaré. Intento comprender, capto conceptos y cuando los entiendo es como si una luz de sabiduría se encendiera dentro de mí. ¡Cáspita! ¡Era esto!

La capacidad de sorprenderme incluso llega a sorprenderme. Resulta un alivio comprobar que mi mente mantiene el interés por las cosas, por livianas que sean, ejercicios diletantes: conocimiento inútil.

Veo las cosas con enfoques desconocidos. Resulta divertido y vivificante. Y ese nuevo e inútil conocimiento se enlaza con el antiguo, saco conclusiones inéditas. No sirve para nada, claro, solo es satisfacción personal, quizás vanidad de no poner cara de imbécil cuando alguien cita a un experto en alguna materia insólita.

Puede que esta curiosidad indiscriminada me haga susceptible al fraude, a considerar como importante lo que no es más que impostura. Hasta de eso se aprende.