jueves, agosto 31, 2006

Obituario: Glenn Ford

Agosto termina con una noticia triste: el fallecimiento de Glenn Ford. Claro que con 90 años era de esperar.

Ford fue de esos actores seguros que poblaron más de dos centenares de películas, entre ellas algunas que forman parte de la mitología del cine. A ver quien no conoce el célebre bofetón. Pero aunque esa sea la escena más recordada de su larguísima trayectoria artística, Ford interpretó papeles memorables.

Recientemente vi una comedia deliciosa, “Un gangster para un milagro”, con una maravillosa Bette Davis y un plantel de secundarios impresionante.

Glenn Ford no alcanzó la categoría de gran estrella, pero fue un valor seguro, que lo mismo interpretaba un drama que una comedia ligera, aunque el papel que más veces le tocó llevar a la pantalla fue el de vaquero.

Junto a la gata somnolienta de Gloria Grahame realizó dos grandísimas interpretaciones bajo la dirección de Fritz Lang: “Deseos Humanos” en 1953 y “Los sobornados” al año siguiente. Hombres buenos con malas compañías.

“Semilla de maldad” fue una de las pioneras en un subgénero que se desarrollaría más tarde: profesores que tratan de sacar partido de alumnos delincuentes.

Como comediante fue algo más que correcto, como demuestra en “La casa de té de la luna de agosto” con un escacharrante Marlon Brando. Precisamente con Brando compartiría un papel en Superman, el de padre del héroe. Ford como padre terrestre adoptivo y Brando como biológico y alienígena. Qué cosas tiene el cine.

miércoles, agosto 30, 2006

Mitomanía (III): Cary Grant


Lo admito, éste no entra dentro de los feos interesantes. Ni siquiera está vivo, pero a ver quien me niega que es el tipo con más clase que ha aparecido en una pantalla, aunque su extracción era del proletariado británico. Sus biógrafos aseguran que las penurias que sufrió en su niñez alentaron la tacañería cuando se convirtió en un hombre muy, muy rico.

Pronto se cumplirán 20 años de su muerte, y se conserva tan guapo como siempre. El mejor hoyuelo en la barbilla de la historia del cine, con permiso de Kirk Douglas, que siempre fue mucho más bajito.

Incuestionable pareja de Katharine Hepburn en las mejores comedias –Billy Wilder mediante- que se han filmado de los maestros Hawks o Capra. Ahí están “La gran aventura de Silvia”, “La fiera de mi niña”, “Vivir para gozar” o “Historias de Filadelfia”, un catálogo de diálogos y réplicas de insuperable ingenio. Y también de la mano de Howard Hawks la impagable “Luna Nueva”, con la magnífica Rosalynd Russell. Aunque como actor de comedia, qué quieren que les diga, está adorable en “Arsénico por compasión”, donde da una lección de que de espaldas también se actúa y él posee la espalda más expresiva.

Pero no sólo fue un magnífico comediante, también supo interpretar a personajes inquietantes como en “Sospecha”.

Absolutamente seductor, aunque sus personajes en muchas ocasiones fueran extremadamente torpes y despistados –añado a la lista “Me siento rejuvenecer”- estaba inconmensurable en “Encadenados”.

Hitchcock le convirtió en fijo de sus películas y su presencia contribuyó al éxito de las mismas.

Aunque sus tendencias sexuales se han puesto en cuestión –yo sostengo que sus matrimonios fracasaron por su extrema tacañería y, además, es igual, si fuera hombre también lo encontraría irresistible- hizo un memorable papel en “La novia era él”, donde se travestía de esposa soldado.

Su prestancia incluso en la madurez era tal que hacía perfectamente creíble a una jovencísima Audrey Hepburn enamorada en “Charada”.

Sólo recuerdo una película suya absolutamente boba y, sobre todo, falsa. “Noche y día”, en la que interpretaba a un asexuado Cole Porter. Luego Kevin Klein se encargó de descubrirnos la faceta loca del célebre compositor.

En 1941 recibe su primera nominación al Oscar por “Serenata nostálgica”, tres años más tarde por “Corazón en peligro” (dos títulos en su filmografía que apenas se recuerdan hoy) . Sólo obtuvo el galardón a título honorífico tres años después de su retirada del cine.
Se convirtió en catedrático de los papeles de identidad dudosa: Sospecha, Charada, Con la muerte en los talones, Encadenados … e incluso ese Mortimer de Arsénico por compasión que tampoco es quien cree ser.

Cary Grant nos dejó interpretaciones memorables de la mano de magníficos directores: Hawks, Hitchcock, Donen, Capra, Edwards o Mankiewicz. Interpretaciones que, cómo él decía, eran facilísimas: sólo había que decir el papel y no tropezar con los muebles. Aunque tropezara con ellos continuamente en sus personajes de sabio despistado.

martes, agosto 29, 2006

Best sellers, Literatura y sinceridad

Me remite Pieldivina un extracto del artículo “Best seller y Literatura” publicado por César Aira.

Pienso que es un debate que todavía puede dar mucho de sí, aunque en muchas bitácoras y cientos de entradas se ha tratado el asunto. Aira de alguna manera defiende el derecho a la existencia de los best sellers así como su intrínseca sinceridad.

Aquí dejo los párrafos seleccionados por Pieldivina

“El best seller es la idea, que fructificó en países del área angloparlante, de hacer un entretenimiento masivo que usara como “soporte” a la literatura. Es algo así como literatura destinada a gente que no lee, ni quiere leer, literatura (y a la que no hay que reprocharle nada, por supuesto; sería como reprocharle su abstención a gente que no quiere practicar caza submarina; además, entre la gente que no se interesa en la literatura se cuenta el noventa y nueve por ciento de los grandes hombres de la humanidad: héroes, santos, descubridores, estadistas, científicos, artistas; la literatura es una actividad muy minoritaria, aunque no lo parezca). El best seller es material de lectura para gente que, si no existiera ese material, no leería nada. De lo que se deduce lo injustificado de las alarmas. Creer que alguien pueda dejar de leer a Henry James para leer a Harold Robbins es una ingenuidad; si no existiera Harold Robbins, sus lectores vacantes no leerían a Henry James; no leerían nada, simplemente.
[…]
Pero la piedra de toque en la diferencia entre best seller y literatura es la sinceridad. De un lado, están los usos directos y veraces de la palabra, el transcurso utilitario del verbo en la sociedad: aquí confluyen los “Buenos días”, “Te amo”, “Paso a buscarte a las ocho”, y el best seller. Del otro lado, ese peculiar cuestionamiento de la significación al que llamamos Literatura. La incompatibilidad es absoluta. La literatura es falaz en dos planos: usa una palabra cuyo valor de cambio deja de ser su sentido directo, y pone en escena el teatro de ese uso perverso. El best seller es simétricamente veraz en dos planos: dice lo que quiere decir, y lo ofrece como lo que es.
[…]

”La verdadera literatura resulta en comparación un laberinto de propósitos fallidos y resultados inesperados. ¿Qué se propuso Cervantes al escribir el Quijote, Byron el Don Juan, Kafka La metamorfosis? Por cierto que sus intenciones no cabrían, aun cuando pudieran expresarse de modo claro (¡aun cuando existieran!), en una límpida frase satisfecha como la de Eco (El mismo Eco lo declaró: se propuso hacer “una novela policial que se desarrollara en un monasterio del siglo XII”)

lunes, agosto 28, 2006

Mitomanía (II): Ed Harris

Probablemente nunca le concederán un Oscar, pero maldita falta que le hace. La primera vez que recuerdo a Ed Harris en la pantalla fue en “Elegidos para la gloria”, en el papel del perfecto John Glenn. La peli, para quien no la haya visto, trata de los inicios de la carrera espacial, con un guión casi diría que perfecto de Tom Wolfe, lleno de inteligentes elipsis.

Me sedujo desde el primer momento que apareció en pantalla y esa seducción sólo ha hecho que aumentar a lo largo de los años, con un envejecimiento que no hace más que dotarle de nuevos atractivos.

Después vino “Abyss”, una película de fantasía bienintencionada y, por lo tanto, bastante pelma y angelical. Tras una larga temporada en los escenarios vuelve al cine con, curiosamente, una obra de teatro: “Glengarry Glen Ross” de David Mamet.

Vuelve de astronauta, esta vez en tierra, en “Apolo XIII”, hace de militar malo/malísimo en “La Roca”; cuarentón divorciado con novia jovencita en “Quédate conmigo”; borda al mafioso capo de “El clan de los irlandeses” y nos hace creíble al abogado del diablo en “El tercer milagro”.

Es dios en “El Show de Truman” y un año más tarde, en 2000, se estrena como director con una biografía sobre el pintor Jackson Pollock; vuelve a inquietar en “Una mente maravillosa” y es el único actor que se salva en la abominable “Mancha humana”. Conmueve en “Las horas” y retoma esos personajes inquietantes y que sólo actores de su talla se atreven a interpretar en “Una historia de violencia”.

Sabe dar la réplica con toda solvencia a actores de la talla de Jack Lemon, Clint Eastwood, Sean Penn o Sean Connery.

No todas sus películas son para recordar como la calentorra “Luna de porcelana” o la bienintencionada “Me llaman radio”, pero siempre, siempre, su presencia es poderosa.

Quizás nunca reciba un Oscar, y maldita la falta que le hace. Ha estado nominado por sus interpretaciones en “Apolo XIII”, “El show de Truman”, “Pollock” y “Las horas”. De momento, 4-0. Por cierto, los que se llevaron la estatuilla en los años en que estuvo nominado fueron Kevin Spacey, James Coburn, Russell Crowe y un tal Chris Cooper.

Además es un tipo que me cae bien. Cuando la Academia en 1999 -año en el que estaba nominado por “El show de Truman”- concedió un Oscar honorífico a Elia Kazan, fue de los que se quedaron en su asiento sin aplaudir.

Harris consigue hacer creíble a un asesino despiadado y a un sacerdote con crisis de fé; a un enfermo de SIDA y a un personaje romántico; a un distante y detestable productor de televisión y a un mito americano alcohólico; a un maltratador y a un héroe.

Su rostro está ya surcado de arrugas, no disimula su calva, pero sus ojos son transparentes, inicisivos y llenos de paz y sabiduría.

De mi pasión arrebatada por Ed Harris ya tiene noticia KafkaProcesado.

Se acabó la paz

Él ha vuelto. Y con él, la crónica de algo más de un mes de ausencia que se resume en:

- Ya mide 60 cm.
- Ya pesa 5 kg.
- Ha padecido un cólico
- Ha tenido moquitos
- Duerme desde las 12 hasta las 6, respetando cierto periodo de descanso de sus arrobados padres.

No ha soltado el teléfono salvo para repetir esa información tres veces a los otros tres compañeros que se han incorporado hoy de vacaciones. Pero he perdido la cuenta de las veces que ha repetido la lista de novedades vía telefónica.

La cosa pinta fatal, porque otros dos compañeros también recién llegados han sido padres en el último mes. Así que nos espera un intercambio interminable de anécdotas y datos. No sé dónde demonios he dejado la luger.

domingo, agosto 27, 2006

Chuck Palanhiuk

Aunque había visto referencias a Palanhiuk como uno de los narradores a tener en cuenta en la literatura americana actual, no fue hasta que leí la reseñas de “Fantasmas” en el blog Tormenta en un vaso.

La lectura de esa entrada me deparó dos agradables sorpresas. La primera, encontrarme en el universo bloguero a César, antiguo compañero de Universidad y, segunda, el descubrimiento de Chuck Palanhiuk.

Desde entonces he leído dos de sus obras y estoy ahora con la tercera. Espero que no sea sobredosis.

La primera que cayó en mis manos fue “Diario. Una novela”.

El relato empieza como una novela costumbrista, con personajes trabajadores y frustrados en una isla en la que todos viven del turismo.

Lo que parece costumbrismo poco a poco se va desvelando como una conspiración ancestral a la que no son ajenos ni los personajes que aparentan mayor inocencia.

Nada es lo que parece. Lo que pudiera ser una idílica comunidad isleña se transforma en una pesadilla propia de Stephen King, pero sin componentes fantásticos.

La indolencia y el egoísmo inspiran la conspiración, que se repite a lo largo de la historia de la isla.

Palanhiuk dosifica acertadamente la evolución de la historia a través del diario que escribe la narradora. Cada capítulo es una vuelta de tuerca que va eliminando toda esperanza de salvación.

Tiene un estilo en el que mezcla lo cotidiano con el pasado y hace de la repetición un mantra nada tranquilizador. Palanhiuk crea un mundo real inquietante y despiadado a la vuelta de la esquina.

La segunda novela que leí fue “Monstruos invisibles”. Se trata de una especie de road movie (si se me permite el término saqueado de la cinematografía) compuesto por tres fenómenos de feria.

La búsqueda de la belleza está en el fondo del argumento. Las descripciones que realiza Palanhiuk de cirugía reparadora de amputaciones son tan reales como escalofriantes.

De nuevo la repetición se usa para describir estados de ánimo con un considerable acierto y, también, la narración va revelando paulatinamente los lazos que unen a los peculiares personajes, asentados en un intento de no ser lo que son, o de ser lo que no son.

Palanhiuk es un autor reconocible, personal en su escritura, abrupto, escabroso y brillante.

sábado, agosto 26, 2006

Mitomanía (I): Kevin Spacey

A mi los hombres guapos, pero guapos-guapos, como que no me dicen nada. Excepción hecha de Paul Newman, Sean Connery, Clint Eastwood y George Cloony.

Reconozco que encuentro más atractivos a hombres que incumplan los cánones de la belleza siempre y cuando su rostro tenga un punto interesante, inusual.

Encuentro turbador a Kevin Spacey. Nadie me negará que es un actorazo, pero guapo, lo que se dice guapo, no es. Eso sí, si un día me cruzara con su mirada me tendrían que hacer una RCP.

Tengo recuerdo de él desde la mítica “Sospechosos habituales”, donde mantenía un tour de force con otro de mis admirados, Chazz Palmintieri.

En “L.A. Confidencial” volvía a estar magistral. Si no hubiera leído la novela con anterioridad hubiera precisado restañar alguna que otra lágrima cuando muere.

¿Qué decir de su fabuloso arranque en “American Beauty”? Es que lo borda.

Y encima el muy puñetero es un director de lo más interesante, como demuestra en “Albino Alligator”.

Aunque la película era una basurilla lacrimógena, reconozcamos que al menos interpretó muy dignamente en “Cadena de favores”.

El asesino de “Seven” hubiera sido un pringaillo si no lo interpretara él. En dos minutos se come crudo al bello Pitt, aunque el correoso Morgan Freeman resiste con dificultad su embestida.

También resulta inquietante en “Dobles parejas” donde le da réplica otro excelente Kevin, Kline en este caso.

Sencillamente colosal bajo la dirección de otro coloso como es Clint Eastwood en “Medianoche en el jardín del bien y del mal” –lean la novela, les entrará un deseo incontrolable de viajar a Savannah y conocer a sus estrafalarios habitantes- con esos chalecos que sólo alguien muy seguro de sí mismo puede lucir con tanta elegancia y autoridad.

Si en “L.A. Confidencial” no consiguió hacerme llorar, lo hizo el muy cabrón en “La vida de David Gale”. Y, vamos, que no es un actor dado a la desmesura. Todo lo contrario. Pero resultaba tan, tan conmovedor que me dejó emocionalmente arrasada.

“K-Pax” es otra peli menor a la que su presencia da empaque.

Un atormentado y comedido viudo en “Atando cabos”, tan conmovedor como en David Gale.

Ahora se dedica al teatro y quitando su aparición en lo de Superman, nos tiene huérfanos de cine.

No, guapo no es. Digamos que es un tipo corriente, pero cuando interpreta hace creíble ese descenso a los infiernos de personajes que de estar satisfechos con su vida, de ser respetados, brillantes y admirados pasan a ser vapuleados. Porque ese Verbal que es tan simple y nos inspira lástima sabe transformarse en apenas en unos segundos. Porque podemos ver en él, sí, al poli corrupto, pero, qué demonios, nos cae bien.

Mr. Spacey, vuelva pronto.

Agradezco al Dr. Strangelove que me haya inspirado esta entrada.

viernes, agosto 25, 2006

Feliz incongruencia


Decidímos salir a cenar toda la familia. Elegimos un local con una agradable terraza cerca de casa.

Nos dejan las cartas y como aperitivo nos sirven una sidra recién tirada desde el barril.

Hacemos la comanda y mientras esperamos nos traen chistorra.

Poco a poco la terraza se va llenando de comensales, pero afortunadamente nadie alza la voz ni se escuchan risotadas, lo que hace aún más agradable el sitio.

Llegan los platos pedidos mientras charlamos. Bueno, yo intento descifrar qué dice mi hija pequeña, porque soy incapaz de entender las palabras que se supone pronuncia.

- Vocaliza, que parece que tengas una patata caliente en la boca.

Estas salidas familiares sin motivo suelen ser relajantes. Nos sentimos orgullosos de las dos chicas que, por una vez, han dejado de gritarse y reprocharse hurtos de ropa.

Mientras esperamos la cuenta miramos hacia la parrilla donde los chuletones se asan.

El maestro asador es negro
El pinche es negro
El camarero que nos ha atendido es negro

Estamos en un asador vasco. Mi marido entre risas exclama: “Si Sabino Arana levantara la cabeza …”

jueves, agosto 24, 2006

Inocencia agosteña


Las noticias de agosto han sido tan desalentadoras como las de enero:

- Israel destroza el sur de Líbano
- Los atentados se suceden en Iraq en una masacre fratricida
- Un volcán arrasa pueblos en Ecuador
- Nuevas ¿amenazas? de atentados terroristas en vuelos comerciales
- Miles de viajeros se quedan en tierra en El Prat y 15.000 maletas dejan de despacharse
- El precio del barril de petróleo sigue subiendo
- El agua de los embalses sigue bajando
- Los africanos huyen de las guerras y el hambre con destino Canarias, mientras Europa y el resto del mundo mira hacia otro lado.
- Los incendios han vuelto a abrasar Galicia

Casi estoy por admitir que la invasión de medusas en las playas mediterráneas es una noticia amable.

Hace algunos años los periódicos agosteños no servían ni para envolver el bocadillo, dada la escasez de páginas. No había ni publicidad ni información para llenarlos.

Pero existía un recurso que no fallaba ningún mes de agosto. Nunca: la socorrida serpiente de verano.

Desde la dudosa noticia de que unos pescadores japoneses habían atrapado en sus redes –los pescadores japoneses atrapan todo lo que se menea en los mares en los que faenan- lo que parecía ser un dinosaurio marino, hasta avistamientos de ovnis, el no menos tópico avistamiento del monstruo del lago Ness o el encuentro casual de una expedición al Himalaya con el Yeti.

Incluso se daba cuenta del nacimiento de una ternera de dos cabezas en algún remoto pueblo de India, por no citar la aberración de la naturaleza que suponían los posados en bikini de las inefables Anita la Fantástica y Norma Duval.

Este mes de agosto siento la necesidad de la inocencia de Nessie.

miércoles, agosto 23, 2006

Expediente X

El paisano llegó al Cuartel fatigado. Había bajado el monte a la carrera y venía resollando. Tenía toda la pinta de haberse caído, porque traía brozas y tierra manchando la ropa de trabajo. Entró en el Cuartel con el escaso pelo entrecano alborotado, como si se acabara de cruzar con la Santa Compaña al completo.

- ¡Sargento, sargento! Tiene que ver lo que encontré en el monte.

Y el hombre se persignaba una y otra vez.

- Tranquilícese y cuente qué ha encontrado – dije mientras le acercaba una silla- Dígame su nombre y domicilio.

Conocía al tipo, pero en aquellas aldeas todos se llamaban por el apodo de la familia y no iba a empezar el atestado con un alias.

El paisano empezó su relato. Hacía una semana el fuego había quemado una barbaridad de eucaliptos en la parroquia. Después de dos días se había conseguido extinguirlo. Los forestales habían evaluado los daños y la científica había rastreado la zona en busca de indicios de que fuera intencionado, tarea francamente jodida, dada la extensión, lo abrupto del terreno y a que el fuego en esto se alía con quien lo provoca y es casi imposible encontrar rastros.

Dijo que tenía que ir a ver a un pariente por una cuestión de tierras –hay que ver esta gente, con lo reservada que es, pero si están ante la autoridad se ponen a dar explicaciones innecesarias- y para atajar decidió atravesar el monte arrasado. Y allí se encontró lo que parecía un cadáver calcinado.

Le pregunté que si había tocado algo y negó con la cabeza gacha, como si fuera un niño culpable sorprendido cometiendo alguna travesura.

Así que llame al cabo Pascual (Pascual de apellido, como él se encarga de recalcar) y subimos los tres al Nissan. La pista forestal nos dejó a unos 10 minutos de marcha del lugar. Así que caminábamos por rastrojos ennegrecidos. El olor a humo y a madera quemada persistía. El paisano caminaba delante de nosotros, volviendo la cabeza continuamente, como si temiera que le dejáramos solo en medio de la destrucción.

De los eucaliptos no quedaba más que troncos astillados, pero vimos un grupo de árboles que, aunque chamuscados, habían eludido el incendio. Pero no eran eucaliptos. Eran cinco castaños desmesurados, viejos como las colinas en las que se asentaban, algunos con enormes boquetes en el tronco.

El hombre nos señaló el grupo de árboles y se quedó parado, negándose a continuar.

- Bueno –le dije- pero no se mueva de ahí. Quiero tenerle a la vista.

Pascual y yo nos acercamos a los castaños. Del centro mismo de uno de ellos salía un cuerpo. Bueno, lo que quedaba de un cuerpo que en vida debió ser humano.

- Pascual, baja al Cuartel y avisa al juez que hay que levantar un cadáver. Y a la científica, que van a tener trabajo. Llévatelo. Me quedo aquí vigilando.

A Pascual, tan asombrado como yo, se le había quedado la boca abierta y era incapaz de decir ni un simple “a sus órdenes”, pero es que la visión no era para menos.

Porque, ¿cómo demonios se había metido ese cuerpo en el tronco del castaño? Del torso no quedaban rastros y las caderas parecían fundidas con la madera.

Me acerqué con cuidado de no destruir alguna huella y observé al castaño. Con el móvil hice unas fotografías. Francamente, ni yo mismo creía lo que estaba viendo. Quería tener constancia de ello.

El árbol, donde desaparecía el cuerpo, presentaba una especie de rebaba. Para entendernos, era como un ano con almorranas, pero apretado contra lo que fuera un hombre (o ya puestos, una mujer) Era como si se lo hubiera tragado.

Me quité la gorra. Miré alrededor. Ni un ruido. Un miedo irracional me provocó escalofríos. “Medina –me dije a mí mismo- serénate, a ver si el juez te toma por un descerebrado. Pero joderjoderjoder … Es que esto es un caso para Mulder y Scully”.

Me alejé unos pasos y miré hacia el grupo de árboles, hacia las poderosas copas de los castaños. Entonces les sonreí y murmuré: “Pero qué cabrones”.

La foto es de un árbol que abraza a una roca en el castillo de Sintra.

martes, agosto 22, 2006

No es lo mismo ni es igual

La fiebre que ataca a la sociedad conocida como “lo políticamente correcto” (¿hay política hoy día correcta?) ha provocado que nos invadan los eufemismos cual plaga de langosta.

Viene este aserto a raíz de la lectura de la entrada que Folken hace en su bitácora.

La primera vez que oí lo de subsahariano lo ubiqué geográficamente gracias a que era bastante buena en geografía y, además, parte de las arenas del Sahara estaban bajo mandato español (o franquista). Todavía es un misterio cómo igualé subsahariano a africano negro, pero se me hacía difícil pensar en un afrikaner en una patera.

Así que el africano negro –no confundir con el africano magrebí, cabilio, tuareg o cualquiera de piel oscura pero de rasgos caucasianos- es el subsahariano, siempre y cuando sea un sin papeles. Si tiene papeles ya resulta ser camerunés, guineano, namibio o de dónde toque.

Subsahariano, 12 letras para denominar lo que todos hemos conocido por 5: incremento del 240%. Y encima con el riesgo de no colocar la hache dónde toca.

Pero aquí va otra perla: interrupción voluntaria del embarazo. Nada menos que 33 letras para sustituir a una de seis. Un crecimiento del 550%, para que luego presuman los chinos de su PIB.

Algunas expresiones eufemísticas –porque casi siempre constan de más de una palabra- son realmente sarcásticas. El primer premio se lo daría a “fuego amigo”, expresión que creo no es necesario comentar. Aunque claro, para sarcasmo, el premio se lo daría a la bushiana “paz duradera” vistos los resultados.

Aunque nuestro internacional Javier Solana –al menos fue a él al primero que le oí el invento- se sacó de la manga lo de “daños colaterales”. En principio pensé que se trataba de un rasconazo a la carrocería del coche al sacarlo de esos aparcamientos públicos imposibles. Luego me enteré que en lenguaje bélico equivale a “la cagamos”, traducción aplicable también a “fuego amigo”.

“Violencia de género” ha sido una expresión muy debatida sobre todo por la presión de las organizaciones feministas a admitir otros términos. Lo que ocurre es que el significado queda también, como en el caso de los daños colaterales, oscurecido. Hay una expresión más larga, pero mucho más certera: la maté porque era mía. Me temo que no es asumible en nuestra sociedad. Habría que echarle huevos para dictar una ley que incluyera el término en su título.

Pero reconozco que es la clase médica la que ha conseguido rizar el rizo. Las muertes en los hospitales no se catalogan como tales, sino bajo el epígrafe de “exitus”. Ya, ya sé que me vendrán los etimólogos a indicar que proviene del latín. Pero hombre, no me negarán que la cosa carece de coña.

Hay cientos, miles de eufemismos circulando. Se abre la veda a las aportaciones.

La foto pertenece a la iglesia museo de Santa Eulalia de Paredes de Nava

lunes, agosto 21, 2006

Una de nostalgia

Hacía varios veranos que no iba al pueblo de mi padre. Bueno, antes (muy antes) íbamos con frecuencia. Vacaciones de Semana Santa, navideñas, algún puente largo … Cambiar la residencia a orillas mediterráneas acabó con aquellos peregrinajes y últimamente también con los veraneos.

Los viajes, cuando todavía vivía en Madrid, eran auténticas aventuras, aunque la distancia es sólo de 300 kilómetros. Para empezar la autopista –ahora autovía- concluía en Adanero y a partir de ahí carretera nacional en perpetuas obras hasta Medina de Ríoseco donde cogíamos comarcales infames hasta nuestro destino. El ruego común era que el 600 no se averiase porque sólo circulaba por allí ocasionalmente algún que otro tractor y algún que otro automóvil. Podíamos pasar días allí abandonados en medio de ninguna parte.

Los viajes incluían una parada reparadora en Medina de Ríoseco donde mi madre siempre compraba unos pastelillos en una confitería. Los coquitos, pastas hechas de coco rallado, caían inexorablemente en el trayecto.

Dependiendo de la época del año el paisaje era distinto. Resultaba precioso en primavera, con todos los campos de cereal verde ocupando todo el horizonte. En verano ese mar se volvía paja. Ahora apenas queda alguna parcela de trigo. Permanecen baldías y unas pocas plantadas de girasol.

Antes casi todo era secano. Salvo en las cercanías del río –donde se cultivaban huertas, frutales y remolacha- todo era cereal y leguminosa. Ahora solo se ve maiz que en mi infancia y juventud era cultivo propio del norte.

Recuerdo las bulliciosas llegadas veraniegas, cuando a lo largo de julio iban llegando los veraneantes, hijos de emigrados a las ciudades. Allí nos aparcaban los padres durante un par de meses al cuidado de los parientes. Nos veíamos de año en año y enseguida planeábamos los baños en el río, las salidas a pescar cangrejos o que día nos tocaría la suerte de llevar las vacas al valle.

Porque entonces, antes de la PAC, había ovejas y vacas. Y en cada casa el establo estaba ocupado por una pareja de mulas o de yeguas. Cuando se generalizó la mecanización rural desaparecieron.

Y con las ovejas había poderosos mastines y perros ovejeros duchos en conducir el ganado.

Sacar las vacas al valle era toda una aventura. Todo el ganado del pueblo salía a pastar al cuidado de dos miembros del vecindario. Los veraneantes nos apuntábamos siempre que nos dejaban. Íbamos bien provistos de merienda y botijo y volvíamos a la caída de la tarde. Algunos se entretenían llevando rateles para pescar cangrejos en los regatos y riachuelos. Hasta que el cangrejo americano acabó con ellos.

Los baños en el río eran estupendos. Íbamos hasta una zona a la que llamábamos el puerto –ignoro el motivo, ya que nunca atracó allí ni un mal bote hinchable- en el que un parapeto de cemento encauzaba las aguas. Allí, en el parapeto, extendíamos las toallas. El rito era siempre el mismo. El valiente, provisto de unas zapatillas viejas para no mancarse los pies con los cantos del lecho, se metía en el agua y nos decía: “Está buenísima”. Y allá que nos tirábamos todos, hecho al que sucedía un alarido porque el agua estaba fría.

Pero enseguida entrábamos en calor con ahogadillas, salpicaduras, alguna brazada que otra … hasta que el gamberro de turno gritaba: “¡Una culebra!” y las chicas salíamos como alma que lleva el diablo.

Luego procedían las expediciones a buscar moras y volvíamos con la cara llena de churretes oscuros, cuando no la ropa para desesperación de las madres, tías o abuelas.

La ropa se lavaba en la poza comunal. El agua venía de un pozo artesiano que llenaba una especie de estanque de cemento con tablas estriadas para restregar la ropa. Las mayores nos daban un trozo de jabón hecho en casa con sosa y sebo y nos encomendaban la ropa pequeña mientras ellas se enfrentaban a las sábanas.

Se frotaba con jabón, se restregaba en la tabla y con los puños para acabar con las manchas rebeldes. Luego se aclaraba y se tendía la ropa en el prado al sol.

A la noche nos metíamos en las cuadras para asistir al ordeño de las vacas, al igual que por las mañanas recorríamos el gallinero recogiendo huevos y metiéndolos en una cesta o dábamos de comer a los gochos berzas, sobras de la comida, peladuras de patata y pienso.

Tras la cena estábamos tan rendidos que caímos en la cama sin chistar. No había tele y cuando la hubo la señal se recibía con tantas interferencias que pasábamos de ella.

Los días previos a la fiesta del pueblo eran una fiesta en sí mismos. En todas las casas se preparaban dulces y había un recorrido por el horno de todos los parientes y amigos “para ayudar”. En grandes lebrillos se amasaba harina, huevos, azúcar, ralladura de limón y otros ingredientes que daban lugar a madalenas, amarguillos, sequillos y cualquier otra obra de dulcería. Una vez llenos los moldes, los lebrillos eran meticulosamente despojados de todo rastro de masa por diligentes dedos infantiles.

Ahora ya no se ven chiquitos bulliciosos por las calles haciendo trastadas. No hay vacas ni ovejas. En cada casa hay lavadora y la poza, entonces mentidero público donde se comentaban las novedades del pueblo (un ternero nacido, quien noviea con quien, las noticias de los ausentes, las nuevas de los parientes que viven en otro pueblo) está en desuso, tanto como la escuela desde que a la concentración parcelaria le siguió la concentración escolar.

La foto es, evidentemente, del río un tributario del Esla.

domingo, agosto 20, 2006

Avituallamiento

Mis padres vivieron en sus carnes la guerra civil y la postguerra. De ahí le debe venir a mi madre su obsesión por el avituallamiento.

Tras el incidente del congelador pude por fin vaciar el maletero ante los comentarios jocosos de mi marido: “Hombre, no es que nos sobre el dinero, pero para ir al mercado todavía nos da”.

Pero es que mi madre es así y a estas alturas prefiero no discutir y arramblar con todo lo que se le ocurre que pueda necesitar.

A ello se añade que cuando salimos de viaje solemos adquirir productos típicos. Así que por nuestra cuenta ya compramos mantecadas de Astorga, hojaldres, cecina, chorizo, fiambre de lengua en aceite, tarros de puerros, alubias pintas, pimientos asados, ajetes y un saquito de lentejas pardiñas.

Mi madre añadió a ese lote de alimentos dos kilos de garbanzos pedrosillanos –pequeñines y muy tiernos- a pesar de dudar de su procedencia. Hasta hace un par de años los garbanzos procedían de una tierra de mi padre cultivada por mis primos que producía una legumbre espectacular. Los Castros –así se llama la finca- sufrió la concentración parcelaria y perdimos tan exquisita fuente de alimento. Ahora los compra en el mercado del pueblo y aunque siempre le aseguran que son de cosecha propia, ella expresa su sospecha de que proceden de ultramar, no sin protestas de la vendedora.

Para entretenerse, mi padre cultiva un minúsculo huerto en casa: acelgas, lechugas, tomates, pepinos y calabacines. El calabacín es el orgullo de la familia. Son gigantescos. Mi madre los cocina de mil maneras pero tienen tal tamaño que es casi imposible consumir uno en cada comida.

Los hace rebozados, en ensalada, rellenos … Un sinfín de posibilidades que acaba por saturarnos.

Traje, faltaría más, dos calabacines. Al menos pude elegirlos de la mata y me llevé los dos más pequeños … que pesarán cada uno de ellos unos 400 gramos.

Y tomates. Tomates patanegra que les llama mi padre. Durante los días que estuve allí vi como maduraban. Como pasaban de un color verde desvaído a un rosado. Los arranqué entreverados y ya han caído bajo nuestras fauces.

Y un queso.

Imagino que mi madre lo hace en parte por dar de aquello que aprecia, pero también porque sigue temiendo quedarse sin viandas. Cuando durante muchos años el paquete de la matanza que le remitían desde el pueblo era esperado con más deseo que la lluvia en el desierto.

El paquete, solía ser una vieja maleta de madera que luego era devuelta cuando íbamos de veraneo, contenía morcillas, chorizo, un lacón, un buen trozo de lomo en aceite, panceta salada … Mi madre sabía estirar aquel regalo en innumerables guisos y lo más selecto se consumía en las grandes ocasiones.

El pueblo era una especie de despensa en tiempos de necesidad.

Ahora en el pueblo de mi padre ya no se cultivan legumbres ni remolacha. Ahora todo es maíz y girasol. Los campos de cereales, tan hermosos en primavera, casi han desaparecido y las parcelas enrejadas de alambre y palos que sostenían las plantas de lúpulo.

Ahora las huertas cercanas al río han dado paso a plantaciones de chopos y ya casi no quedan zarzas que nos regalen moras.

Tomates familiares ya ingeridos

Del usteo

Escribe Esther Tusquets en El País sobre el ostracismo del “usted”. En contra de la teoría de que el tuteo es igualitario, Tusquets sostiene que “no hay mayor clasismo que tratar de tú a los obligados a tratarte de usted”.

Me parece una reflexión muy acertada. Estoy harta de que en las consultas los sanitarios, desde la auxiliar al médico, te tratan como si fueras subnormal o te conocieran de toda la vida.

Especialmente los médicos, que en muchos casos atienden a personas de edad que llegan a la consulta atribulados. Y enseguida el galeno suelta: “Vamos a ver, ¿qué te pasa?” Como si fuera un niño chico y caprichoso al que hay que reñir.

El tuteo médico, de todas formas, no atiende a edad ni condición. He puesto ese ejemplo porque es el que me parece más irrespetuoso.

Reconozco que tengo una especial aversión a la medicina y a los médicos, que a pesar de su proletarización, siguen comportándose como los brujos de la tribu.

Hace un par de años, después de una década, se me ocurrió ir a la médica de cabecera que me habían asignado. Creo recordar que fue para pedir una baja –la primera en 14 años- por un esguince de tobillo que muy amablemente me escayolaron en urgencias (la madre que les parió)

La médica aprovechó la ocasión para “ya que estás aquí” hacerme la historia clínica y reprocharme que desde mi último parto no había vuelto al ginecólogo. Ya digo que detesto a los médicos.

Así que me mandó al especialista y allí, como no tenían nada mejor que hacer, me aseguraron que tenían que operarme de algo que no sabía que tenía. Una chorrada.

De allí al cirujano que, revestido de la magia de salvar vidas, me trató como si fuera subnormal y dando por supuesto que no iba a poner en cuestión la necesidad de la operación que era a todas luces innecesaria.

Él insistía en el tuteo y yo remarcaba el usteo cada vez con más mala leche. Al darse cuenta de que no le reverenciaba –tal y como estaría acostumbrado- pasó a responder a mis dudas de la conveniencia de la intervención de forma agresiva.

Llegó un momento en el que sacó a relucir sus años de carrera, el mir y todo lo demás. Ahí me tocó las narices y le solté un “oiga, yo también tengo un postgrado”. Parece que se arrugó o más bien se acojonó cuando inmediatamente inquirió de qué era el postgrado. “Tranquilo –le respondí- no me dedico a litigar”.

A todo esto, la enfermera no hacía más que disimular una sonrisita que imagino provocada por lo inusual de la situación. Alguien se atrevía a encararse al sumo pontífice del bisturí.

Supongo que me habrán puesto en su lista negra.

Este es quizás un caso extremo. Pero ¿quién no recibe una llamada profesional de un desconocido y le tratan como si la noche anterior hubieran estado de farra?

El usteo denota respeto, pero en el ámbito profesional es una forma de marcar el territorio, de delimitar unas distancias para que la relación no se contamine de una inexistente confianza que, en muchos casos, resulta nefasta.

Me saca de quicio, por ejemplo, recibir correos electrónicos comerciales en los que me tutean conminándome a adquirir cualquier gilipollez YA.

Días atrás, en la casa paterna, todas las noches mi prima y su marido venían a hacer compañía a mis padres y a jugar una partida de cartas. Mi prima tiene una edad más cercana a mis padres que a mí –tanto mi padre como yo fuimos hijos tardíos, de ahí que él sea apenas una década mayor que su sobrina- y desde que tengo memoria le trata de usted, al igual que a mi madre. Sus hijos, algo más jóvenes que yo, también ustean.

Por supuesto, mis hermanos y yo nos dirigíamos a mis abuelos de usted, así como a mi tío.

La foto es el palacio episcopal de Astorga, proyectado por Gaudí

sábado, agosto 19, 2006

2.000 kilómetros y un congelador


Una doble incidencia familiar nos hizo replantearnos el asueto vacacional. Lo previsto era quedarse ganduleando en casa con alguna salida ocasional. Tras conseguir acomodo para uno de los perros -el bueno- salimos toda la familia y el perro trasto dipuestos a recorrer 700 kilómetros.

Como mi madre está convalenciente de su enésima crisis cardio-respiratoria no era cuestión de agobiarla más de lo debido, así que nos alojamos en un hotel cercano y nuevo. El perro trasto quedó encomendado al cuidado de los abuelos que siempre han demostrado buena mano con los canes y, además, podía disfrutar de un espacioso patio y huerto.

Los días pasaron en visitas al médico, pruebas de sintron, preparar comidas y cenas, paseos por el río e inspección de las modificaciones realizadas por la última concentración parcelaria. Cuando la abuela se encontraba bien -es decir, nos reñía a todos y cada uno de los presentes- hacíamos alguna escapada con el vano propósito de inculcar a las chicas algún aprecio por el enorme legado que las generaciones pretéritas dejaron en aquellas tierras, atravesadas por el Camino de Santiago.

Tras una semana, el padre y la progenie (incluyendo al perro travieso que descubrió la excitación de perseguir y cazar ratones de campo) regresaron a casa, mientras que yo me instalaba en la casa que fuera de mi abuelo y ahora de mi padre.

Al día siguiente de la vuelta a Valencia recibo una llamada:

- Tenemos un problema. La puerta del congelador no se puede cerrar, está lleno de hielo.

Me alarmo, ya que justo el día antes de nuestra salida -y dado que no teníamos previsto salir- había comprado prácticamente todo el género cárnico de mi habitual proveedor. Ante el cambio de planes fue necesario congelar toda la compra.

Doy las instrucciones básicas:

- Hay que descongelar, tardará poco más de una hora. Saca todo lo que hay dentro y lo guardas en la nevera. Desconecta el congelador y deja la puerta abierta.

Al día siguiente nueva llamada:

- Esto sigue lleno de hielo.
- Eso es imposible, no tarda más que una hora en descongelarse. ¿Habeis desconectado el congelador?
- Sí
- ¿Habeis sacado la carne?
- ¿Hay que sacar la carne?
- &@#~ ... que pondrían en los tebeos

No hubo más referencia al congelador en los días sucesivos, por lo que concluí que el asunto estaba resuelto, aunque la utilidad de la carne almacenada quedaba en entredicho.

El jueves 17 a mediodía, una vez comprobado que la salud de mi madre volvía a estabilizarse, regresé. Tenía 700 km. por delante sin posibilidad de relevo al volante, con una parada en Madrid en casa de mi hermana.

Llegué al hogar, dulce hogar, sobre las 9 de la noche con un marido persiguiéndome en coche y desde el garage apremiándome a que conectara el portátil porque era urgentísimo enviar un documento por correo electrónico que estaban esperando. Así que sin tiempo de hacer el socorrido pis, saqué el portátil y realicé las pertinentes conexiones. Unos minutos más tarde confirmaban vía telefónica la recepción del dichoso documento.

Satisfecha la urgencia, fuí a la cocina y comprobé que la puerta del congelador permanecía abierta. ¡Mecachis! Olvidé darles las instrucciones para conectarlo. Pero tras una atenta observación comprobé que ¡seguía habiendo hielo!.

El congelador no había sido desconectado, simplemente habían puesto el termostato al mínimo, así que no se había resuelto nada. ¿Pero qué pandilla de inútiles compone mi familia? No se trata de fabricar una nave espacial, ni siquiera de la peligrosa tarea de cambiar una bombilla. Sólo hay que abrir una puerta y dar a un botón.

Al cabo de la hora el congelador estaba limpio y de nuevo en marcha, esta vez con la puerta cerrada. Toda la carne fue desechada, ya que tras casi una semana despedía un tufo que más que sospechoso era evidencia. Fue necesario fregar con amoniaco la nevera para eliminar el olor y, por supuesto, el viernes a primera hora hubo que hacer una visita urgente a la carnicería para reponer el género estropeado.

Mi hija mayor es capaz de resolver complicados problemas de termodinámica, pero al parecer algo tan cotidiano como un congelador no merece la aplicación de sus conocimientos. La pequeña vive en otra dimensión habitada por mensajes al móvil y mi marido tiene a gala ser un inepto total para las tareas domésticas.

Estoy convencida de que es una conjura, y no precisamente de necios.

La fotografía es de Las Médulas

sábado, agosto 05, 2006

Pasatiempo veraniego


Hace algún tiempo –creo que más de un año- introduje una entrada sobre palabras en desuso y la belleza de las mismas.

Me gustaría, al hilo de un comentario recibido por parte de una amiga desaparecida y felizmente reencontrada, volver a proponer de nuevo el tema. Lo que Sfer denominaría, si no estoy equivocada, un meme.

Reproduzco a continuación el comentario de Pieldivina

"Ante tanto conocimiento de arcaísmos he de reconocer que mi aportación es pobre y quizá, casposa. Pero…¿no os acordáis de la palabra “chorbo”? Cuando iba al instituto (ay, cuánto hace ya de eso) la palabra “novio” era considerada una cursilada del año de catapún, utilizada solo por los carcamales de nuestros padres. Así que se recurría mucho al hoy olvidado vocablo “chorbo, -a”. La verdad, es que a mí (siempre he sido algo repipí para el lenguaje) no me gustaba esa palabra y no la utilizaba. Por cierto, ¿“año de la catapún” se admite también?"


viernes, agosto 04, 2006

Ripley, el asesino admirable

En 1955 Patricia Highsmith dio a luz a uno de los personajes literarios más inquietantes del pasado siglo.

Tom Ripley cuenta 25 años cuando hace su espectacular aparición en “El talento de Mr. Ripley”. Es un fracasado con talento que no ha podido demostrar. Su currículo como pequeño estafador de ancianos indefensos, además de ponerle en peligro, le hace considerar la alternativa de cambiar de aires.

La oportunidad se presenta cuando el acaudalado padre de un antiguo compañero de estudios le ruega que viaje a Italia para convencer a su vástago de regresar al hogar paterno.

De “El talento de Mr. Ripley” se hicieron dos versiones cinematográficas. La primera dirigida por el francés René Clement en 1960, con actores del fuste de Alain Delon, Maurice Ronet y la bellísima Marie Laforet.

Anthony Minghella revisita la historia 40 años más tarde y, curiosamente, sigue siendo moderna. Quizás los actores en esta ocasión no estén a la altura de las circunstancias, especialmente para los que nos estremecimos con la primera versión. ¿No es mucho más creíble Delon como brillante seductor, manipulador y asesino que el cotidiano Matt Damon?

Tom Ripley es un criminal sin castigo que salta de éxito en éxito. Tras su primer golpe reaparece en “La máscara de Ripley”. Highsmith le sitúa una década más tarde, felizmente casado con una rica y sofisticada francesa, residiendo en una mansión en los alrededores de Paris. Vive de “sus negocios”, algo ambiguos, como el negocio del arte. La trama será en parte aprovechada por Paul Auster en “Brooklyn Follies”. Un pintor de enorme éxito muere, pero el hecho se mantiene en secreto mientras que sus obras siguen saliendo al mercado y llenando los bolsillos de Ripley.

En 1974 Highsmith retoma el personaje en “El juego de Ripley”, llevada al cine por Win Wenders bajo el título de “El amigo americano”. En esta entrega el amoral Ripley tiene destellos de humanidad, pero que no son suficientes para compadecerse de su “víctima”.

“Tras los pasos de Ripley” nos revela a un personaje atrapado por su propio reflejo. La novela, de 1980, narra el intento desesperado de Tom por salvar a un adolescente en el que se ve en parte retratado.

La última aparición de este antihéroe exitoso es en 1991 en la novela “Ripley en peligro” que cierra el bucle que se inició con “El talento” y en el que los fantasmas que ha ido creando en novelas anteriores tratan de perseguirle. Pero Tom es un personaje respetable, conocido y bien relacionado, con un prestigio social intachable. Saldrá de nuevo indemne de sus tropelías.

Los crímenes de Ripley no son especialmente brillantes, más bien son fruto de la necesidad que de la planificación. Pero sabe salir indemne de toda investigación y su buen nombre no se ve empañado por sospechas.

Tom es frío, egoísta y se mueve siempre por su propio interés. Sin embargo, no es un asesino que resulte repulsivo al lector, que siempre espera que salga indemne de sus tropelías. Es un raro hallazgo de la autora imprimir ese carácter.

Patricia Highsmith murió cuatro años más tarde y la saga de Ripley concluyó.

Highsmith publicó otras muchas novelas inquietantes y un buen número de relatos más inquietantes todavía. Pequeños relatos de una crueldad estremecedora en los ámbitos más íntimos e insólitos. Una mujer con una mente tan retorcida y aguda que me hace pensar que jamás me quedaría con ella a solas.

miércoles, agosto 02, 2006

T-4 (de nuevo)

Ayer regresaba nuestra hija pequeña de su tercer y último viaje (se supone de estudios) veraniego. La llegada de su vuelo a Barajas estaba anunciada a las 11:45 a.m.

Así que sus progenitores, el primer día de vacaciones, se levantaron a las 6:00 (bueno, yo media hora más tarde) y después de las necesarias abluciones matinales, atender a los habitantes de cuatro patas y desayunar, se pusieron en camino con paciencia, que la cosa de los puntos no es para tomarla a broma

A la altura de Arganda recibimos un sms que, traducido, venía a decir: “Pasajero enfermo, aterrizaje de emergencia, no sabemos si cogeremos el enlace de Londres”.

Llamo a la agencia que ha organizado el viaje para pedir información, pero la cobertura se va al garete. Así que decidimos esperar hasta llegar a la T-4.

Mientras hago cola para que un ineficaz empleado de British me atienda, mi marido vuelve a llamar a la agencia. Durante la espera suena mi móvil. Es la agencia. Es curioso, están hablando con los dos al tiempo y cuando nos damos cuenta nos partimos de risa.

Tras la conversación de 10 minutos, el empleado de British todavía no ha concluido con el señor que me precede, así que abandono la cola (por eso digo lo de ineficaz)

En resumen. La pandilla está en Londres. 10 que iban a Barcelona han sido acomodados en otro vuelo directo al Prat –que dios les ayude- y los 30 restantes están siendo acomodados en otros dos vuelos –no hay plazas suficientes en uno- que llegaran a Barajas a las 16:30 y las 17:45.

Nuevo sms desde Heathrow que nos aclara que no ha sido un infarto: “Un gilipollas ha tenido un ataque de pánico y el piloto ha aterrizado en Nueva Delhi. Se lo han llevado en ambulancia”.

Son las 12:00, así que decidimos ir a Madrid, visitar alguna librería y comer. Mi marido cree que es merecedor de más regalos de cumpleaños y se obsequia con un libro sobre Mies, otro sobre diseño tipográfico y un tercero sobre no sé qué (99,45 euros)

Vamos a comer a La Daniela. Le digo que está loco, que es primero de agosto … Pero acabamos en la taberna comiendo cocido –fabuloso- y dejando que la camarera nos riña por no acabar las pantagruélicas fuentes, mientras nos llama “queridos”.

A las 16:00 horas estamos de nuevo en la T-4. Consultamos el horario de llegada del vuelo 646. El retraso de media hora se amplía a 45 minutos. El avión aterriza, pero por la puerta 10 no sale nuestra alborotadora pandilla adolescente. A las 18:00 horas ha aterrizado el segundo vuelo. Al poco sale un portavoz granujiento y anuncia que:

a) las maletas no aparecen
b) están presentando las reclamaciones
c) a lo mejor vienen en el vuelo de las 18:00 horas que acaba de aterrizar y esperaran a ver que pasa.

Una vez comprobado que tampoco vienen en ese vuelo, los chicos van saliendo y responden sobre el accidentado viaje.

Cuatro horas después de despegar de Singapur un pasajero despierta al resto entre gritos. En medio del pasillo berrea que se quiere bajar porque el avión se va a estrellar.

Reacción de los pasajeros:

a) que se baje, pero ya (opción rechazada por aquello de que se despresuriza la cabina)
b) que le den un valium, dos valium, tres valium …
c) que le den una hostia

El comandante anuncia que –el follón ha debido ser antológico- va a tomar tierra para desembarcar al pasajero. El pasaje sugiere dejarlo en Bagdad o Beirut, algún sitio donde el miedo a volar sea rápidamente olvidado.

El piloto opta por el aeropuerto más a mano, que resulta ser Nueva Delhi. Allí una ambulancia a pie de pista recoge al maníaco.

Entre pitos y flautas pierden tres horas, las suficientes para no alcanzar el enlace Londres-Madrid. Al llegar a Heathrow el piloto da las gracias al pasaje por su paciencia.

Los chicos llevan más de 30 horas en aviones y aeropuertos desde que salieron de Queensland y a pesar del subidón de adrenalina que les provoca contar la aventura, empiezan a dar muestras de cansancio.

Mi hija pide urgentemente un bocadillo de tortilla de patatas y un zumo de naranja recién exprimido.

Salimos del aeropuerto tras repartir besos y abrazos al resto de la expedición. La pobre se queda dormida antes de enfilar la A-3.

Hoy hemos llamado a British por lo del equipaje. Respuesta: pues las maletas están bien en Singapur, bien en Londres.

Corolario: para que un vuelo se convierta en una aventura inolvidable no hace falta que el Sepla se ponga en huelga; ni que los trabajadores de Iberia invadan las pistas, ni que haya huelga de limpieza. Ni siquiera que viajes con Iberia o que tu aeropuerto de salida o llegada esté gestionado por Aena. Viajar en avión casi siempre es una aventura.

La primera entrada de este blog se titula “Aena, te amo”. Los curiosos, pueden consultar este enlace

Duchenne (lo de los obispos)


La enfermedad de Duchenne es un trastorno de origen genético. Se trata de una distrofia muscular causada por un gen defectuoso en el cromosoma X. Básicamente es una enfermedad que afecta a los hombres, mientras que las mujeres son portadoras.

Los síntomas pueden declararse casi desde el nacimiento, pero se suelen desarrollar a partir de los 6 años. Estos síntomas son básicamente debilidad muscular progresiva, con pérdida de masa muscular. La debilidad empieza a detectarse en las piernas y pelvis, para ir invadiendo el resto del cuerpo. A los 12 años la mayoría de los pacientes están impedidos para usar las piernas. Los huesos crecen anormalmente y causan malformaciones de columna.

La debilidad muscular y las malformaciones óseas ocasionan patologías respiratorias frecuentes. Por otro lado, el progreso de la enfermedad afecta también al desarrollo intelectual.

No existe cura. La esperanza de vida es de 25 años.

En resumen, un niño que hereda la enfermedad de Duchenne estará casi desde su nacimiento confinado en una silla de ruedas. Padecerá dolores difíciles de calificar a causa de las frecuentes contracturas. Su cuerpo quedará deformado y acabará muriendo por fallo respiratorio.

Habrá pasado prácticamente toda su vida sufriendo y los que están a su lado y le aman no pueden hacer nada no ya para curarle, sino para aliviarle.

Los obispos han puesto el grito en el cielo porque una pareja española se sometió a terapia genética para concebir un hijo libre de esta enfermedad y que, además, no la trasmitiera.

La tecnología y la legislación actual lo permiten. Así que se fertilizaron unos óvulos, se seleccionaron dos embriones viables y sanos, se implantaron en el útero de la madre, prosperó uno … y nació Carmen. Una niña que ha ofendido gravemente a la curia episcopal.

Los prelados claman al cielo y se refieren a los embriones no viables o rechazados como “los hermanos de la niña” a los que se les ha negado el derecho de nacimiento.

La declaración de los obispos no tiene desperdicio: "La niña que ha nacido en Sevilla no ha sido curada de nada, ni librada de ninguna enfermedad. Ella ha estado sana desde el principio y por eso ha sido seleccionada para vivir. En cambio, algunos de sus hermanos, en su fase de embriones, han sido destruidos o congelados para un futuro incierto".


Ya sé que la reflexión que voy a hacer es manida: los jodidos obispos no iban a criar al enfermo, ni a verle sufrir, ni sufrirían ellos mismos ni verían su atormentada muerte a una edad en la que otros piensan en divertirse.

A los obispos no les preocupa el dolor del vivo, sino la ausencia del mismo en los no vivos. Los no vivos también deberían tener el derecho de padecer la enfermedad. O, qué demonios, de padecerla todos.

Los obispos estigmatizan a la recién nacida, a sus padres y al equipo científico que ha hecho posible que viniera al mundo SANA. Porque la salud, deben pensar, es un don divino, no un avance de la humanidad. Como si los dones divinos salvaran al mundo.

La archidiócesis de Madrid publica un artículo de lo más jugoso, en el cual no sólo se escandaliza de que se hayan desechado embriones, sino que todo el proceso se realizase dentro del marco de la sanidad pública. “Es lamentable –señala- que con el dinero de los contribuyentes se esté entrando al mismo juego de determinadas industrias que se rigen por intereses meramente económicos”.

Corolario: si quieres tener un hijo sano, te lo pagas de tu bolsillo. Y si no tienes pasta, te toca sufrir, porque bienaventurados son los que sufren ya que de ellos será el reino de los cielos. ¿Qué te creías, pardillo?



La fotografía es de mi hija mayor cuando empezó a gatear.
Ella nació sana por suerte, ya que entonces no tenías más que dos opciones: corrías el riesgo (vete tú a saber que enfermedad que desconocías podías legale) o no correr el riesgo. Hoy, afortunadamente, se puede evitar la angustia de NO SABER y tienes la posibilidad de ELEGIR. Ásí que en el conocimiento está la posibilidad de elección.