miércoles, noviembre 03, 2010

La corrupción

Esta comunidad en la que vivo un día sí y otro también es noticia por la corrupción que en ella impera. De Vinaroz a Orihuela no sé si algún municipio o cargo público se libra.

La corrupción es uno de los delitos más destructivos que existen. Genera injusticia, dilapida los caudales públicos, encarece los precios, vicia a la sociedad y la anestesia y provoca una enorme ineficiencia en el uso de los recursos.

La corrupción favorece que proyectos inútiles, cuando no destructivos, salgan adelante. La corrupción incita a la codicia. La corrupción fomenta la creación de grupos de presión de corte mafioso. La corrupción –hasta ese extremo hemos llegado- ha provocado, que se sepa, hasta un asesinato.

La corrupción promueve otros tipos de delincuencia.

La corrupción no es sólo pagar sobornos o amedrentar a la competencia.

La corrupción es también crear empleos con dinero público que no se necesitan. La corrupción es también fijar sueldos inapropiados para gente cuyas habilidades profesionales o laborales son prácticamente nulas y que tendrían prácticamente imposible obtener un empleo por méritos propios.

Este tipo de corrupción, tremendamente habitual es esta tierra tanto en las administraciones públicas como en cualquier empresa vinculada remotamente con el poder, es el origen de despilfarros que asombrarían.

Los que se benefician de esta corrupción, además, son exigentes y arrogantes. No consienten que se les recuerde cuales son sus obligaciones laborales y, como buenos cachorros caciquiles, recuerdan amenazantes quienes son sus padrinos.

La corrupción es un lastre para el desarrollo, para el empleo estable, para cumplir unos objetivos presupuestarios razonables. La corrupción es mala para la economía, pero es letal para la salud de la sociedad.

Consentir y justificar la corrupción es condenar a un país.