miércoles, octubre 29, 2008

La nena se va

En la familia se ha producido una buena noticia. Mi hija mayor, que dentro de tres meses cumplirá 24, se independiza. Está terminando la carrera y desde el pasado verano trabaja en una franquicia de bocadillos 30 horas a la semana, lo que le proporciona un sueldo mensual superior a los 800 euros. O sea, no llega a mileurista.

Así que con una amiga, en su misma situación, y con las ayudas previstas por Chacón –ya veremos cuando las cobran- se han alquilado una casa en el pueblo.

Antes de ver la casa ya me eché a temblar, ya que su padre dijo de la vivienda que “tenía muchas posibilidades”. Y conociendo como conozco a mi marido, que considera que una porqueriza tiene muchas posibilidades, me temí lo peor.

La casa en cuestión tiene tres plantas. La situación es extraordinaria, en el casco histórico del pueblo, todo peatonal, en una placita con su correspondiente fuente; el horno de leña a exactamente tres pasos y a 100 metros de la calle principal, donde siempre hay aparcamiento.

El primer piso estaba bien, todo reformado. El segundo ya daba bastante agonía, con cable colgado de cualquier sitio, azulejos caídos y una necesidad de varias garrafas de cinco litros de lejía.

Pero el tercero ... el tercero era inenarrable que es, precisamente, el que mi hija se reservó. Bajo tejas, con una chimenea que ha servido para la entrada de todo tipo de aves –como demostraba el guano esparcido por todo el suelo (por llamar al suelo de alguna manera), con una habitación pavimentada con restos de serie de azulejos de todos los colores y formatos imaginables; una puerta podrida que da a una terraza ...

Durante un mes ha trabajado ella y su pandilla como negros. Han limpiado, cambiado puertas, pintado, puesto suelo, reformado la instalación eléctrica, desembozado cañerías, lijado y acondicionado ventanas y contraventanas ... No todos pueden echar mano de una pandilla como la suya. Es lo que tiene mantener las amistades del instituto del pueblo, que uno se ha hecho electricista, otro es solador y el de más allá es fontanero.

Este fin de semana está dispuesta a hacer la mudanza. Anda husmeando por los armarios a ver qué puede arramblar, lo cual me viene bien, por un lado, para deshacerme de algunos muebles que me estorban, y mal, por otro, porque en muchas ocasiones a lo que le echa el ojo no es lo que me conviene.

Hace acopio de sábanas, toallas y mantas. Pregunta si se puede llevar cazuelas (no sé para qué, ya que ella y la cocina están enemistadas) y le ofrezco, infructuosamente, unas cortinas para sus balcones.

Tengo que decir que presumo de la iniciativa de mi hija, cuando padres de mi entorno se han resignado a que los suyos se asienten por tiempo indefinido. Pero también es cierto que hay padres que tampoco alientan la independencia, rodeando a los hijos de tantas comodidades que a ver quien es el guapo que renuncia a ellas.

Mi hija ya sabe que durante bastantes meses, por ejemplo, no tendrá internet, aunque tampoco es que lo use en casa más que para bajarse apuntes y prácticas de su carrera. De hecho, la única dirección de correo electrónica que tiene es la que le facilita la Universidad.

Me gusta que haya elegido el pueblo para vivir. Lo cierto es que se ha convertido en una alternativa deseable: tranquilidad, servicios, buena atención médica, transporte colectivo ... Muchas casas abandonadas están siendo rehabilitadas. Frente a la suya, un arquitecto se ha hecho un estudio y vivienda realmente espectacular.

Así que mi marido ha dado en cavilar si no sería buena idea, para dentro de unos años, plantearnos algo similar. Aunque prefiero poner unos cuantos kilómetros por medio, unos cientos, unos miles o un océano por medio.

jueves, octubre 23, 2008

Basilea-Barça

Estábamos en casa viendo el partido de la Champions. Una gozada, pero daban penita los de Basilea. Y en eso que nos acordamos:

- Ese entrenador es burro. Mira que tener a Federer en el banquillo y no sacarlo ...
- Claro, para sustituir al portero. Pones a Roger con la raqueta en la portería y las devuelve todas.

domingo, octubre 19, 2008

Imágenes curiosas

Acabo de regresar de Venecia. Aquí dejo unas cuantas imágenes insólitas de la isla inaudita
Reponiendo los pilotes
Fachada apuntalada.

Las monjas de turisteo

El puente de los suspiros profanado por la publicidad. No es el único.

La publicidad no respeta nada. Así esta la Piazzeta de San Marcos y el palacio del Dux.

lunes, octubre 13, 2008

Haciendo amigos

El 11 de octubre Mariano Rajoy se despacha diciendo que al día siguente “Tiene el coñazo del desfile”, acto que califica de “planazo”.

El 12 de octubre, en una ofensiva para intentar arreglar el destrozo –menuda cara tenía Rajoy en el palco de invitados de la parada militar- sale González Pons con su verborrea habitual. El problema de González Pons es que cuando se embala no sabe frenar.

En una de sus múltiples declaraciones realizadas en el Día de la Hispanidad suelta por esa boquita: “El PP es el partido del pueblo, el PSOE de los banqueros”. Mi amigo Sol Solet calificaba a González Pons, cuando era conseller del califato de Camps, “el conseller sandía”. Creo que ha escalado un puesto y es el “portavoz melón”.

Sola falta que Esperanza Aguirre se cisque en la madre del presidente de la Conferencia Episcopal. Así el PP habrá conseguido en tres días reforzar lazos de amistad con el Ejército, la Banca y la Iglesia.

Si encima Pepiño Blanco cerrara la boca –sería un milagro- ni la crisis pondría en peligro que el PSOE gane las próximas elecciones. Pero si Blanco calla, sería como dopaje.

miércoles, octubre 01, 2008

Un pecado venial

Cómo suele ocurrir en estas fechas, estoy en Italia. Hoy, tercer día de estancia, he regresado pronto al hotel, a mi viejo y encantador hotel todo decadente, con frescos en los techos, un jardín monacal y rodeado de calles recoletas y silenciosas, por dónde transitan más bicicletas que coches.

Cuando me he dispuesto a reunirme con uno de mis compañeros de viaje –con el estúpido deseo de cenar en cualquier garito de universitarios por menos de 10 euros- he visto a través de la ventana, al otro lado de la angosta calle, una ventana iluminada.

He sucumbido a la curiosidad y, con la luz de mi habitación apagada, he comprobado que era una cocina. La ventana estaba abierta y he visto a una chica joven, cuyo rostro estaba casi permanentemente oculto tras una melena oscura, que trasteaba en los fogones.

Debía estar preparando pasta, porque con frecuencia daba vueltas con una cuchara al contenido una cazuela impecable de acero inoxidable. Y mientras preparaba la comida, ponía la mesa al lado de la ventana.

No he resistido la tentación. Ha cogido la cámara y he disparado unas cuantas veces, sorprendiendo esa intimidad casera, cotidiana, tan común.