miércoles, febrero 28, 2007

Lo que leen los lectores de prensa

Se supone que las empresas adaptan los productos a las necesidades y gustos de la clientela. Tratándose de prensa diaria, la tecnología permite actualmente conocer en tiempo real que noticias son las más leídas que, se supone, son las que más interesan al universo de lectores.

Pues éstas son las noticias más leídas de hoy en El País:

La cremallera del vestido de Penélope
Quintero en profundo desacuerdo con la decisión de RTVE y talytal
Amante lesbiana aspirante a heredera de IBM
Windows Vista, víctima del "pásalo"
Boicot, ¿qué boicot) (a las operadoras de móvil)
El voldán Stromboli entra en erupción
Declaración judicial de Trashorras
El colectivo de presos etarras dice que De Juana está fatal
Iñárritu rompe con su guionista

Los lectores de El País, quién lo iba a decir, son propensos al cotilleo y la frivolidad, los sucesos y las tecnologías.

Pero pasemos a ABC:

Pues yo no me río de mi presidente (extraño titular, pero que resulta ser de un comentarista)
Todos con la hija de Rocío y Ortega Cano (no sé si es Rociito u Ortega Cano tuvo una hija con lamásgrande)
Bases no, pues Delphi tampoco (artículo de opinión)
Entrevista con Cannavaro
Fotografías eroticas de concursate de OT en USA

Conclusión: los lectores de ABC leen columnas, deportes y cotilleos.

Lamento no poder ofrecer las noticias más leídas en las webs de El Mundo o La Vanguardia porque no incluyen esa utilidad.

En cualquier caso es bastante revelador que la politica ni siquiera aparezca y, sin embargo, sea esta información la que más espacio ocupa, sea internacional, nacional, autonómica o local. Y no creo que los lectores de El País o ABC sean unos adictos al tomate.

martes, febrero 27, 2007

Series de antaño (4): Los Roper tienen un hombre en casa


“Los Vengadores” es hoy una serie de culto. Pero éxito, lo que se dice éxito, entre las series británicas, lo obtuvo “Un hombre en casa” y posteriormente su hija partenogénica “Los Roper”, que eso ya fue el bombazo.

Claro que yo también la ví con otros ojos, ojos que habían atravesado adolescencia y vislumbraban la etapa universitaria, con otras inquietudes.

“Un hombre en casa” fue una serie producida entre 1973 y 1976 por la cadena británica ITV. La historia era simple: dos chicas inglesas trabajadoras comparten piso con un estudiante de cocina para pagar el alquiler. Un hombre compartiendo piso sin vínculo familiar alguno con dos solteras monas, pero normalitas, una morena y una rubia. Algo casi impensable en aquellos tiempos en este país.

Parte del éxito creo que se debió a la incógnita de si Robin –el protagonista masculino- acababa enrollándose con alguna de las dos alocadas compañeras de piso. Aunque el auténtico valor de Robin para las chicas es que sabe cocinar y, por fin, pueden alimentarse de forma decente todos los días.

Pero el toque genial de la serie no es este trío, sino la pareja propietaria del piso en el que viven y que habita en la primera planta: Los Roper: Mildred y George. Dos personajes sencillamente geniales que poco a poco fueron fagocitando el protagonismo de los vecinos de arriba hasta conseguir una serie propia de enorme éxito.

Mildred es una metementodo que quiere dárselas de dama refinada. George es un vago congénito cuyo ideal es tirarse el día bebiendo cerveza delante del televisor e imaginando qué cosas puede estar haciendo Robin con las dos chicas del piso de arriba. Para mí que Homer Simpson tiene bastante de George Roper, si bien la pareja británica no tenía prole de la que preocuparse.

La serie empieza cuando a los Roper les expropian su casa en un barrio londinense de medio pelo compran otra en un área suburbana de más prestancia. Mildred intenta hacer buenas migas con sus vecinos snobs, mientras que George la deja en ridículo continuamente sin esforzarse. Yootha Joyce era la impagable Mildred, mientras que Brian Murphy daba cuerpo a George.

La serie estuvo en antena hasta 1979. En 1980 se rodó una película con los mismos personajes y ese mismo año, cuando se preparaba la siguiente temporada, la sensacional Yootha Joyce fallecía víctima de sus excesos alcohólicos, quién lo iba a decir de ella, que siempre aparecía con una taza de té en la mano, mientras que Murphy trasegaba cerveza.

jueves, febrero 22, 2007

Series de antaño (3):Los Vengadores

Yo quería ser Emma Peel. Tan sexy, tan elegante, tan letal, tan educada ... Emma Peel era mi ídolo.
Pero primero una aclaración. En realidad esta entrada debería dedicarse a uno de mis más sólidos ídolos de la infancia: Patrick McGoohan y sus dos imprescindibles series: "Cita con la muerte" y "El prisionero". Pero Portnoy hizo una glosa que no tiene mejora, así que mejor se ponen al día en su blog.
Pues eso, series británicas, de excelente factura, con un elegantísmo touch of class, tremendamente pop. Emma Peel era la mitad de Los Vengadores, claro. Su par era Patrick Macnee, inconfundible con su inseparable bombín (de aquí en adelante Mr. John Steed)
Aunque en mi memoria Emma Peel (Diana Rigg) estuvo siempre en la serie, no siempre fue así. En el papel de compañera de Mr. Steed hubieron otras actrices que siguieron el camino de convertirse en chicas Bond.
Rigg borró a todas ellas del recuerdo. Los Vengadores sin Emma Peel no hubiera alcanzado el grado mitomaníaco que consiguió. Emma Peel es una vuelta de tuerca a los hasta entonces tediosos personajes femeninos de las series de acción: no es una mera cara bonita, no es la pérfida enemiga. Es una experta en artes marciales -oh, sus combates embutida en un mono imposible de cuero- excelente tiradora (tanto de esgrima como de arma de fuego), sofisticada y más peligrosa que el bombín de Mr. Steed.
El snob Steed tiene una compañera de su nivel. Las tramas son cada vez más fantásticas, los enemigos a que se enfrentan más pérfidos, el humor impregna cada capítulo y se establece una extraña química entre los protagonistas alejada de la tensión sexual que suele utilizarse en las series donde los protagonistas son de distinto sexo. Desde el primer momento el espectador sabe que nada va a ocurrir entre la bella Peel y el estirado Steed, pero su camaradería, su particularísimo humor, les convierten en la pareja ideal.
La salida de Emma Peel de la serie -cómo no, para ser chica Bond en "Al servicio de Su Majestad" con el olvidado y olvidable George Lazenby en el papel de 007- es el inicio de su decadencia. Tras un par de intentos fallidos con nuevas protagonistas carentes del carisma de Diana Rigg, la serie desaparece. Por cierto, Rigg se casa con 007, pero es asesinada cuando parte con su ya marido de luna de miel.

Un último apunte, la Sra. Peel era una experta en manejar el látigo, adelantándose así a otro mito, Indiana Jones.

lunes, febrero 12, 2007

Series de antaño (2):Viaje al fondo del mar

Esto de las series antiguas tiene su miga. En el siglo pasado, pero bastante pasado, la película más reciente que se podía ver en la tele tenía un mínimo de 10 años. Las pelis, tras un largo periodo en cine de estreno -podía llegar a años, como fue el caso de "El violinista en el tejado"- pasaban al circuíto de reestreno, es decir, a las salas de sesión continua con doble programación. Y luego iban descendiendo de categoría. De hecho, el estreno era en Madrid, en algún cine de la Gran Vía o la calle Fuencarral. Luego se estrenaba en provincias. Para que luego digan del centralismo.

A lo que iba, una peli en la tele de menos de 10 años era una rareza. Por eso se tiraba de series, fundamentalmente norteamericanas y con un doblaje que denominaban neutro. Los tiroteos eran balaseras. No vean ustedes las balaseras que se organizaban en "Los intocables", serie de obligada visión con un Robert Stack en el papel de Eliot Ness -que luego interpretara de forma tan sosa Kevin Costner- cuya primera aparición en el cine data de 1942 en un papel que todo amante del buen cine recordara: el amante de Carole Lombart en "To be or not to be". Sí, ese que sale del patio de butacas cada vez que Jack Benny inicia el inmortal monólogo, para gran mosqueo de éste.

Otra de las series imprescindibles la tarde de los sábados era "El Virginiano", que junto a "Bonanza" nos introdujeron en el western semanal. En la primera mi favorito era Trampas, que de la versión cinematográfica -un auténtico villano- se había transformado en el guaperas divertido del rancho.

Pero había una que no nos perdíamos. También la tarde de los sábados, después del concurso "Cesta y Puntos", era "Viaje al fondo del mar", con el almirante Nelson -se supone que un descendiente del héroe de Trafalgar- y el comandante Crane. El protagonista es un submarino que explora los fondos marinos como si se tratara de un planeta más allá de la galaxia.

¡Celentéreos!. Enormes celentéreos que electrizaban el submarino y yo no sabía qué era aquello, aunque me parecían medusas gigantes. Luego, cuando estudié biología, comprobé que era lo mismo.

Seres abisales peligrosísimos, monstruos anfibios, enormes tiburones ... La emoción era indescriptible. Era como ver cada semana "20.000 leguas de viaje submarino", pero con una decoración de interiores menos victoriana.

En fin, una delicia.

El productor de la serie, Irwin Allen, estaba detrás de otra serie de culto, asimismo de ciencia-ficción: "El túnel del tiempo", una serie que tenía un comienzo inolvidable y, evidentemente, inspirado en "Vértigo" del maestro. Como se puede sospechar fácilmente, se trataba de un artilugio que permitía viajar en el tiempo a los dos héroes de la serie, con el objetivo de desfacer entuertos.

domingo, febrero 04, 2007

¡Ay aquellas series de antaño!

Hace unos días tope en uno de los digitales con una serie que tiene toda la pinta de abominable: una vuelta de tuerca sobre C.S.I. En este caso, criminalistas militares americanos. El acabose. Pero bueno, el comentario no iba por ahí, sino porque uno de los protagonistas de la misma es David MacCallum. Y ustedes se preguntarán quien demonios es ese señor, ya de edad más bien avanzada. Pues nada menos que EL AGENTE DE CIPOL. Bueno, uno de los dos agentes de CIPOL, el otro es Napoleón Solo, digo, Robert Vaughn.

Esa serie, de mediados de los 60 en Estados Unidos y finales en España, es uno de esos recuerdos vívidos de mi infancia. Esperar el día de emisión en la única televisión de España –no sé siquiera si existía la 2 (entonces conocida como UHF)-, por supuesto en blanco y negro y con doblaje portorriqueño o algo así.

Napoleón Solo –la mitad atractiva de la pareja de espías- estaba fielmente escoltado por Illya Kuryakin, es decir, David Mac Callum. La cuestión es que cuando le ví al ya añoso Mac Callum, lejos del jovencito y rubísimo personaje –ustedes perdonarán, pero hasta tenía cromos que coleccionaba de personajes de televisión- exclamé: “¡Illlya Kuryakin!”. Y mi marido me miró y movió la cabeza de un lado a otro. “Que sí, hombre –le dije- el hombre de CIPOL”.

Y claro, acabamos hablando de nuestras series míticas. Una era, obviamente, la citada. Pero surgieron más escarbando en la memoria. Por supuesto “El agente secreto” y su secuela “El prisionero”, protagonizadas por Patrick McGoohan. De la segunda ya se ocupó en su día Portnoy en su blog.

CIPOL era como una fusión de FBI y CIA. Sus objetivos eran amplios: desde el crimen organizado a los temibles y odiosos espías soviéticos. Los dos agentes, Napoleón Solo –que no me negarán que el nombre del personaje no tiene tela- y el rubio Kuryakin tenían un jefe más feo que picio.

Sin llegar a la sofisticación de 007, era una serie de glamour. No en vano el propio Ian Fleming participó en la gestación. Vaughn era la versión televisiva y americana de Bond, un ligón de cuidado, pero frío a la hora de disparar. Incluso creo recordar que posaba en típica pose Bond: el cañón de la pistola rozando la mejilla, mientras que Solo iba atildado con smoking, camisa almidonada y corbata de lazo.

La serie fue un exitazo, hasta el punto que tuvo hasta cuatro secuelas cinematográficas, con los mismos protagonistas.

Era de lo más entretenido y, desde luego, procuraba no perderme ningún episodio, aunque con frecuencia iban adornados con uno o dos rombos. Chocaba que tan secreta y poderosa organización tuviera su entrada por una tintorería, una chusca coincidencia con otra de las series más escacharrantes de la época: Superagente 86, que lo hacía a través de una cabina telefónica.


P.S.: Dado que voy a pasar un par de semanas bastante agobiada de trabajo, les doy un descanso y me disculpo por no visitar los estupendos blogs de los que soy habitual lectora y comentarista.