jueves, marzo 29, 2007

El cuarto mosquetero

Ha sido de siempre uno de mis favoritos. Cuando desapareció del panorama deportivo pensé que, bueno, habría decidido dedicarse a ejercer de entrenador o alguna otra actividad relacionada con el tenis. Pero me extrañó dejar de verle de repente en los torneos.

De todas formas, es un hombre discreto y nunca acaparó la atención popular como otros tenistas de su generación: Moyá, Corretja o Costa. Pero él era el cuarto mosquetero de lo que se llamó, y por extensión todavía se llama, la Armada Invencible.

Félix Mantilla se caracterizaba por pasar desapercibido, aunque a veces se permitía alguna frivolidad como teñirse el pelo y diversos cambios en el acicalamiento de su perilla.

Sin embargo, siempre fue un valor seguro en tierra batida. En aquel mítico 1998 alcanzó las semifinales de Roland Garros, acompañando a los otros tres mosqueteros, que fue el año del doblete: Moyá y Arantxa.

Acumula 10 títulos, entre ellos el Master Series de Roma de 2003, en dónde derrotó a Federer. Fue su último título, aunque quizás el más querido por él sea el Conde de Godó que ganó en 1999.

Pero no es el único número 1 del mundo al que ha derrotado en una final: Moyá y Kuerten también se cuentan entre sus víctimas.

Aunque lo suyo es la tierra, también obtuvo resultados notables en pista rápida, como la final que perdió contra Rafter en Long Island, justo antes de que el australiano ganara su segundo Open Usa.

Mantilla, tiene otras gestas en su haber, como aguantar un partido de Copa Davis contra Nueva Zelanda, y ganarlo, estando lesionado –prácticamente no se podía mover-, porque ningún otro tenista del equipo quiso jugar.

Mantilla era el prototipo de luchador, de familia de pocos posibles económicos, perteneciente a un club de escaso relumbrón. Y ese carácter de luchador es el que le impulsa a volver al tenis después de superar un cáncer de piel que hace un mes hizo público.

Vuelve al tenis con 33 años no para ganar nada, sino porque le gusta y porque quiere demostrar que después de un cáncer de piel, algo verdaderamente sensible para un deportista cuyo ámbito de trabajo es el aire libre, se puede seguir disfrutando.

Necesita, eso sí, vestimenta especial, que le proteja del sol. Y no sé yo si las marcas de equipamiento están por la labor, pero demostrarían no sólo sensibilidad, sino también visión comercial, porque Mantilla, aunque no vuelva a ganar un torneo, es un campeón.

martes, marzo 27, 2007

El Infierno

¡Arrepentíos! El infierno existe y es eterno. Lo ha dicho Su Santidad y eso, hermanos, va a misa, que para eso es Papa.

Benedicto XVI nos ha recordado que es imprescindible el arrepentimiento y el propósito de enmienda. No vale sólo el “no lo volveré a hacer”, cómo si a uno le hubieran pillado metiendo la mano en la caja de bombones o intentando colar la factura del Caprabo.

No, como en el catecismo del Padre Ripalda, contricción y atricción. Si hemos pecado, dolor por haberlo hecho mal y porque al Supremo (ser, no tribunal) hemos ofendido.

Aunque estoy demostrando mi escasa preparación doctrinal, me dejo tentar y pregunto. ¿Los que mienten de forma reiterada –no por error o ignorancia, sino por maldad y rencor-, también deben aplicarse la advertencia papal? o, si son jaleados por los púlpitos episcopales, ¿tienen bula e indulgencia? ¿saben que les espera, en caso contrario, un infierno real y eterno?

martes, marzo 20, 2007

Series de antaño (y 8): Colofón

Con Belphegor dejo, de momento, las series. Hubo muchas más que me gustaron, pero son más recientes y están en la memoria de casi todos. Citar por su originalidad algunas, como “Doctor en Alaska” y aquellos personajes extravagantes que habitaban en Cicely y que tanto chocaban a Joel, especialmente Maggie, cuyos novios tenían la desagradable costumbre de fallecer.

Doctor era una serie de personajes más que de historias. Ed, el joven indio que se cartea con Bogdanovich y otros grandes directores; Chris, ex delincuente redimido por la poesía; Marilyn, pasando del urbanita Fleischman y sus neuras mientras teje un interminable jersey; el arrogante Maurice … Doctor en Alaska es toda una galería de grandes personajes que por sí mismos ya merecerían su propia serie.

Expediente X fue la gran sorpresa durante algunas temporadas. Otras grandes series exigían auténtico fervor para seguirlas, ya que las emisoras de televisión solían ponerlas a horas imposibles. Tal es el caso de las primeras temporadas de Ley y Orden, cuando todavía no se había desdoblado en tres series. En aquellos primeros años contó como protagonistas a actores de la talla de Paul Sorvino, Jerry Orbach o Dennis Farina. Allí se fogueó –y ahora vuelve- Chris North antes de seducir a la empachante Carrie de Sex in the City. La serie contó con la presencia de la inconmensurable Dianne Wiest durante casi medio centenar de episodios.

Sin olvidar, claro está, el origen de todas las series de médicos que nos invaden actualmente y, para mi gusto, la mejor: Urgencias que supuso el descubrimiento del hombre más guapo de la galaxia, más conocido como el nuevo chico Martini, el chico Porcelanosa, el chico Nexpresso, el chico Toyota, el chico Corte Inglés … y ganador de un Oscar.

De otras ya he hablado en anteriores entradas, como “El ala Oeste de la Casa Blanca” o la británica “Sí, ministro”. De las británicas, además, destacar una realmente fantástica como fue “Alló, alló” y que venía a ser la versión british de “Los hombres de Hogan”. En este caso trataba de la ocupación alemana de un pueblecito francés plagado de resistentes y dónde René, el tabernero, tenía que lidiar con unos y otros y una suegra que no se levantaba de la cama. Genial. La serie fue producida por la BBC entre mediados de los 80 y principios de los 90 y tengo entendido que alguna autonómica la repone de vez en cuanto en horarios obscenos.

jueves, marzo 15, 2007

Series de antaño (7): El fantasma del Louvre

No ví esta serie. Bueno, sí, pero no. Me pasaba toda la proyección con la cara tapada con una manta o las manos si no había ninguna a mano. Pánico me provocaba. Y aunque no la viera, la sufría y pobló durante algunas semanas mis sueños de pesadillas y terror a la oscuridad.
Belphegor, el fantasma del Louvre, es una de las pocas -quizá la única- series francesas que causó furor. Era en blanco y negro, por supuesto. No voy a contarles el argumento, porque hace pocos años se hizo una versión cinematográfica -en color, claro- protagonizada por Sophie Marceau en el mismo papel que interpretó en su día Juliette Greco.
Belphegor, con ropones negros y un rostro oculto siempre bajo una máscara, deambula por el Louvre y París dejando un rastro de muerte. Acecha en los rincones, nunca se sabe dónde va a atacar, se puede ocultar en cualquier sombra. Y yo, que estaba en mi más tierna infancia, pasaba un miedo atroz.
Tanto que muchos años más tarde repusieron la serie -creo recordar que constaba de cuatro episodios- en la Filmoteca Nacional en una sóla sesión. Para mí que perdieron el tercer episodio.
Y ya mayor me pareció una serie que no asustaba nada de nada. Era casi entrañable. Y hasta me sentó mal que no me diera miedo, como si destruyera una de las creencias más asentadas de mi niñez. Vaya, qué decepción.
Luego ví en un canal de televisión la nueva versión, con mucho efecto especial y todo eso que ahora enmascara la ausencia de un buen guión. Y la Marceau no es la Greco, qué demonios.

martes, marzo 13, 2007

Igualdad, funcionariado y jubilación

Se me han puesto los pelos de punta al leer la siguiente noticia: “Reino Unido recorta hasta un 40% el sueldo a sus funcionarios para equipararlo al de las mujeres”.
Aunque no soy funcionaria ni mi nómina va a cargo del erario británico, las cosas como son, un escalofrío me ha recorrido entera. Qué espabilados los gobernantes ingleses, la desigualdad se soluciona por lo bajo y no por lo alto, así que todos jodidos y encima las culpables, las mujeres y sus reivindicaciones quenmalahoraselesocurrió …
Eso es igualdad, todos jodidos. Las mujeres porque no aumentará su salario significativamente y los hombres porque se le ha rebajado. Y encima todos mirarán a las funcionarias con cierta furia asesina.
Tanto sindicalismo, tanto feminismo y tanta leche para esto, que no ha hecho más que empezar. Por ejemplo, toda la vida soñando con la jubilación a los 65, y si es posible un poco antes, y los alemanes ya la han alargado, proceso que seguirá con toda probabilidad en el resto de la UE.
Así que ahora, para que seas menos oneroso al Estado, trabajas más años y como llegas a la jubilación hecho una mierda y achacoso, te mueres a los dos días y se ahorran de nuevo la pensión. Un chollo.
Y para desconcertarme completamente, hoy leo que Administraciones Públicas se plantea introducir el teletrabajo entre los funcionarios … Si ya lo decía mi padre: “Nena, haz unas oposiciones”. Y yo, rebelde como era, no le hice caso.

viernes, marzo 09, 2007

Series de antaño (6): Alf

Pon un Alf en tu vida. Porque con un Alf siempre vivirías peligrosas aventuras, aunque Alf nunca salga de casa. Pero él siempre es capaz de ponerte en apuros. Su sóla presencia es garantía de emociones fuertes y diálogos más que sabrosos.

Alf es la mascota que nadie querría. Es zampón, maleducado y un peligro para la estabilidad familiar. Pero, claro, Alf no es una mascota, es un alienígena con aspecto de peluche feo hecho en una clase de manualidades –cómo se llamaba en mi época- o de expresión artística que dirían los casposos actuales.

Alf es el típico tío feo, pero simpático. Un rato feo, pero entrañable. Simpático, pero capaz de meterte o meterse en los líos más divertidos.

El pobre alienígena vive escondido entre el garage y la cocina de sus sufridos protectores, una familia típica americana de los suburbios con los no menos típicos problemas de las familias americanas típicas: estudios, novios de la hija, problemas laborales, peleas familiares … Y todo ello con las sesudas explicaciones de Alf sobre cómo en su planeta de origen se abordan esos problemas … si es que se producían.

Alf, pobre, se ha quedado sin planeta, desaparecido tras una explosión nuclear. Alf se sabe el único en su especie y su reprodución es imposible a la temprana edad de casi 300 años, casi un adolescente en Melmac.

Pero ese no es la menor de las dificultades a las que se enfrenta: la fuerza militar americana está tras él para exterminarle. Aunque con su ingenio y con la protección de la familia Tanner podrá eludirles.

Alf vive con la vaga esperanza de que algún día pueda volver a los prados de Melmac y comer gatos sin que a mamá Tanner le de un arrebato homicida.

Yo llegué a tener un muñeco de Alf de esos que se pegaban con ventosas a la ventanilla trasera del coche. Mira que era feo el jodido, pero despertaba un puntito de afecto a pesar de su bordería congénita.

martes, marzo 06, 2007

Series de antaño (5): Arriba y abajo


A principios de los 70 –del pasado siglo- la productora británica ITV puso en antena una serie inusual. Ya he hablado de mi predilección por las series británicas que casi sin excepción gozan de unas interpretaciones memorables. Hablo, en esta ocasión, de “Arriba y Abajo”, una serie que durante varias temporadas mostró la vida en una aristocrática mansión londinense. La vida escaleras arriba y escaleras abajo.
Quien conozca Londres sabe que las casas de los barrios señoriales tienen un semisótano, cuyas ventanas quedan a nivel de la calle. Esas ventanas son las que llevan un poco de aire y luz a las dependencias de servicio: cocina, lavandería, despensa … allí dónde el servicio hace la vida, lejos de las plantas nobles de la casa. Esas casas, hoy día, se han reconvertido en hoteles o apartamentos.
Arriba y abajo, ya sólo con el título, mostraba esa separación social insalvable de la sociedad victoriana. La serie se extiende entre principios del siglo XX y los años 30 de la familia Bellamy y su servidumbre, encabezada por un hierático mayordomo, Hudson. Un auténtico ejército de criados: cocinera, doncella, mozo, pinche, ayuda de cámara … Mientras que en los pisos altos pasan su vida entre tazas de té el matrimonio Bellamy y sus dos hijos.
No existen conflictos sociales, cada uno está en su lugar y servir a esa familia es un privilegio, por lo que las exigencias son grandes, exigencias que Hudson se encarga de que se cumplan. No duda en mentir o manipular para que el nombre de la familia no se vea nunca en entredicho, ni siquiera cuando un sirviente comete un error. Este espíritu de protección hacia los amos se extiende a toda la servidumbre que no se plantea en ningún momento el lujoso y vacuo estilo de vida al que sirven.
Los señores se pasan la vida recibiendo, tomando el té, en representaciones teatrales u operísticas y viajando. Tienen la vida asegurada.
Sin embargo a lo largo de los casi 30 años que abarca la serie ocurre de todo, por supuesto. La modernidad llega y la Inglaterra victoriana se va desmoronando. La guerra del 14 destroza familias, tanto en el piso de arriba como en el semisótano. Encontrar buena servidumbre es cada vez más complicado: tanto las mujeres como los hombres prefieren vivir en su propia casa y trabajar en un horario establecido y no a capricho del señor o la señora. Las relaciones de servidumbre se van diluyendo poco a poco.
A lo largo de la serie vemos como ese mundo estable se va desmoronando hasta acabar con el crash del 29 y sus consecuencias.
La serie contó con un reparto de excepcional calidad en el que los papeles de los criados obtuvieron una interpretación sobresaliente, empezando por el envarado Hudson, a quien daba cuerpo Gordon Jackson, un actor especializado en secundarios que siempre ha interpretado de forma más que solvente y un habitual de las series británicas. En cine apareció en “La noche de los generales”, “Rebelión a bordo” o “La gran evasión”.
Pero el alma de la serie es Jane Marsh, que interpretaba el papel Rose, la primera doncella, ya que fue su empeño personal el que impulsó la producción y, de hecho, se le reconoce el mérito de la idea original. Su físico inquietante la ha relegado a papeles de mala en el cine, especialmente de bruja, como en “Willow” o “Regreso a Oz”.
Ahora, tengo entendido, alguna TV local con poco presupuesto ha recuperado la serie. Si pueden pillarla, no se la pierdan.