jueves, diciembre 27, 2007

De trastos

Cuando nos fuimos a vivir a nuestra casa actual, va para 14 años, tomé una decisión inapelable que, desafortunadamente, no he conseguido mantener a rajatabla. Sí que se conserva, aunque siempre hay algún indultado.

La decisión fue mantener la casa lo más limpia posible de cachirulos y bibelots. Es decir, rechazar amablemente o exiliar al sótano, todo artilugio regalado por cualquier motivo y que no tuviera una utilidad constatable.

Cayeron todos los “lladrós” que indefectiblemente recibíamos cada navidad. Los “lladrós” son aborrecibles, pero las imitaciones son abominables. Desaparecieron multitud de “esculturas” en edición múltiple regalo de entidades financieras. Sólo una se salvó, pero por una razón poco estética: su peso la hace adecuada para sujetar las puertas. También fueron repudiados todos los grabados conmemorativos de aniversarios de lo más variopinto que lanzan las empresas cuando tienen algo que conmemorar. Y, por supuesto, regalos exóticos traídos por familiares de los más remotos rincones: figuritas de papel maché, gallos de porcelana rabiosos; horrorosos fruteros de cristal ...

Si la limpieza en objetos mal llamados decorativos fue sin piedad, no menos la de los armarios de la cocina. De allí han desaparecido –también en su mayoría regalos- yogurteras, sandwicheras, grills eléctricos ... Otros fueron adquiridos como respuesta a presiones puntuales. Era “absolutamente imprescindible” una licuadora para proveer de zumos variados y frescos a los bebés. Nadie advertía que la licuadora es uno de los electrodomésticos más estúpidos, sucios y engorrosos que ha parido la mente humana.

Confieso que hasta compré una termomix a un precio estratosférico porque una pariente se dedicaba al negocio y no dejó de darme por saco con todo tipo de argumentos –hasta chantaje emocional- hasta que la encargué. Otros aparatos cayeron en desuso, como el molinillo de café, aunque todavía lo conservo ... para moler almendras.

Lo que más me ha jorobado siempre es que me regalen un electrodoméstico. Es como un insulto. ¿Se entendería que a un hombre le regalaran un juego de sartenes o un microondas? Pues eso.

No me gusta que me regalen cosas. Más bien, no me gusta lo que me regalan. Los únicos que me gustan son aquellos que elijo, por ejemplo –y en total contradicción con mis principios- la cafetera Nespresso. Estaba detrás de ella desde hace dos o tres años, pero el precio actuaba como disuasorio. El otro día me la autorregalé. Ya sé que seré prisionera de Nestlé en los próximos años, pero seré rehén con síndrome de Estocolmo, porque el café está buenísimo. Y encima el artilugio venía acompañado de una jarrita eléctrica que es capaz de convertir la leche en cremosa espuma. Ahora tomo capuchino cuando me apetece. Un lujo, vamos.

jueves, diciembre 20, 2007

Chorradas varias

Tengo los vellos como escarpias. José Luis Moreno atacado en su propia casa y hospitalizado por la paliza que le dieron los asaltantes. ¡A dónde vamos a llegar!
Nuestro equipo de investigación ha conseguido pruebas escalofriantes del ataque y conoce la identidad de los villanos: Monchito y Rockefeller.

miércoles, diciembre 19, 2007

Las olvidadas

Una de estas noches pretéritas, creo que en la 2, ví una especie de documental dirigido por Rosanna Arquette, la hermana tonta de Patricia, sobre lo discriminadas que están las actrices en Hollywood.

No estoy segura de si fue un acto de onanismo colectivo o una herramienta para subirse a una palestra de la que la defenestró su hermana pequeña (la regordeta).

Todo el documental era del tipo “que megaguays que somos las actrices y que mal nos tratan las productoras”.

Las entrevistas o coloquios siempre iban precedidos de un “me encanta tu trabajo”, “eres una de mis favoritas”. Un lameculeo irritante entre actrices que se ven discriminadas cuando llegan a los 40. Total para ver a Martha Plimpton (¿qué fué de la primera novia de River Foenix?) y a algunas ilustres desconocidas.

Especialmente irritante el asalto a Frances McDormand en un aseo público para espetarle lo de mi favorita y la señora Coen con cara de a ver cómo salgo de ésta.

Cierto es que salían actrices conocidas: Holly Hunter, Sharon Stone, Meg Ryan ... incluso Debra Winger que, más o menos, era la fuente de inspiración del documental, que se titula “Searching for Debra Winger”. Por supuesto salía Patricia Arquette con un aspecto de “estoy haciéndole un favor a mi hermana” o veteranas como Charlotte Rampling, Vanessa Readgrave o Jane Fonda con cara de “no sé qué demonios estoy haciendo aquí ni quien es esta tonta”.

No sé, podría haber preguntado a otras actrices de más de 40 como lo llevan: Glenn Close, Merryl Streep, Susan Sarandon, Jodie Foster, Candice Berger, ... no sé, incluso Lauren Bacall que dobla esa fatídica edad.

Había una entrevistada, para mí una absoluta desconocida, pero eso es demérito mío y no suyo, que aseguraba que no había conseguido un papel porque al productor no le gustaron sus tetas, a pesar de que al resto del personal presente en el casting estaba como loco por su trabajo y que vamos, si por ellos fueran, sería oscar perpetuo.

En fin, después de ver el documental me explico porqué muchas de las participantes, y la directora del mismo, están discriminadas por la industria cinematográfica e incluso la televisiva: porque son infumables.

Aquellas que basaron su éxito en su espectacular presencia física, como Darryl Hannah (por cierto, que compartió película con DW en “Peligrosamente juntos”) se encuentran ahora que la edad no perdona. No porque no esté estupenda, que lo está, sino porque hay mucha más competencia.

La lista de actrices que participas que ya no son cabecera de cartel era larga: Julia Ormond (que nunca será la nueva Audrey Hepburn), Teri Garr (la de las aldabas del jovencito Frankenstein), Diane Lane (que se quedó en promesa), la empachante Julianna Margulies, Samantha Mathis, la señora esa que cuando llegaba Navidad se olvidaba a su hijo en casa, Laura Dern (que sin Lynch ni dinosaurios ya no es lo que era), Melanie Griffith (reducida a acompañante de Antonio Banderas) ...

Una deslenguada Woopi Goldberg, la hermosísima Robin Wrigth-Penn, Salma Hayed o la Paltrow son de las pocas que tienen una carrera para mostrar. Desde luego el éxito de Woopi no será por su belleza sin par.

Y, porque no nos engañemos, el cine actual se dirige a menores de 20 años y los adultos nos vemos confinados a las series de televisión que es donde se mantiene un nivel de calidad bastante más elevado que en la gran pantalla, salvo contadas excepciones.

El documental es de 2002 y desde esa fecha DW parece que ha cambiado de opinión y ya no le aburre la industria del cine. De hecho aparece en la última película de Jonathan Demme, cuyo estreno está previsto para el próximo año.

martes, diciembre 18, 2007

Chorradas varias

Poco a poco mi vida se traduce en claves. Desde que me levanto mi vida la gobiernan los dígitos o combinaciones de letras. El pin del móvil; la contraseña del ordenador; la contraseña del correo electrónico; el password de la intranet; el pin de la tarjeta de débito; la clave para acceder al sap ...

Hay claves fijas que permanecen y password que, por mor de la seguridad informática, nuestros expertos se empeñan en que cambiemos cada tres o cuatro semanas. Claves que no pueden repetirse y que exigen ciertas características. Por ejemplo, para el sap el mínimo son ocho signos, mientras que para la intranet son suficientes seis.

Además los periodos de cambio no son homogéneos. Unas se establecen cada tres semanas, otras cada cuatro, otras cuando le viene bien al administrador del sistema o se acuerda.

Mi disco duro personal, o sea, mi memoria compuesta por neuronas con sus consiguientes sinapsis, empieza a verse desbordado ante tanta clave y tanto requisito. Busco, como cualquier hijo de vecino, reglas mnemotécnicas para recordarlas e incluso establezco un sistema. He adoptado uno geográfico, es decir, pongo nombres de provincias de ocho o más letras. Así tengo suministro para una temporada.

Eso sí, tengo que recordar que para el sap voy una provincia retrasada respecto a la intranet, dado que el intervalo de cambio difiere.

Tuve que establecer estas reglas después de que, tras un periodo vacacional, olvidara todos los password y no me pareció conveniente –aunque muchos compañeros lo hacen- apuntar las claves en un posit pegado a la pantalla.

No es que tengamos los secretos del uranio enriquecido iraní, pero tampoco es cuestión de facilitarle la tarea a los curiosos.

En fin, que a veces me veo eligiendo la próxima clave con verdadera obsesión y aunque mis habilidades matemáticas dejan mucho que desear, llego a asustarme sino me estaré convirtiendo en una especie de John Nash escribiendo en papeles combinaciones de letras y números e intentando encontrar en ellas las pruebas de una conspiración sideral.

jueves, diciembre 13, 2007

Chorradas varias

Es una vieja tradición. Ignoro quien fue el pionero, pero parece ser que fue Michelin. Calendario Michelín en las gasolineras –antes de que fueran franquicias- y talleres. Calendarios de gitanas de Romero de Torres en las casas de comidas (ya no quedan). Hasta que llegó la modernidad y se pusieron a hacer calendarios. Unos como imagen de marca y otros para recaudar fondos con motivos solidarios.

Da fé la película “Las chicas del calendario”. Conozco calendarios con falleras en pelotas para recaudar fondos; de bomberos, de policías municipales y me acabo de enterar que de curas.

Tan mal van las finanzas del Vaticano –esto ya no es lo mismo que en cuando el Ambrosiano- que tienen que buscar a sus curas más monos y ponerles en un calendario. Eso sí, vestidos hasta el alzacuellos.

Si es una operación de marketing creo que se equivocan. Primero hay que identificar al público al que va dirigido. ¿Católicos practicantes? Pues poner a esos curitas tan monos que pueden incitar a la concupiscencia de las púberes (o los púberes) me parece un error de bulto.

Claro, que si ponen a émulos de Don Camilo igual las ventas son escasas.

Fotografiarles desnudos parece que no entra en los planes eclesiásticos, pero, qué demonios, tendría su morbazo. Toda la comunidad gay los compraría, aunque es posible que las víctimas de las manos ligeras del sacerdocio se sientan indignadas.

Además es un calendario machista. No aparecen monjas, con el juego que pueden dar. No sé, se me ocurren hábitos con aperturas indiscretas y esas cosas. Es más, recuerdo ahora la monja que tiene Anilibis en “Flagelamientos” que es poco inocente.

domingo, diciembre 09, 2007

El glamour cambia de barrio

Decía el otro día, en la entrada sobre Nick Nolte, la rareza que supone alcanzar el éxito y el reconocimiento en la industria cinematográfica si se procede de la TV. Me refiero, claro está, a los USA, porque aquí los actores tienen que tocar todos los palos, incluyendo doblajes y voces para spots publicitarios.

Desde hace unos años asistimos al proceso inverso. Grandes actores y actrices que se pasan a la TV. Uno da un repaso a las series actuales y se encuentra nada menos que a Glenn Close –la mala más mala de todas las malas-, James Wood –sobreactuando como un loco-, el adolescente poeta muerto Robert Sean Leonard se convierte en amigo sufridor de Gregory House; Jeff Goldblum que deja la teoría del caos para relacionarse con fantasmas; la regordeta y encantadora Patricia Arquette tiene sueños premonitorios; el inquietante James Spader se convierte en un abogado borde; la bellísima Candice Bergen que desde Murphy Brown envejece con mucha dignidad; Kiefer Sutherland que ha encontrado un filón en “24” tanto como actor como productor; Joely Richardson quien en “Nick/Tup” trabaja hasta con su propia madre, Vanessa Readgrave que hace el papel ... de su madre; Sally Field en “Cinco Hermanos”, haciendo de madre de los hermanos, claro; los forenses David Caruso y Gary Sinise; Rob Lowe o Martin Sheen en “El ala oeste”; Mandy Patinkin como psicólogo del FBI o instructor de jóvenes fallecidos; la eficiente secundaria Kyra Sedgwick como peculiar subjefa de homicidios ...

En fin, que las series de televisión se han convertido en una salida más que digna para los actores que por edad o carácter no entran en los planes de las producciones de cine actuales, plagadas de efectos especiales y carentes de guión. Películas, en suma, donde lo menos importante es un trabajo actoral decente y cuyo éxito se basa en una bien planificado markéting.

En las series actuales vemos actores cuyo nombre se nos puede escapar, pero sus rostros hemos visto una y otra vez en la pantalla grande: Dennis Farina, o Vicent d’Onofrio –el inolvidable recluta “Patoso”- protagonizan las diversas franquicias de Ley & Orden. Esta serie tiene en su reparto a una auténtica rareza: Fred Dalton Thompson.

Thompson interpreta el papel de fiscal jefe de Nueva York, pero él mismo ha sido fiscal y senador. Actualmente es precandidato republicano para las presidenciales del próximo año. No es un actor metido a político, sino un político metido a actor, que ya tiene mérito. Además, ha participado como secundario en un buen número de películas, como “El cabo del miedo”, “No hay salida”, “Días de trueno”, “La caza del Octubre Rojo”, “En la línea de fuego” o “La jungla de cristal 2”.

Ley & Orden, la variedad “víctimas especiales”, también acoge otra rareza: Mariska Hargitay, que así dicho suena raro. Es la hija pequeña de la explosiva Jayne Mansfield y superviviente del accidente que costó la vida a sus padres.













(Se parece sospechosamente a alguien, ¿verdad?)

viernes, diciembre 07, 2007

De puente

Este es el décimo puente de la Inmaculada (o de la Constitución) que no tengo puente. No es que no tenga puente, es que trabajo todos los días, incluyendo los dos festivos –la Inmaculada Constitución- y si hay domingo, también. Es decir, puteada por triplicado.

La cuestión es que los extranjeros de fuera no saben que en España es puente. De hecho, creo que incluso ignoran el concepto lúdico-vacacional de la palabra puente. Y no paran de llamar.

Los teléfonos del departamento interpretan una sinfonía. Cada uno tiene un timbre. Pero no hay armonía. Hay hastío y cada vez más mala leche. A media mañana he decidido dejar de descolgarlos. Total, sólo puedo decir que llamen el lunes, ya que todos quieren resolver asuntos cuya solución ignoro.

Además, si me pongo a atender las llamadas de los 10 que se han tomado el viernes de vacaciones no puedo hacer lo propio con las mías, que también son unas cuantas.

En los puentes hay personas especialmente pesadas. Esas que llaman cinco minutos antes de que se acabe el horario laboral para pedirte que le mandes algo imposible con toda urgencia.

Además mi habitual insensatez agrava el asunto. A veces se me olvida quitar el desvío del teléfono al móvil y suenan llamadas cuando acabas de llegar a casa y estás quitándote los zapatos.

- Es que estoy en casa.
- Ah, creí que salías a las 8 de la tarde.
- Pues no, salimos a las 7.
- ¿Y no me lo puedes mandar?
- Pues no

Esas son las situaciones que propagan la especie de que soy una bruja, una tía antipática y una mala persona.

lunes, diciembre 03, 2007

Sorpresas dominicales

Paseo dominical y matutino con los canes. Como siguen pegando tiros, en lugar de ir por el monte, que es lo agradable, por el polígono que está cerca de casa. Un recorrido sorpresivo.

El domingo, es un suponer, no hay actividad laboral, a excepción de las dos empresas de mantenimiento, una de telefonía (Telefónica) y otra de cable (Ono). Las furgonetas de Teleco se pasan por el forro los límites de seguridad. Todas. Bueno, los conductores de dichas furgonetas. Ninguno baja de los 80 km/hora en vías limitadas a 40. Así que en cuanto oímos un motor nos ponemos a salvo.

Segunda sorpresa. Conejos. Dada la actividad constructora en la zona, los animalicos andan buscando nuevos hogares que sustituyen a los destrozados por las excavadoras. Dado que en el polígono abundan las zonas ajardinadas (un poco salvajes, eso sí) han trasladado sus reales. Los perros han perdido la carrera, pero regresan como un par de machotes. El conejo finalmente les ha dado esquinazo refugiándose en el patio de recreo de las urracas.

Tercera sorpresa y ésta de órdago. Un amigo nos ha recomendado un restaurante que han instalado en el polígono y nos advierte que nada de menú de obrerío, restaurante de carta para los capos y así no tienen que desplazarse. Buscamos el local y durante el trayecto descubrimos en unas naves un establecimiento con una especie de escaparate, algo inusual en una zona se supone que industrial/empresarial/logística.

Nos acercamos al divisar algo que tomamos como maniquíes. Efectivamente, son maniquíes exhibiendo ropa interior. Nos acercamos más para ver la naturaleza del establecimiento: ¡Un sex shop en el polígono!