La transición, hace ya tantos años, se hizo posible gracias a la tolerancia. Algo así como perro no come perro. Y lo que en aquellos años tuvo algún efecto positivo -fue necesaria para mantener la crispación en unos términos manejables, a pesar de lo cual la sangría de muertos, detenciones y torturas no se cortó en seco, ni siquiera las asonadas golpistas- permitió avanzar hacia una normalización de la vida política.
Esa tolerancia permitió pequeñas corruptelas de todo tipo, primero para favorecer al amigo y luego para mantener el poder político para más tarde evolucionar hacia el enriquecimiento personal. Es lo que tiene la codicia.
Se instauraron mecanismos como el PER en principio bienintencionados, pero que acabaron convirtiéndose en un instrumento más de un caciquismo decimonómico revitalizado.
Se hizo la vista gorda cuando algún preboste aprovechaba la información de que disponía para hacer negocio, bien de propia mano, bien a través de testaferros.
Se premió la incompetencia de familiares que hicieron de la "mediación" un oficio lucrativo.
Se cargaron a las cuentas públicas gastos privados.
Se toleró le fraude fiscal
Se toleró la contratación laboral irregular.
Se toleró el engaño en el cobro de prestaciones de desempleo
Se cerraron los ojos al abuso en las prestaciones médicas y, sobre todo, de medicamentos.
Se permitió que algunos colectivos al servicio del Estado tuvieran una actividad privada.
Se falsificaron documentos, contratos y convenios.
Se modificaron leyes y reglamentos para favorecer a este o aquel colectivo.
Se pasaron por alto infracciones y delitos que se regularizaban a posteriores con nuevos reglamentos y leyes más benignos.
Las administraciones engordaron dando cabida a tanto familiar y recomendado gracias al crecimiento exponencial de los cargos de confianza, asesores y demás, sin que se sepa muy bien qué labor desempeñan. (Sí, lo sabemos bien: nada más que llenarse el bolsillo como contraprestación a ser correveidile, mamporrero o pelota)
Y quien dice administraciones dice empresas públicas, clientes, proveedores ...
Todo resultaba tan fácil que no hubo quien directamente robó a los contribuyentes, saqueando las arcas para beneficio propio: dedicaron el dinero recaudado para trabajos solidarios a sus debilidades y vicios (de nuevo la codicia)
Era todo tan, tan fácil.
Los sindicatos y la patronal vivían no de la contribución de sus afiliados, sino de las aportaciones del Estado, con lo que quedaron domésticados, unos más que otros.
Se consiguieron puestos lucrativos en los más variopintos consejos de administración para todos ellos, tuvieran o no conocimientos siquiera superficiales de la tarea que debían desempeñar.
Se politizó el sistema financiero para financiar la maquinaria política y cumplir los delirios de grandeza de los dirigentes.
De vez en cuando, claro, se actuaba contra algún que otro personaje o partido, pero generalmente los que no estaban en el cogollo, de forma que parecía -sólo parecía- que no se toleraba el fraude, la estafa y el robo.
Pero sólo eran migajas, lucrativas, pero la parte del león permaneció intacta.
Es hora, como en 1898, de acabar con todo eso. Es hora de una regeneración moral y política. Es hora de acabar con las mentiras, de no consentirlas, de denunciarlas, de pedir responsabilidades, de protestar, de ponerles la cara colorada, de exigir una justicia igual para todos, de limpiar la justicia, las administraciones, los partidos y los sindicatos.
Es hora de exigir limpieza, de poner coto a los desmanes que llevan casi 40 años haciendo su agosto.
No se puede confundir servicio público con llenarse el bolsillo
No se puede permitir que el poder derive en favorecer económicamente a amigos, familiares y colegas de partido.
Si España es un cortijo, hay que acometer ya la desamortización.
Vivimos en un país profundamente injusto, donde el asalariado tiene que mantener a una miriada de individuos que nada aportan ni nada hacen que no sea en su exclusivo beneficio.
Es hora de crear nuevas fuerzas políticas, porque las existentes presentan una metástasis irrecuperable.
La política no es tan complicada como quieren hacer ver: se trata de buscar el bien común, el bien de la mayoría, de administrar correctamente los recursos, de mantener los pies en la tierra.
La política la complican los políticos para enquistarse en ella.
Esa tolerancia permitió pequeñas corruptelas de todo tipo, primero para favorecer al amigo y luego para mantener el poder político para más tarde evolucionar hacia el enriquecimiento personal. Es lo que tiene la codicia.
Se instauraron mecanismos como el PER en principio bienintencionados, pero que acabaron convirtiéndose en un instrumento más de un caciquismo decimonómico revitalizado.
Se hizo la vista gorda cuando algún preboste aprovechaba la información de que disponía para hacer negocio, bien de propia mano, bien a través de testaferros.
Se premió la incompetencia de familiares que hicieron de la "mediación" un oficio lucrativo.
Se cargaron a las cuentas públicas gastos privados.
Se toleró le fraude fiscal
Se toleró la contratación laboral irregular.
Se toleró el engaño en el cobro de prestaciones de desempleo
Se cerraron los ojos al abuso en las prestaciones médicas y, sobre todo, de medicamentos.
Se permitió que algunos colectivos al servicio del Estado tuvieran una actividad privada.
Se falsificaron documentos, contratos y convenios.
Se modificaron leyes y reglamentos para favorecer a este o aquel colectivo.
Se pasaron por alto infracciones y delitos que se regularizaban a posteriores con nuevos reglamentos y leyes más benignos.
Las administraciones engordaron dando cabida a tanto familiar y recomendado gracias al crecimiento exponencial de los cargos de confianza, asesores y demás, sin que se sepa muy bien qué labor desempeñan. (Sí, lo sabemos bien: nada más que llenarse el bolsillo como contraprestación a ser correveidile, mamporrero o pelota)
Y quien dice administraciones dice empresas públicas, clientes, proveedores ...
Todo resultaba tan fácil que no hubo quien directamente robó a los contribuyentes, saqueando las arcas para beneficio propio: dedicaron el dinero recaudado para trabajos solidarios a sus debilidades y vicios (de nuevo la codicia)
Era todo tan, tan fácil.
Los sindicatos y la patronal vivían no de la contribución de sus afiliados, sino de las aportaciones del Estado, con lo que quedaron domésticados, unos más que otros.
Se consiguieron puestos lucrativos en los más variopintos consejos de administración para todos ellos, tuvieran o no conocimientos siquiera superficiales de la tarea que debían desempeñar.
Se politizó el sistema financiero para financiar la maquinaria política y cumplir los delirios de grandeza de los dirigentes.
De vez en cuando, claro, se actuaba contra algún que otro personaje o partido, pero generalmente los que no estaban en el cogollo, de forma que parecía -sólo parecía- que no se toleraba el fraude, la estafa y el robo.
Pero sólo eran migajas, lucrativas, pero la parte del león permaneció intacta.
Es hora, como en 1898, de acabar con todo eso. Es hora de una regeneración moral y política. Es hora de acabar con las mentiras, de no consentirlas, de denunciarlas, de pedir responsabilidades, de protestar, de ponerles la cara colorada, de exigir una justicia igual para todos, de limpiar la justicia, las administraciones, los partidos y los sindicatos.
Es hora de exigir limpieza, de poner coto a los desmanes que llevan casi 40 años haciendo su agosto.
No se puede confundir servicio público con llenarse el bolsillo
No se puede permitir que el poder derive en favorecer económicamente a amigos, familiares y colegas de partido.
Si España es un cortijo, hay que acometer ya la desamortización.
Vivimos en un país profundamente injusto, donde el asalariado tiene que mantener a una miriada de individuos que nada aportan ni nada hacen que no sea en su exclusivo beneficio.
Es hora de crear nuevas fuerzas políticas, porque las existentes presentan una metástasis irrecuperable.
La política no es tan complicada como quieren hacer ver: se trata de buscar el bien común, el bien de la mayoría, de administrar correctamente los recursos, de mantener los pies en la tierra.
La política la complican los políticos para enquistarse en ella.
1 comentario:
Aquí "Se consiguieron puestos lucrativos en los más variopintos consejos de administración para todos ellos, tuvieran o no conocimientos siquiera superficiales de la tarea que debían desempeñar.
" te equivocas. Su labor no es ser pelota, generalmente esos asesores hacen labores 'de partido'.
Son los encargados de pegar navajazos en las respectivas sedes, llegar acuerdos etc. para lograr que quien les enchufó siga en las listas, suba de puesto etc. y vaya subiendo en la estructura orgánica de los partidos.
Publicar un comentario