martes, octubre 18, 2005

El funeral

¿Para qué sirven los funerales?

Al muerto para nada. Está muerto.

¿A la familia? Pienso que tampoco. No creo que estén para exhibiciones públicas de dolor delante de desconocidos.

Porque, a excepción de los más allegados –y esos ya se han consolado en privado- el resto de los que asisten al entierro, en el mejor de los casos, son desconocidos.

Los funerales son para los vivos. Para dejarse ver. Son un poco como aquella película francesa "Cousin, cousinne", actos en los que la gente que lleva tiempo sin relacionarse se encuentran de nuevo.

Hubo una temporada –luctuosa- en la que a un amigo mío tuve que decirle: "Fernando, tenemos que dejar de vernos así". En un mes coincidimos en tres funerales.

Se saludan, muestran su pesar por el fallecido (¡quien lo iba a decir, con lo joven que era!) o su preocupación por la familia (pobre mujer, menudo panorama que le espera)

Luego lo comentan: "Mira, ayer coincidí con fulanito en el funeral de zutanito. Parece que las cosas le van bien".

No suelo asistir a funerales, a pesar de que las reglas sociales aseguren que puedes faltar a cualquier ceremonia, a excepción de un funeral. Sólo voy a aquellos de personas con las que me he sentido especialmente ligada, que les haya cogido un cariño especial. Es una muestra de respeto. En alguna ocasión he asistido porque el finado era familia de alguien a quien siento muy cercano.

Me disgustan. Me disgustan los actos religiosos. Me repatea que un cura, que por regla general no sabe nada del muerto, haga un panegírico plagado de lugares comunes y esperanza en la resurrección. Me jode.

Me fastidia profundamente que trate de consolar a la familia con esa melosidad autocompasiva de los curas.

Cuando me muera, no quiero funeral. Me he ido de muchas vidas ya y muchas me han abandonado. Personas que en un momento dado significaron algo para mí y de las que ahora apenas me acuerdo. Para ellas ya estoy muerta como ellas están muertas para mí. Y no por eso se hacen funerales.

Cuando me muera que me olviden lo más rápidamente posible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi personalmente me aporta poco el funeral. No voy a funerales porque no me invitan pero si me invitasen tampoco iría. No le veo la gracia a esto de loar difuntos. Ya no atacan al muerto porque no puede molestarle la ofensa. Es un acto más de hipocresía social.

Creo en la muerte discreta y anónima. Un buen difunto debe llamar la atención lo menos posible. Funeral, féretro, difunto, entierro, son palabras que me aterrorizan. No soy partidario de conversar con lejanos parientes en los entierros. Esos parientes son como difuntos aletargados.

¿Que fue de la plañidera plomazo? Eso si que era un espectáculo tragicómico. Una vez se contrató a una gran plañidera que llamó la atencion por la fuerza y credibilidad de su llanto. Todos pensaron que realizaba un trabajo excelente. Lo que no sabían es que era la amante secreta del difunto.

El último entierro al que asistí fue el de un amigo del barrio que se mató en un accidente de tráfico. Quise llevar su ataud a hombros pero no había espacio. Quedé algo frustrado y creo que por eso consolé peor a su hermano. Fue un acto multitudinario porque era un chico querido y muy guapo.

Tampoco soy partidario de prestar difuntos a la iglesia católica. Es una vil manera de explotar a los muertos. Si tiene que haber explotación, que sean los familiares cercanos los más beneficiados. Al igual que en las bodas debería haber una aportación económica a los más afectados por la pérdida.

Sería bonito para mi cadaver que lo depositaran en el lecho de un rio, por ejemplo el manzanares, y al pasar por algún puente me lanzasen unas flores o unos conguitos blancos . Seguro que quedaría muy conmovido en el mas allá.