Con un contundente 6-3 6-2 y 6-3 David Nalbaldian ha solventado el primer partido de la final de la Copa Davis ante David Ferrer. Nalbaldian ha realizado un juego perfecto: contundente, preciosista en ocasiones y efectivo. Ferrer, por el contrario, nunca estuvo asentado en la pista y él mismo confesó, al concluir el encuentro, que no había dado la talla.
Ferrer no tuvo su día. Aunque habría que decir que no ha tenido su año. Y es una lástima. Ni poniendo la quinta marcha a sus piernas consiguió poner en apuros al argentino y siempre fue por detrás a lo largo del partido.
Las dos veces que pudo romper el servicio de Nalbaldian y acortar distancias, se vio incapaz de confirmar el break. Llegó a tener hasta nuevo bolas de ruptura, pero sólo pudo aprovechar dos, mientras su rival rompió siete veces el servicio.
Nalbaldian mantuvo un alto porcentaje de primeros servicios y Ferrer no fue tan contundente en el resto. El argentino obtuvo algunos restos directos memorables que acabaron por desquiciar a Ferrer.
En el tercer set parecía que Ferrer iba a mostrarse más agresivo, menos temeroso y con menos dudas. Pero duró un par de juegos, hasta que consiguió una rotura de servicio y entregó el suyo a continuación casi sin oposición.
Es posible que Sánchez Vicario haya querido dar a Ferrer un margen de confianza y dar más importancia al ranking, pero una paliza como la que recibió en Mar del Plata no hace más que acentuar las dudas sobre su nivel de juego. Ferrer estaba desolado, enfadado consigo mismo y, finalmente, resignado. Sabía que muchas de las esperanzas estaban puestas en él y haber sido derrotado de forma tan aparatosa no le hace ningún bien.
Cierto es que la sola presencia de Nadal da confianza, pero es necesario reconocer que sin el mallorquín, la escuadra española parece destinada a naufragar.
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