Aparentemente ha sido la final de Davis que con más comodidad ha ganado España. Así lo refleja el contundente 5-0 del marcador, si bien, los que seguimos los partidos, sabemos que pudo ser muy diferente.
La República Checa llegaba a la final tras derrotar a Croacia que cuenta entre sus jugadores a Ivo Karlovic y a Marín Cilic, dos tenistas de muy buen nivel. Los checos repitieron equipo: un Radek Stepanek en estado de gracia, aunque ya traspasó la treintena, y un siempre peligroso Tomas Berdych. Es cierto que ambos jugadores no son especialistas en tierra, pero el más joven dispone de un saque potentísimo que fundamenta su juego.
El partido que abrió la final empezó dubitativo. Un set en el que el saque no se convirtió en decisivo y en el que Berdych se mostró como un rival correoso ante un Nadal que afrontaba el final de la temporada con no muy buenos augurios. Sin embargo, en el momento crucial, con 5 iguales en el marcador, perdió el servicio e inmediatamente después el set.
A partir de ahí Berdych se convirtió en un juguete. Nadal –que llevaba semanas jugando de forma más que previsible y siempre a la defensiva- comprendió que la mejor manera de acabar pronto el partido era agotando al checo. Y acabó reventado, con la lengua fuera, corriendo de punta a punta de la pista.
Berdych, que empezó jugando muy dentro de la pista, fue expulsado hacia las vallas de los patrocinadores, para terminar la manga con un sonrojante rosco en su marcador. En el tercer parcial, todavía sacó fuerzas de flaqueza para evitar un nuevo 0 y terminar el partido ganando dos juegos.
Un punto a favor de España para afrontar el partido más complicado, el de Ferrer contra el número 1 checo, el histriónico Stepanek. El cruce no pudo empezar peor para el español. Un solo juego en el primer set y 2 en el segundo. Stepanek desplegó un juego preciosista y desquiciante a base de dejadas imposibles y subidas a la red.
La verdad, se agradece ver de vez en cuando un jugador de estas características, jugadores de ataque que hacen de la red su particular tela de araña para atrapar incautos y dar un recital a base de boleas.
Ferrer lloró. Así lo confesó al término del partido. Las reglas de la Davis permiten la consulta con el capitán y en este caso el capitán, Albert Costa, hizo de paño de lágrimas y motivador. Ferrer se veía asediado por los mismos fantasmas que el año pasado en Mar del Plata le hicieron sucumbir ante Nalbandian. Su derrota puso cuesta arriba la consecución de la tercera Davis.
David Ferrer puso en funcionamiento dos de sus mejores armas: el resto y la velocidad. Ferrer es un correcaminos capaz de agotar a cualquiera. Stepanek, sin embargo, es un tenista liviano. Ferrer empezó a tener fe en sus piernas y llegaba de dejadas que antes ni se planteaba. Además, las devolvía bien. El checo, además, empezó a fallar ese golpe en el que es maestro y cuando subía a la red se veía a menudo desbordado por los pasantes de su contrincante.
Y sucedió el milagro. El tercer set, que pudo ser la tumba del español, se convirtió en su resurrección. Ese triunfo parcial le permitió alargar el partido y un deportista de su resistencia física sabe que eso era un punto a su favor. 6-4 en el marcador, que se repitió en la cuarta manga y a jugárselo todo en la quinta, sin muerte súbita.
Tras casi cuatro horas y media de partido, con 6-7 en el marcador, Stepanek mandaba fuera la última bola. Ferrer conjuraba sus miedos y se convertía en el héroe de esta final, como el año pasado lo hacía Verdasco ante un público francamente hostil.
Quedaba la doble, esa asignatura que siempre se nos atraganta, pero que siempre acabamos aprobando. Lo hicieron Corretja y Ballcells –un dúo inédito- en este mismo escenario hace nueve años y eso que los rivales eran dos reputados doblistas como Sandon Stolle y Mark Woodforde. En la final de 2004, Estados Unidos contó con una de las mejores parejas de todos los tiempos, los hermanos Bryant, que como era de esperar pasaron por encima de Ferrero y Robredo. Otra pareja de circunstancias.
En las dos últimas finales, sin embargo, parece que ya se ha encontrado un dúo con ciertas garantías con Verdasco y López. Dieron la vuelta a la final contra Argentina y aquí aseguraron el tercer punto.
Lo que no llego a comprender es como el capitán checo decidió prescindir de su pareja de dobles – Lukas Dlouhy es el sexto doblista en el ranking ATP- para hacer jugar a los individuales, sobre todo a un agotado Stepanek que había terminado su maratoniano partido el día anterior casi de madrugada.
La jornada del domingo fue relajada. La República Checa hizo jugar a los doblistas los dos partidos ya intrascendentes y ante mejores jugadores en la categoría individual. Un domingo sólo ya para disfrutar y poner el 5-0 definitivo en la final, la más fácil, la más rápida y, exceptuando el partido de Ferrer, la menos emocionante.
Cuatro Davis en nueve años nos colocan en el sexto puesto entre los países que han ganado este torneo. Y, además, una de las pocas ocasiones que se repite país. La última vez fue Suecia, en los años 97 y 98.
3 comentarios:
La verdad es que es un gustazo leer tus crónicas tenísticas. Deberías dedicarte al periodismo deportivo :)
En cuanto me enchufé a la tele pensé "Alicia estará allí, en la grada, y pronto colgará el artículo". Una gozada, como siempre.
Comparto tu análisis: ha sido una final más sencilla de lo esperado y confirma el gran momento del tenis español. Sólo sufrí con Ferrer (como a él, se me aparecieron los fantasmas del año pasado), aunque echó mano de casta y calidad para sacar el partido adelante.
Gracias César.Lo cierto es que mejorar el periodismo deportivo en este país es facilísimo. No hay cronistas, hay hinchas.
Fer, ejem, me temo que mi estado físico no me permite ciertos excesos tales como subir escaleras, así que no pude repetir la final del 2000. Hay que reconocer que aquella fue única. Durante los partidos no hacíamos más que comentar aquellos días.
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