miércoles, mayo 19, 2010

Usted, en mi lugar, haría lo mismo

Pido una reforma urgente del Código Penal. Exijo eximente completa para los homicidios en los que concurran determinadas circunstancias.

A lo mejor soy yo, que no uso el transporte público más que cuando viajo, así que hasta hoy -por una acumulación de hechos-no me había planteado seriamente arrebatar la vida a al menos cuatro personas. Y son muchas para menos de 24 horas.

La cosa empezó en el tren hasta Madrid. Un viajero dos filas más atrás estaba “hasta los huevos de tanto cachondeo. Este tío me va a oir”. Cuando llevábamos así cuatro o cinco minutos decidí ponerme los auriculares que gentilmente obsequia Renfe, porque la conversación del fulano me impedía concentrarme en la novela que me había comprado en la estación.

Transcurrió el viaje sin más incidente. Pero por la tarde, mientras regresaba al hotel en autobús urbano, una piruja aseguraba justo detrás de mí que “me van a sacar una historia con Víctor Janeiro (…) y nos han invitado a visitar unas bodegas de Rumasa”.

La del asiento al otro lado del pasillo informa a todo el autobús que Luisa está embarazada y que ella, la del autobús, tiene ocho exámenes en las próximas semanas y no puede salir de marcha. Pero mientras esta última -llevamos ya más de 10 minutos de conversación- sigue hablando con su amiga recién casada (Luisa), la del asiento delantero eleva el nivel a niveles insospechados.

“Pues lo que tiene que hacer tu padre es ir al notario, lo que uno hace cuando se está muriendo es testamento”.

Señor juez, usted en mi caso ¿no les reventaría la cabeza a todos?. ¿Por qué la gente te empeña en ventilar a voces por el móvil asuntos privados en espacios públicos?

sábado, mayo 15, 2010

El laberinto educativo

Todo el mundo parece estar de acuerdo en una cosa: el sistema educativo en este país es un desastre. Otra cosa es la solución. El deterioro de la enseñanza en España es parejo a la conquista de las libertades, aunque parezca una paradoja. En mi poco cualificada opinión –mi única fuente es mi propia experiencia como madre- hay múltiples factores que han hecho que la enseñanza haya desembocado en tan desastrosa situación.

Por un lado, unas reformas que no sé a qué atendían. Se empezó por denostar el conocimiento memorístico y la memoria empezó a ser una cualidad poco apreciada y de mal gusto, a tenor de las más modernas corrientes pedagógicas. Así que una de las características propias del ser humano dejó de utilizarse, con el consiguiente deterioro del desarrollo intelectual.

Se arrinconó la memoria y se bajó el listón, para que no hubiera tanto fracaso escolar. Como seguía produciéndose dicho fracaso, se volvió a bajar el listón, y se bajó el listón y se bajó el listón … y así hasta el momento actual. Los niños pasaban de curso aunque fueran analfabetos funcionales.

De hecho, cada vez hacía falta menos esfuerzo para pasar el curso. Desafortunadamente, los conocimientos se adquieren con esfuerzo, de modo que nuestros niños cada vez eran más ignorantes.

Las materias complicadas, esas que exigen estudio y, por lo tanto, esfuerzo se fueron banalizando. Los niños podían utilizar las calculadoras en las operaciones aritméticas más sencillas, por ejemplo, impidiéndoles adquirir habilidades de cálculo que, al fin y al cabo, contribuyen al desarrollo intelectual.

En la enseñanza secundaria se fueron eliminando materias que se consideraban “inútiles”, como el latín. Parece que nadie se dio cuenta de que el latín resulta ser una herramienta de primera para el estudio de las lenguas, y no sólo las derivadas de él, sino de otras cuyos fundamentos son muy similares. Además, el latín es una lengua “lógica” que ayuda de forma determinante a la formación intelectual, a la comprensión.

Los diques de selección se eliminaron. Para acceder a la enseñanza secundaria había que superar un examen de mínimos –el ingreso de bachiller-, posteriormente se pasaba la reválida “de cuarto” para continuar en el bachillerato superior y una nueva reválida para llegar al curso previo a la universidad. La implantación del COU conllevó la eliminación de dicha reválida, aunque se mantuvo la prueba de acceso a la universidad. Es decir, se quitaron tres filtros que iban depurando a los mejores alumnos. No siempre los más inteligentes, también los más esforzados.

El que no superaba el filtro tenía otras opciones educativas a través de los bachilleratos laborales. De ahí salieron generaciones de mecánicos, carpinteros, electricistas … y muchos de ellos pudieron acceder posteriormente a las titulaciones de peritaje, lo que hasta el año pasado se conocían como carreras técnicas: aparejadores –o como demonios se llame hoy, creo que gestores de la edificación, pasando por arquitectos técnicos-, ingenieros técnicos, topógrafos, técnicos aeronáuticos, electrónicos …

Mientras tanto, España pasó de ser “una, grande y libre” (lo de libre es un sarcasmo), al país de las autonomías con competencias educacionales. Y ahí ya fue el acabose. La historia, la geografía, la lengua y casi todas las materias de humanidades se constriñeron según el ámbito geográfico. Si en los viejos sistemas educativos se estudiaba historia de España, se sustituyó por la historia de mi pueblo. Dejamos de tener una historia común, una geografía común y una lengua común.

El horizonte se estrechó, la mirada dejó de ser universal. Si en mis años de bachiller elemental hasta el más torpe de mi clase sabía de corrido y salteadas las capitales de Europa, ahora no se saben ni las capitales autonómicas.

La enseñanza se ha vuelto utilitaria, pero utilitaria de lo inmediato. El desarrollo intelectual, los mecanismos que nos permiten seguir aprendiendo, se han limitado hasta extremos que sólo se considera razonable el estudio de lo económicamente rentable en el momento.

Y si no había suficientes plagas que atacaran a la enseñanza, se unió el cambio de las relaciones familiares y la pérdida de autoridad paterna. Más que pérdida de autoridad, dejación de responsabilidades.

Los padres dejaron de exigir para consentir. En lugar de ser una figura de autoridad, una guía de comportamiento, los padres se convirtieron en protectores. Ya no se corregían las conductas anómalas, se justificaban. El castigo se sustituyó, en el mejor de los casos, por el soborno, aunque lo más habitual fue su supresión.

Ante la ausencia de autoridad paterna, la autoridad del maestro –reflejo de la primera- se desvaneció. Los padres olvidaron que la enseñanza es competencia de la escuela, pero la educación es su responsabilidad. Y sin educación es complicado enseñar.

Ahora, cuando todos los indicadores hacen saltar las alarmas, los organismos internacionales nos señalan con el dedo y los pocos cerebritos que quedan huyen de la quema, nos llevamos las manos a la cabeza, pero somos incapaces de encontrar una salida a este laberinto. Un problema que exige acuerdos mínimos, pero no sólo de las fuerzas políticas –que no están por la labor-, sino también de educadores y padres. Y éstos, me temo, tampoco están muy concienciados.

martes, mayo 11, 2010

O tempora o mores

Mi hija me ha dado una alegría inmensa. Anoche nos anunció que hoy participará en una concentración estudiantil frente al Rectorado. Por fin, mi hija daba muestras de concienciación social. Va a protestar contra la injusticia, contra la arbitrariedad, contra la falta de libertad. Estoy orgullosa. De ella y de los, sin duda, miles de estudiantes de su universidad que le van a cantar las cuarenta al Rector.

Miles de universitarios se manifestarán hoy contra la anulación de las clásicas paellas y la reducción de las plazas de aparcamiento. O tempora o mores.

lunes, mayo 10, 2010

La ciudad devastada

La ciudad, el burgo, es quizá la seña de identidad más relevante de la sociedad humana. La ciudad es consustancial a la sociedad, es el lugar físico en el que se desarrollan actividades, se comparte y se dinamiza la vida. La ciudad es un motor de avance humano desde la antigüedad.

En los últimos 50 años, sin embargo, políticos, especuladores y ciudadanos –que también tenemos nuestra culpa- nos hemos cargado muchas ciudades. Ahora no tenemos ciudades para vivir, sino ciudades escaparate, ciudades dormitorio, ciudades turísticas.

Pero hemos despojado a las ciudades de su carácter: el lugar donde convivía la tienda, el taller, el negocio, los vecinos, los colegios, los mercados. Hemos arrojado de las ciudades todo aquello que era “incómodo” hacia polígonos industriales. Hemos cambiado la geografía comercial eliminando las pequeñas tiendas y creando centros comerciales –todos iguales, todos con la misma oferta- en las orillas de las autovías. Hemos expulsado a los vecinos a barriadas dormitorio. Hemos dejado de ser vecinos.

Los arquitectos en el siglo XX se metieron también a urbanistas y diseñaron ciudades ideales en las que cada zona tenía un uso. Lo maravilloso de la ciudad es la capacidad de convivencia de diversos usos. Se cambian las viviendas por “unidades habitacionales”. Ya no se vive, se tiene una habitación dónde ir a dormir, no dónde vivir.

Algunas urbes, sin embargo, consiguen mantener ese carácter, a pesar de los intentos por destruirlas. Por ejemplo, en el estudio Mercaciudad, que mide diversos parámetros, resulta que las mejores ciudades para vivir son aquellas que no destacan ni por su monumentalidad ni por sus grandes obras: Pamplona, Santander, Logroño, Murcia, San Sebastián, Albacete, Zaragoza, Oviedo, Gijón y Cáceres.

Ninguna recibe un turismo masivo, salvo momentos puntuales. Ninguna es una ciudad monumental. Ninguna ha emprendido obras “para poner en el mapa” a la ciudad (salvo Zaragoza con la Expo).

Una reflexión sobre el papel de la ciudad en la sociedad actual debería ser obligada para los próximos candidatos. Ciudades hechas a medida humana; ciudades para ser vividas y no ciudades para ser fotografiadas.

miércoles, mayo 05, 2010

Falta de discurso

Detesto las tautologías, pero nuestros políticos, especialmente los de derechas, son unos verdaderos fanáticos. “Hemos hecho lo que había que hacer”, decía Aznar cuando se criticaba alguna actuación irregular de su gobierno. “Grecia está como está”, asegura Rajoy.

La tautología enmascara la ausencia de discurso, de argumentos. La tautología es miseria intelectual, pensamiento repetitivo e irreflexivo.

El abuso de las expresiones tautológicas deja traslucir desprecio hacia el intelecto del receptor del mensaje: hablamos para tontos. También es un discurso sólo para adeptos.

La derecha, además de la tautología, utiliza términos universales para referirse a su exclusivo punto de vista: “todos los españoles opinan”, “todos los españoles piensan”, “todos los españoles están en contra de ...”.

Estas formas de exponer su pensamiento indican, precisamente, la falta del mismo. Pero me temo que estamos ya embrutecidos.

Otro día, cuando tenga ganas, me meteré con la ¿izquierda?

martes, mayo 04, 2010

¿Vale la pena?

César Mallorquí, novelista y propietario de un blog para mí imprescindible, ha tenido la humorada de considerar esta bitácora como una de las diez mejores que conoce. El blog “vale la pena”.

Además del bochorno que me produce cualquier halago, tengo que darle mis más rendidas gracias, aunque me reproche que no actualice el espejo con la frecuencia que debiera. Y tiene razón.

No leo 10 blogs, ni mucho menos. Realmente sólo leo aquellos que me interesan y, a veces, vislumbro otros, así que me limitaré a citar aquellos que realmente me aportan algo o que me incitan a participar.

Por razones obvias no citaré a La Fraternidad de Babel, pero aquí van mis imprescindibles:

Algún Día, Folken, La Barra Virtual. Lamentablemente, otros blogs que antes consultaba a menudo han desaparecido.

Gracias de nuevo, César.