martes, abril 30, 2013

La abdicación

Hoy he pasado la mañana viendo en la tele la entronización de Guillermo Alejandro de Holanda y, oye, que me ha encantado.
Me ha gustado ver tanto colorido, tanta sonrisa, tanta gente contenta. Niñas primorosamente vestidas portándose como señoritas bien educadas, incluso tapándose un bostezo en lugar de liarse a patadas con el resto de invitados.

Una coronación post abdicación es una alegría. A ver, el rey saliente -en este caso reina- se jubila y da paso a la siguiente generación que lleva años deseando que le llamen majestad y se tratado como jefe de estado.
Si la coronación es post mortem, el luto embarga toda la celebración, todo es tristón y melancólico, de forma que la llegada de un nuevo rey no se acoge con alegría.
Un rey - reina- que abdica es recordado con cariño. Un rey que se muere puede ser recordado con tristeza o con impaciencia, mira tú lo que tardó en doblar.
Y el heredero, sin lugar a dudas, estará más contento de recibir el trono de un vivo que de un muerto. Al menos no tiene que fingir pena.

No sé que hago hablando de todo esto, si soy republicana.

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