Cuando el jefe no viene –como hoy que se ha montado un jugoso puente- Él está más insufrible de lo habitual. Primero, las consabidas dos llamadas para hablar con su hijo (10 meses)
- Enano, dime algo ... ¿Enano? Que soy el papi ¡No me cuelgues! ¿Qué comes? ...
Pero si falla el jefe la cosa se amplía. Porque la enorme obsesión de este muchacho es el dinero. Puede pasarse dos días llamando a todos los establecimientos de neumáticos de la autonomía pidiendo presupuesto. Son decenas de llamadas que no sólo oímos, sino que nos da detalles.
- Pues en Alfafar me salen 10 euros más baratos.
La semana pasada fue el móvil. Llamó a las tres operadoras para ver cuál le hacía mejor oferta. Una vez con las tres ofertas, rellamó a todas informando que
- Pues xxx me da chopecientos mensajes gratis y un nokia último modelo, de esos en los que se ve hasta la tele.
Móvil para él y para “su señora”, una de las expresiones más cutres y odiosas de mi particular bestiario.
Hoy, como no está el jefe, abusa. Hemos hecho un recorrido por el precio de los pañales (esta vez nos ha ahorrado el teléfono y ha usado internet) y así ya sabemos que en no sé que establecimiento salen más baratos incluso que en Carrefour.
Como había tiempo, ha ampliado la búsqueda a una batidora potente para preparar alimentos al “enano”.
Ha sacado las ofertas por la impresora y ha intentado amenizarnos la mañana comentado los diferentes modelos y precios.
Luego nos ha ilustrado sobre la posibilidad de hacerse con una tarjeta pirata para ver el digital y recordado las artimañas que se gasta para devolver artículos comprados y usados.
Es enfermizo.
Y a mí me pone enferma. No ya por el consumo telefónico que hace (no me voy a poner antisindicalista, pero digo yo que hacer esas llamadas desde la oficina le supone un considerable ahorro familiar), sino por el tiempo que le dedica y que escatima a su trabajo.
Pero eso ya es cuestión de que el jefe le ponga firme.
6 comentarios:
¡Vaya panorama!
Querida Alicia:
¿Qué sería de los psiquiatras sin los jefes?
El mío no hizo puente; pero a las 9 de la mañana llamó para encargarme tropecientas mil cosas; llegó a las doce, me vio con la lengua fuera, se acercó y me pidió que por favor dejara todo y le mirase corriendo las casas de ventas de unas gafas para buceo y unos prismáticos de visión nocturna, porque su hijo (28 años) va a hacer una excursión a unas cuevas subacuáticas en no sé qué mar exótico a donde viajar cuesta el sueldo de cuatro personas.
Ah, sí, le imprimí la información y se marchó corriendo, no sin recordarme que por favor terminara las gestiones anteriores.
Ni decir tiene que a las 14 horas me piré.
Pues ya de paso, Anilibis, podría haber inscrito al niño en la legión extranjera como su particular contribución a conocer mundo.
Lucía, como hay testigos, estoy segura de que colaría la enajenación mental transitoria, incluso la legítima defensa.
Hombre, ya echaba yo de menos las andanzas de este muchacho. Veo que sigue como siempre.
Tenga paciencia.
Un saludo.
¡Ay, Miguel! Con Él tengo tema para una entrada diaria en el blog, pero no es cuestión de compartir este dolor de muelas.
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