viernes, mayo 16, 2008

Berlín, del futuro al pasado inexistente

Regresé de Berlín hace unos días. Una ciudad que se reconstruye cada cierto tiempo. Reconstrucciones en las que elimina radicalmente el pasado e intentan recuperar –entre rascacielos de cristal- el esplendor prusiano.

Del Berlín del III Reich no queda prácticamente nada. La ciudad quedó arrasada en el 45 y la parte histórica, con algunas excepciones, en el Este. La RDA reconstruyó o reparó algunos edificios especialmente importantes, pero otros, como el palacio imperial, fue sustituído por otras construcciones más acordes con el régimen.
Desmantelamiento del Palacio de la República

Una vez caído el muro, hace casi 19 años, los rastros del Berlín comunista casi se han esfumado también. El palacio de la república, que sustituyó al del kaiser, está siendo desmantelado y sólo se les ha ocurrido volver a levantar el palacio imperial. Algo que ya ocurrió con el hotel Adlon, que fue replicado con toda exactitud.

La Parisen Platz está prácticamente terminada, a falta de algunos detalles de la nueva embajada americana. Al lado se levanta un edificio bancario proyectado por Gehry. Las normas de construcción en la Parisen Platz son muy estrictas, así que el canadiense ha tenido que contenerse en la fachada, pero una vez se traspasa la puerta uno se encuentra con el estómago de un rumiante bajo un techo de cristal.

Por otro lado, en el este se conservan los nombres de las calles: Karl Marx; Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht ... En medio de la Alexander Platz se alza el enorme monumento a Marx y Engels.

Hay dos de todo: dos teatros de la ópera; la sede de la sinfónica, la de la filarmónica; dos “neues” galleries ... Aunque esto no sólo ha ocurrido en los últimos 70 años, viene de antiguo, ya que frente a frente se encuentran la catedral francesa y la alemana. Casi al lado la catedral de Santa Eduvigis y un poco más allá la Berliner Dom. O sea, la cuarta catedral en 500 metros a la redonda. Y todo esto en una ciudad que aparentemente no parece demasiado religiosa.

Ahora resulta que Berlín Occidente se encuentra un poco descuidado. Los grandes proyectos –a excepción de los gubernamentales que se alzan en torno al Reichtag en Tiergarten- se concentran en la parte oriental. Toda la Potsdamer Platz, Unter der Linden y Friederichstrasse, con sus manzanas cerradas obra de los más pintureros arquitectos del momento. Friederichstrasse hoy día compite en lujo con la antaño señorial Ku’damm occidental.
Galerías Lafayette

Como digo, las normas urbanísticas son estrictas, de modo que el Friederichstrasse no ha acogido el proyecto soñado por Mies van der Rohe de sus rascacielos de cristal. Sin embargo, Renzo Piano, en la Potsdamer Platz, ha levantado un edificio que claramente recuerda los bocetos del Mies.

Así que andamos entre la recuperación del esplendor prusiano y el enorme sentimiento de culpa. El monumento al Holocausto se extiende detrás de la Parisen Platz hasta casi la Potsdamer Platz. En Kreuzberg se alza el desasosegante edificio de Daniel Libeskind para albergar el Museo Judío. Frente al Kulturforum pasa la Ben Gurion Strasse y a la entrada del Tiergarten se proyecta un memorial a los gitanos víctimas del III Reich.

Frente al Reichtag unas placas recuerdan a los que fueron ejecutados por el incendio y algunas cruces, en el barrio del gobierno, a las víctimas del Muro. En Babel Platz una placa recuerda que allí se inició la quema de libros, junto a una cita de Heinrich Heine: el pueblo que empieza quemando sus libros acaba quemando a las personas.

Así que tenemos, por un lado, un sembrado de culpas; por otro, la recuperación de la vieja buena arquitectura y, por último, lo más moderno.

Berlín se ha convertido en una exposición antológica de arquitectura de finales del XX y principios del XXI. Cualquier arquitecto de fuste tiene hoy aquí su obra: Piano, Rossi, Moneo, Foster, Pei, Libeskind, Gehry, Rogers, Chipperfield, Hadid ...

Este eclectismo remite un poco a lo ocurrido en 1957, cuando en plena guerra fría y en parte como respuesta a lo que se proyectaba en Berlín Oriental, se celebró la Exposición Internacional de Arquitectura, cuyo legado se puede ver al norte del Tiergarten en el Hansaviertel.

Allí se dan cita edificios de viviendas firmados por Oscar Niemeyer, Gropius, Arno Jacobsen o Alvar Aalto. Es decir, lo mejor de cada casa.

Entre estos dos grandes hitos, la ciudad también ha tenido obras intermedias de enorme valor, de la mano de uno de los grandes ideólogos urbanísticos berlineses: Hans Sharoun, quien concibió el magnífico edificio de la Filarmónica o la vecina Biblioteca Estatal.

El nuevo Berlín tiene algo destacable: el empeño en que convivan los distintos usos. Así que todos los edificios reparten su superficie entre comercios, oficinas y viviendas. De forma que a lo largo de la jornada el edificio y la calle están en ebullición.

Pero lo mejor de Berlín es Fassbender und Rausch. Si van allí, busquen el edificio entre Charlottenstrasse esquina a la Gendarmermark. Suban, a partir de las 11 de la mañana, al café de la primera planta y pidan un chocolate acompañado de alguna de las 10 variedades de pasteles que ofrecen. Habrán encontrado el paraíso.

5 comentarios:

pcbcarp dijo...

Estimada Sra. Liddell, tenga por seguro que cuando vaya a dar una vuelta por ahí, me llevaré sus didácticas notas como guía.

Mrs Jones dijo...

Oh, Berlín es la ciudad en la que quiero vivir, por la sencilla razón de que todas mis teorías sobre la vida y el mundo son ciertas allí y por la emoción de pisar Historia a cada paso.

Tanhäuser dijo...

Me encanta Berlín. Cuando acabé la tesis tuve la oportunidad de hacer un postdoc allí y recuerdo que esa ciudad me acogió maravillosamente.
Saludos

Alicia Liddell dijo...

Estimado Pcb, encantadísima de compartir con usted mis superficiales conocimientos berlineses.

MrsJones: No crea que pisará mucha historia, quizás mucha culpa. Una culpa que abarca los últimos 75 años, que empieza con el ascenso del nazismo y no concluye con la Caída del Muro. No hace mucho se abrieron los archivos de la Stasi.

Tanhauser: De Alemania conozco Berlín y el aeropuerto de Munich, así que no puedo comparar. A mí la ciudad me pareció sorprendentemente acogedora ya la primera vez que la visité. Creo que en ello tiene mucho que ver su historia reciente, estar aislada en medio de un entorno hostil, alejada de todas las referencias socio políticas supongo que convierten a sus habitantes en especialmente sensibles a los que hasta allí llegaban y llegan ahora de forma más masiva.

chimoeneas dijo...

precioso el post. sólo he estado en berlín una vez, en 2002 y era precioso ver una ciudad que se estaba reiventando y tapando la herida del muro.
cuando fui todavía estaba el palacio de la república, que me parecía espantoso... pero aún así tenía algo de cargo de conciencia cuando lo tiraron...

eso sí, de alemania prefiero (con diferencia) ciudades como hamburgo, bonn y ¡heidelberg!