Ayer, de nuevo contra Federer, Nadal demostró una fortaleza mental digna de estudio.
Federer no suda, debe tener un condicionante genético. De hecho ni se despeina en los partidos, a no ser que enfrente tenga a Nadal. No pierde jamás la compostura hasta el último punto. Es el hombre impasible.
Ayer le vimos dar alaridos cada vez que fallaba un punto –inaudito en él-, incluso apretar el puño celebrando cuando ganaba, lo que también es insólito.
Federer es el mejor, sin duda. Su genialidad, su capacidad de inventar golpes, de sorprender tanto al rival como al espectador parece no tener límites. Pero cuando tiene a Nadal al otro lado de la red, es otra cosa.
5-2 y servicio para apuntarse el primer set. Un paseo militar, vamos. El receso de la entrada del fisioterepeuta para atender a Nadal le permitió a éste, creo, reflexionar sobre cómo transcurría el encuentro.
Nadal fallaba los primeros servicios, se mantenía a la defensiva y se limitaba a devolver las bolas. Federer, por el contrario, esquinaba los golpes, machacaba las líneas y llevaba de lado a lado de la pista a un maltrecho Nadal tras el maratoniano y también incierto partido de la víspera contra Djokovic.
Aunque vimos que el fisio masajeaba el muslo, los efectos fueron como si le hubiera masajeado el cerebro, o la actitud.
Inmediatamente Nadal se volvió más agresivo, se arriesgó a subir a la red y surgió la inspiración. El 5-2 se convirtió en un 5-7 ante el estupor del suizo.
Asistimos a un partido hermosísimo, plagado de puntos espectaculares, imposibles. Vimos fuerza y sutileza y, sobre todo, determinación. Federer es inapelable, con tres puntos de ruptura en contra en el segundo set que auguraba una final a dos sets, puso en funcionamiento ese saque demoledor, ajustado y perfecto que es casi imposible de restar. Consiguió llegar a la muerte súbita y alargar el partido hasta el tercer set.
Federer no está acostumbrado a partidos largos y éste ya lo era: casi una hora cada set, de forma que llegó muy justito de fuerzas a la tercera hora y ahí sabe que está en inferioridad de condiciones.
Que Nadal se lo puso muy difícil da cuenta el número de bolas de ruptura de que dispusieron cada uno de ellos: 17 Nadal por 7 de Federer.
Falta una semana para que dé comienzo el segundo grande de la temporada, el grande del que es prácticamente propietario Rafa Nadal. Hamburgo ha servido para que Djokovic sea consciente que ganarle en arcilla no va a ser sencillo y para que Federer empiece a desesperar de ganar Roland Garros. Especialmente en partidos a cinco mangas, que requieren un fondo físico de gran resistencia.
4 comentarios:
Esta entrada ha sido publicada simultáneamente en soitu.es, gracias a la amabilísima invitación que me cursó Guillermo López.
Las fotos son distintas -Guillermo tiene mejor gusto y más recursos que yo-, pero el texto es idéntico.
Esperemos que Nadal se recupere de esos dos partidazos en Hamburgo. Sin duda que tanto Djokovic como Federer han sido testigos de dos de las batallas más duras ante Nadal.
Saludos
Fue un partido precioso, de los que hacen afición.
Pasaba por aqui.
Maese Capazorros: Puede quedarse, buen hombre.
Publicar un comentario