sábado, julio 18, 2009

Albricias y zapatetas

Me han quitado la escayola. El pasado jueves, a las 8:30 de la mañana, ya estábamos en radiología para las pertinentes placas y, se supone, tras su evaluación, liberarme de semejante instrumento de tortura.

A las 9, tras una complicada operación de subirme a la mesa de rayos a través de un procedimiento propio del Doctor Franz de Copenhague, la primera parte de la tarea estaba cubierta. Sólo quedaba la consulta con el cirujano programada para las 10.

En la cartilla de consulta indicaba que era en la planta semisótano. Puesto que las placas las habían realizado en la planta baja, cogimos el ascensor y descendimos un piso. Una vez allí nos dirigimos a la garita de admisiones y una empleada nos informó que no era allí, sino en la planta baja.

Coge de nuevo el ascensor. Dirígete a la garita de admisiones y allí nos dicen, adivina adivinanza, que es en el semisótano. Digamos que la señal del cabreódromo rozaba el rojo. Tras informar al empleado de que nos habían enviado desde el lugar al que nos pretendía devolver y realizar algunas llamadas telefónicas, nos remitió a una consulta en esa misma planta.

Total, que allí nos dirigimos. Entregamos los papeles a una enfermera y dos minutos más tarde nos informa que … allí no es, que es en la planta semisótano. Ya habíamos rebasado la raya que separa el estado de mosqueo del de cabreo.

La enfermera disculpa la bisoñez de la primera empleada, la del semisótano, que acaba de empezar en tal complicada tarea.

A todo esto, con tanto viaje en el ascensor, se acercaba peligrosamente la hora de la consulta y nosotros todavía haciendo excursiones verticales.

Finalmente, albricias y zapatetas, conseguimos llegar a la consulta a tiempo.

A las 10 en punto nos hacen pasar. El cirujano pide a la enfermera que quite la escayola, en realidad media escayola, puesto que está abierta por delante y la cubre una venda elástica. Sólo tiene que quitar la venda. Se da tan mala maña que es el médico el que acaba haciendo la tarea.

Tras esa complicadísima operación, ahora toca levantar los apósitos que cubren las incisiones. El cirujano pide suero fisiológico para ablandarlos. La enfermera aparece con unos envases unidosis propios de gotas oftalmológicas. A ese paso tardaremos varias horas en empapar los apósitos. El cirujano pide una botella y la enfermera, tras una larga búsqueda en el armario, aparece con lo pedido. Por si alguien no lo sabe, son las enfermeras las responsables de tener listo todo el material e instrumental que precise el médico y, por supuesto, reponer cuando es necesario. De todo ello concluyo que la joven debe ser estudiante de primer año en prácticas o la más torpe de su promoción.

Se levantan los apósitos, se comprueba la cicatrización y, a continuación, el cirujano enseña unos sencillos ejercicios para hacer en casa mientras se tramita el papeleo para acudir al servicio de rehabilitación.

Tras ello, el cirujano encarga a la enfermera que quite los puntos lo que hace con suma delicadeza, admito.

Mientras tanto, el médico trata de mirar las placas hechas esa misma mañana. Placas ya no físicas, sino informáticas. Pero su ordenador se niega a cargarlas. Llama al servicio de rayos que le informa que han sido colgadas en el servidor correspondiente. El médico insiste, con los mismos resultados negativos. Vuelve a llamar a radiología y desde allí le dicen que hable con informática. Tenemos lío.

El cirujano, ante la complicación, y dado que la visita está prácticamente concluida y desconoce cuanto tardará informática en arreglar el asunto, nos pide que esperemos fuera mientras recibe a otro paciente.

Eso hacemos y cuando salimos tropezamos en la puerta con una joven a la que mi marido identifica como la informática basándose en su aspecto freaky. Efectivamente, a los dos minutos nos piden volver a la consulta. Las placas muestran la evolución de la intervención. Tengo un precioso clavo perfectamente horizontal y la meseta tibial ha empezado a regenerarse.

Prohibido apoyar el pie, así que continuo con las muletas y el andador, aprovechándome de mala manera de todos los que me rodean, tiranizándoles de una manera impropia y dejándome mimar. Total, para una vez …

1 comentario:

Fer dijo...

Haces bien, tiraniza y esclaviza, que sólo por compensar el coñazo del pack operación-escayola-rehabilitación te va a merecer la pena.
Ánimo con la rehabilitación... y con posteriores "excursiones verticales" (me ha encantado el término).