Los grandes torneos de Australia y Reino Unido parecen vetados a los tenistas locales. Desde 1936, año en que ganó Fred Perry, las grandes esperanzas británicas caen antes de llegar a la final. Andy Murray tomó el testigo que dejó Henman tras su retirada. Ha hecho un excelente torneo y la previsión era llegar a la final soñada contra Federer.
Pero en semifinales se le ha cruzado el otro Andy, el americano, que ha resurgido en la hierba londinense. El partido fue de alto nivel y tremendamente igualado. Baste decir que el escocés superó a Roddick en número de saques directos, contabilizó menos errores no forzados y consiguió más puntos ganadores. Y aún así, perdió, con un marcador de 6-4 5-6 7-6 7-6, en parte por dobles faltas en los momentos más inoportunos.
Roddick demostró más serenidad en las dos muertes súbitas disputadas, pero también en remontar hasta cinco puntos de ruptura de los 7 que tuvo en contra.
Al americano le ha venido de perlas su nuevo entrenador, Larry Stefanky. Roddick ha aprendido a aguantar al fondo de la pista, a pelotear, a no acortar innecesariamente los puntos, a no aumentar su porcentaje de errores. Disponía, y dispone, de un servicio demoledor, pero hasta el momento de poco más podía presumir.
En Wimbledon ha demostrado que puede ser paciente y acelerar las bolas con latigazos de derecha impresionantes. Parece más seguro de sí mismo y menos ansioso. Hace tres años que no alcanza una final de grand slam y mañana tendrá la oportunidad de apuntarse un segundo grand slam en su carrera.
Al otro lado de la red estará el rey del All England Tennis Club. Federer alcanza su séptima final consecutiva y, con ella, la posibilidad de llevarse la victoria por sexta vez.
Federer ganó con autoridad a Haas en tres sets: 6-7 5-7 3-6. El alemán no tuvo la menor oportunidad, ya que Federer no concedió ni una sola bola de ruptura a lo largo del partido, mientras que el ya casi número 1 aprovechó las dos ventajas de las que dispuso. Efectividad al 100%.
Roger, sin la presión de defender título y con un cuadro muy limpio, dio un recital de tenis: toda la variedad de golpes, una demostración de elegancia y fluidez en la pista; ligereza y facilidad a la hora de subir a la red. Lo cierto es que verle jugar es una auténtica delicia.
1 comentario:
Por supuesto que ver jugar a Federer es una delicia: desde que Nadal renunció a Wimbledon (y Cuatro a televisarlo, manda cojones) yo estaba deseando que Federer llegara a la final y ganara, por el bien del tenis.
Y no es que me caiga mal Roddick, que conste, pero entre el de Nebraska y el suizo, oyes, uno tiene claro dónde elegir.
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