miércoles, diciembre 28, 2005

De la ciencia

“Historia de la ciencia” es un libro indudablemente divulgativo, pero estarían equivocados aquellos que piensen que es superficial. En absoluto. Es un trabajo profundo que exige un cierto nivel de atención, en ocasiones elevado. Esta característica no le merma ningún mérito, sino todo lo contrario. Es riguroso, pero ameno.

Los autores, los catedráticos de la UNED Carlos Solís y Manuel Sellés, hacen uso de un fino sentido del humor, un cierto distanciamiento y una cierta ironía que denota sus amplios conocimientos tanto científicos como humanísticos. Sería interesante escuchar sus opiniones sobre eso que se empeñan en defender los ultramontanos estadounidenses sobre el creacionismo inteligente.

Sin embargo hay algunas lagunas. Se trata de una historia de la ciencia europea. Cierto es que hace referencia en los primeros capítulos a descubrimientos chinos o árabes, pero eso es todo, poco más que una mención.

También adolece de poca atención hacia el desarrollo de la técnica. Por ejemplo, a Leonardo se le despacha prestamente. El objeto del libro son más las ciencias que sus aplicaciones. Eso sí, los autores desgranan elogios para los oscuros inventores de algunos artilugios: artesanos muchas veces desconocidos que nunca pusieron un pie en los templos del saber, pero cuyos artilugios hicieron mejoraron la productividad y liberaron a la humanidad de trabajos penosos.

Por ello, quizás, pasa por encima del Imperio Romano, más preocupado por las obras de ingeniería que por desarrollar teorías que explicasen el origen del Universo.

“Historia de la ciencia” es también la historia de la eterna batalla entre razón y fé; entre prejuicios y experiencia; entre el miedo al poder establecido y la pasión por defender aquello en lo que se cree por haberlo experimentado.

La ciencia –y hoy día sus derivaciones técnicas o tecnológicas- forman parte inseparable del poder, como bien apuntan los autores. Un hecho que los gobernantes no deberían olvidar en estos tiempos.

Un libro para aquellos que conservan las ganas de aprender, de conocer los hechos científicos que han hecho avanzar a la humanidad. Un libro para los que todavía se hacen preguntas, para los que dudan, para los que buscan respuestas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que el avance de la humanidad es meramente circunstancial y básicamente se produce con tres objetivos: 1. Evitar el dolor. 2. Evitar el cansancio 3. Evitar el aburrimiento.
Es una evolución artificial y virtual. En lo natural seguimos siendo igual que hace 20.000 años o más. El ingenio creador es azaroso y en muchas ocasiones se descubre algo que no se buscaba o alguna otra aplicación inesperada.

Me pregunto si los habitantes de Atapuerca necesitaban el entretenimiento tanto como nosotros o si se planteaban el sentido de sus vidas. Tampoco sé si ahora comemos mejor que ellos. Creo que nuestros sistemas inmunitarios están más deteriorados que los suyos. Respiramos basura producida por los mecanismos de la técnica para producir más basura inútil.

Me pregunto hasta donde nos conducirá esta frenética curiosidad por conocerlo todo ¿De donde procede esta especie de necesidad? De la única esperanza universal humana: Vivir mejor. El significado de esas palabras queda para la reflexión filosófica (no cientifica).