jueves, mayo 25, 2006

Hedy


El viernes fui a mi librería de cabecera. El día anterior, en Barcelona, pasé por La Central de la calle Elisabeth y estuve curioseando entre sus mesas. Me gustó que tuviera -nada más entrar- libros alejados de las mercancías al uso.

En la primera o segunda mesa ví algunas ediciones de esas que enseguida me llaman desde la portada. Resistí la tentación de comprar nada en La Central. No me gusta ser infiel a mi diminuta librería de siempre.

Así que al día siguiente, ya de vuelta en casa, me adentré en el minúsculo local y busqué en su única mesa central –que prácticamente ocupa toda la superficie que dejan libres las estanterías- el volumen que me atrapó. El caso es que no lo ví y pregunté al dependiente de cara de gnomo por él. Me aseguró que lo tenían y tras una breve visita al almacén (si la tienda es mínima, imagino el almacén como un armario empotrado) vino con mi libro.

La portada reproduce un cartel cinematográfico de los años 40. En él aparece quizá una de las mujeres más hermosas que hayan iluminado jamás una pantalla. Pero de una belleza dulce, un tanto melancólica: Hedy Lammar.

Mi atracción por el libro –más bien por la cubierta- creo se fundamenta en una novela de Manuel Puig, “Pubis Angelical” (tendré que releerlo) Puig –cuánto te echo de menos- fabula sobre Lamarr como antes lo hizo sobre Marilyn o Rita.

De aquel pubis me vino el deseo de ver alguna película de la bellísima austriaca, pero ninguna madrugada fui obsequiada con semejante presente.

La actriz ejerció sobre mí un cierto hechizo. Fue una pionera: la primera mujer que apareció completamente desnuda en una película. Descubrí que su breve carrera artística en Hollywood –qué desperdicio- en realidad la liberó para dedicarse a lo que le apasionaba: la ciencia.

Hedy Lamarr era más que un cuerpo deseable, era un cerebro sin parangón, una matemática de primera magnitud. Ella inventó y patentó la conmutación de frecuencias en 1942 que, años más tarde, fue clave para el desarrollo de la industria bélica moderna. Una belleza mortal.

No fue tan fácil, claro. Resultaba increíble que una belleza arrebatadora como Hedy fuera poseedora también de un intelecto único. Pero finalmente su aportación hubo de ser reconocida. Hoy día se utiliza para las comunicaciones inalámbricas, en telefonía móvil, mandos a distancia, comunicaciones vía satélite y, por supuesto, sistemas de dirección de misiles.

2 comentarios:

- dijo...

Tú lo has dicho: Una belleza mortal. Quién diría que tras esa apariencia tan delicada se pudiese esconder cerebro tan maquiavélico.

Me recuerda levemente a Paulette Goddard.

Muchas gracias por visitarme. Y más aún por encontrar algún parecido con la literatura Fante. Me siento halagado.

Miguel Sanfeliu dijo...

Interesante su blog