miércoles, diciembre 27, 2006

De limpieza

Estoy de vacaciones. Es decir, no voy al trabajo por cuenta ajena que mensualmente me ingresa una cantidad razonable. Dado que mi jornada se extiende de 8 de la mañana a 7 de la tarde (con dos horas de descanso que la empresa suele aprovechar para ponernos cursos y esas cosas de formación continua) estos días los aprovecho para hacer esas labores cotidianas que nunca tienes tiempo y menos ganas de hacer en fin de semana.

Así que después de pasar dos días arreglando armarios, desechando ropa y calzado de hace eones –he encontrado dos trajes de principios de los 80- y que evidentemente no me pongo por razones de peso (agg, que rabia, yo me podía meter en esas minúsculas minifaldas de cintura imposible), la he emprendido con la biblioteca.

Tiene tres partes diferenciadas: la de libros de consulta, en la que no puedo ejercer el imperio del trapo del polvo; la de historia, filosofía y política (idem) y la de literatura que es toda mía.

Llevo aproximadamente la mitad. He tirado ya dos repugnantes trapos del polvo, he gastado un bote de politus y, a pesar del frío, tengo las ventanas abiertas para no ahogarme con el polvo que queda en suspensión tras sacudir los libros para despojarles no ya de las motas polvorientas, sino de auténticas bolas borreguiles al más puro estilo cosmocueva de Fer.

La limpieza permite otras dos cosas: ordenar lo que es un caos y seleccionar libros imprescindibles de compras y regalos olvidables.

Cada cual tiene su sistema de clasificación de libros. El mío es tan válido o tan tonto como cualquiera. Suelo ordenar los libros por autores dentro de una clasificación más amplia que es la procedencia. Así los autores ingleses ocupan una buena parte de la estantería. Los cubículos, casi cuadrados perfectos, se reparten a Graham Green, Evelyn Waugh, Tom Sharpe, Ian McEwan, Martin Amis, Dan Rhodes, David Lodge.

A continuación vienen los americanos: Patricia Highsmith, Auster, Don Delillo, Michael Chabon, Palahniuk, John Irving, Kurt Vonneguth, Egolf, Franzen, John Fante y, claro, clásicos como Faulkner, Steinbeck o mi adorado Mark Twain.

También están los franceses (Houllebecq entre los más modernos y Vian entre los imprescindibles) o italianos como Calvino o Sciascia.
A continuación los de aquí y allá: Coetze, Lem, Böll, Ende, Lobo Antunes … Seguidos por los españoles e hispanoamericanos.

La ciencia ficción tiene su propio espacio que comparten desde Asimov a Clark, pasando por Bradbury.

Y luego están los libros especiales: La enciclopedia de las cosas que nunca existieron, El libro de las hadas o El Diccionario de Símbolos, entre otros.

Hay una hermosa colección de libros de aventura, con Dumas y Verne a la cabeza. Me he propuesto poner cada obra donde corresponde.

Pero conservaré unida la colección de Guillermo. La pondré junto a los británicos, pero en su propio espacio.

Me he dado cuenta que me faltan autores, Saroyan o Salinger –de quien solo tengo algunos relatos-, por ejemplo. Así que me propongo cubrir esa carencia.

Y mientras tanto, un par de docenas de libros han sido condenadas a dejar espacio libre. No siento remordimiento alguno.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Agradecido me hallo por la cita, Alicia, pero en descargo de mi conciencia y buen nombre (así como del de Lucía y María, también habitantes de la Cosmocueva) he de reconocer que nuestra salmantina vivienda, en palabras de un amigo, "parece un hogar". Esto es, con su limpieza asidua, su orden y concierto, sus comiditas apañadas y demás requisitos que hacen que a nuestras madres no se les caiga la cara de vergüenza.
Respecto a Salinger, qué menos que recomendar El guardián entre el centeno y Nueve cuentos, imprescindibles y apetecibles obras.

Anónimo dijo...

Pues te diré que yo añoro esos cursos de nada que me impartían en mi tatara-empleo (osease, el anterior al anterior... soy uno más de los que viven de trabajos precarios Kerouac style). Gracias a ellos conocí los polígonos industriales de Sevilla, Barcelona y prácticamente toda la riviera madrileña. Lugares encantadores de los que podría haber prescidido, la verdad. Ya que la mayor parte de las tonterías con que fui "formado" en aquellos cursos bien los podría haber recibido sin salir de mi lugar de trabajo habitual. Será cosa del "dinamismo" de la nueva clase empresarial hispana.

Tu colección de libros generó una nada sana envidia. Más al leer nombres sagrados para mí, como Fante, Irving o Amis.

Que el resto de tus vacaciones te sean leves.

Alicia Liddell dijo...

Fer: sabía que no podría resistir la réplica. Ya estoy que la cosmocueva es casi un hogar,que no le falta ni el olor a repollo en la escalera (no me lo tenga en cuenta, es otra broma)

Alex: la cosa esa de la formación es "in situ". Hay días que el único momento en que me da el aire y veo la luz del sol es cuando bajo a fumarme un cigarrillo, especialmente en este época del año.

Anónimo dijo...

Ah, ¿lo de la Cosmocueva era un señuelo? Es lo que tiene el género bovino, que somos de pique fácil...
El olor a repollo en la escalera todavía no se ha dado, ni tampoco a coliflor, pero sí vamos bien servidos de vecinas cotillas y un patio de luz que haría las delicias de Mercedes Milà.
(Para más dudas, pásense por Algún día).

Óscar dijo...

"Ordenar bibliotecas es ejercer, de un modo modesto y silencioso, el arte de la crítica"

JL Borges

; )

Anónimo dijo...

Sin duda la colección de las aventuras de Guillermo Brown merece un sitio de honor en cualquier estantería! Qué buenos ratos me ha hecho pasar :D.

pcbcarp dijo...

Estimada Sra. Liddell: Como sabemos, las aventuras de Guillermo son básicas en la formación moral de la juventud. Sobre todo si las tienes en aquellos libros de Editorial Molino que te legaron tus tíos. Pero lo que me ha llamado la atencón es la enciclopedia de las cosas que nunca existiern: ¡Lo tengo!

dsdmona dijo...

Puffff, eso me recuerda que yo también tengo una biblioteca para limpiar y ordenar... sin nigún orden ni concierto simplemente muchas veces por tamaños o orden de compras... Buenos autores, seguro que mejores momentos..

Besos literarios

Alicia Liddell dijo...

Pcbcarp: Por supuesto que son de Editorial Molino, pero adquiridos por mí a principios de los 80 en una librería de lance.

Desconvencida:Las aventuras de Guillermo han hecho que la gente me mire como si estuviera loca al verme reir a mandíbula batiente en un tren.

Anónimo dijo...

Yo también he tenido que hacer sitio (precisamente al Diccionario de Símbolos) así que he aprovechado para deshacerme de dos guías de viaje (coleccionables de El País de hace, no diré siglos, pero sí lustros) y un par de mamotretos que jamás necesitaré y, en caso de que sí lo hiciera, podría encontrar en cualquier biblioteca.

La cultura SÍ pesa y, definitivamente, SÍ ocupa lugar...

Anónimo dijo...

Eché de menos a Julian Barnes, entre los ingleses. :)

pazzos dijo...

Gracias por compartir tu biblioteca. Como lo que comparto o conozco me gusta, intuyo que lo que citas y no he leido pueda gustarme. Tendré la lista a mano.

Alicia Liddell dijo...

Pazzos, sírvase a su gusto.

El chicharrero terrible dijo...

Salinger y Vian por siempre.
La Enciclopedia esa y lo del Guillermo me han hecho pensar de nuevo, en todo lo bueno que siempre nos queda por descubrir.

.

Anónimo dijo...

"No siento remordimiento alguno."
Hmm... Interesante.

Alicia Liddell dijo...

El llegidor: Pertenezco a la generación de la protosociedad de consumo, así que la adquisición de libros suele ser meditada. Pero eso no evita que con el tiempo algunos títulos -como la ropa- se me hayan quedado "pequeños".
Todavía no me veo formando parte del segmento de consumidores de "leer y tirar", segun su acertado post.
Soy lectora, no consumidora de libros (creo)

Anónimo dijo...

Me gusta esa distinción que hace Alicia entre ser lector y consumidor de libros, entre usar el libro sólo en el Metro o seguir leyéndolo en casa, más allá de como mero entretenimiento para evitar las horas muertas.
¡Y feliz 2007!