Cuando alguien de tu generación se muere; cuando ese alguien es además la voz que te ha acompañado tantas veces; cuando has murmurado, cantado y tarareado sus canciones, te quedas un tanto destrozado. Especialmente cuando es un superviviente que ha conseguido atravesar, no sin daños, tantos abismos; cuando tantos contemporáneos han quedado en la cuneta. Cuando uno llega a determinada edad superando las trampas de la vida, se merece alcanzar la vejez.
Antonio Vega todavía me acompaña en ese cd que, mal que le pese a la SGAE –donde dicen pondrán la capilla ardiente- llevo en el coche con las músicas que me gustan. Un cd sin coherencia de estilos, dónde se escucha la suite nº 1 para cello de Bach y a continuación “El sitio de mi recreo”.
Y aquí estamos, mi compañera Carmen y yo, destrozando a dúo "La chica de ayer"
2 comentarios:
Ayer también pusimos la chica de ayer en la barra física y nos tomamos unas cervezas.
Comento tarde, ya lo sé.
Nunca me gustó especialmente la música de Antonio Vega, ni la chica de ayer.
Pero creo que su post es un homenaje más limpio, más sincero y mucho más bonito que esa especie de beatificación pública a la que someten el recuerdo de este señor.
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