Después de casi seis meses de baja laboral, contra criterio médico, he vuelto al trabajo. Pero es que me aburría soberanamente. Empezaba a preocuparme por mi equilibrio mental, ya que me descubrí un par de veces hablando con la tele.
Hasta septiembre llevé la clausura bastante bien, ya que tenía a la familia en casa. Pero se acabaron las vacaciones tanto laborales como escolares. Todos volvieron a sus quehaceres y yo me quedaba casi todo el día con la única compañía de los perros –que tienen poca conversación- y la tele, que suele perjudicar seriamente la salud.
La cosa se aliviaba por las mañanas, cuando acudía a rehabilitación. Todos los días, de lunes a viernes, puntualmente a las 8,30 de la mañana estaba en el gimnasio para que la fisio me martirizara a su antojo. Luego me añadieron, a finales de septiembre, sesión de piscina terapéutica, así que hasta mediodía no regresaba a casa.
Pero las tardes se hacían infinitas.
He evolucionado. Cuando volví a casa desde el hospital me movía con un andador. Después lo cambié por las muletas, para eliminar una y, seguidamente, caminar a cuerpo gentil sin apoyo alguno. Cojeo, que mira que es difícil recuperar un ritmo de marcha decente, y negociar escaleras es todavía una utopía. Es decir, subo y bajo, pero como una abuela. De una en una y con precaución.
El pasado jueves, una vez con el alta del rehabilitador y del cirujano en el bolsillo, solicité el alta al médico de cabecera que dijo que no estaba para muchas polkas. Pero con el apoyo inestimable de mi marido (“Por favor, no hay quien la aguante en casa”) accedió a mi petición.
Así que el viernes me reincorporé a mi puesto de trabajo. Estuvo bien, porque así fue sólo media jornada. Hoy es mi primer día completo y puedo asegurar que lo estoy llevando bastante bien.
Y ahora que recuerdo ... me queda por disfrutar el mes preceptivo de vacaciones, aunque, sinceramente, me parecería un abuso reclamarlo.
3 comentarios:
Estimada Sra. Liddell: ante todo, felicitarla por su vuelta al mundo de las personas deambulantes por sus medios. Me ha impactado el párrafo final: Decididamente, no está Vd. adaptada a la vida moderna. Lo que la honra, evidentemente.
Dos cosas:
- el apoyo inestimable de tu marido es de lo más esclarecedor y brutalmente sincero;
- pedir las vacaciones sería un acto de españolía que emocionaría al mismísimo Blas Piñar, ergo no las pidas.
Por lo demás, espero que vayas mejorando.
El trabajo dignifica, dicen.
Personalmente, intento ver la dignidad en el espejo cada mañana, pero no hay manera. Eso si, me alegro de que alguien se alegre de volver al trabajo.
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