Desde hace algunas semanas tengo en la mesa del despacho un montón de revistas que debería revisar. Sólo mirar el rimero me provoca una pereza invencible. Por fin he decidido abordarlas, mirarlas, valorarlas y decidir si merecen o no la pena.
Cuando el montón ya había menguado, la portada de la siguiente revista me ha dado casi un ataque de pánico. Aclaro que todas ellas son revistas especializadas en arquitectura. A lo que iba, a la portada. En ella cuatro monstruos flanqueados de altísimas grúas, o sea, las torres de la ciudad deportiva (ex ciudad deportiva) del Real Madrid.
Los titulares tanto de portada como de interior no pueden ser más complacientes: Madrid llega a lo más alto; Madrid ya tiene su nuevo perfil ...
Pues el perfil que se le ha quedado a Madrid precisa de un cirujano plástico, porque mira que es horroroso. No lo digo por las fotos, que hacen justicia. Lo digo por la visión, ya que he visto las torres desde multitud de ángulos: desde la T-4, la M-30, la M-40 ... Lo cierto es que es imposible sustraerse a su omnipresencia.
Y son feas, pero feas. En absoluto estoy contra los rascacielos, pero hay buena y mala arquitectura, si consideramos que arquitectura no es sólo técnica, sino también adecuación de las formas a sus usos, guardando un equilibro estético. Y las jodidas torres –sin entrar a valorar sus virtudes constructivas, que sólo faltaría- son aberrantes.
Es aberrante la manía de los constructores y arquitectos en levantar edificios con piel de vidrio, como si estuviéramos en el Círculo Polar Ártico. Cuatro torres cubiertas de cristal por los cuatro costados, lo que significa que a partir del mes de mayo el gasto energético para que los empleados no mueras de choque término debe ser bestial. O sea, que arquitectura sostenible no es.
La extravagancia del proyecto se ha convertido en una premisa, alentada por los poderes públicos que se marcan como objetivo la conversión de las ciudades en parques temáticos. Promover edificios singulares y emblemáticos al margen de su utilidad o necesidad, es ya parte de los programas electorales. La finalidad es salir en la foto, en la portada de una revista o en los reportajes de dominicales provincianos. Eso sí, luego los de comunicación dirán que ha sido un gran acierto porque se han conseguido no sé cuantos impactos mediáticos, obviando, claro está, los impactos ambientales.
Ante la proliferación de edificios acristalados tengo la sospecha, casi certeza, que los fabricantes de vidrio deben gastarse una pasta en convencer a constructores y arquitectos de las bondades de las fachadas y cubiertas de vidrio, en connivencia, eso sí, con fabricantes de climatización y compañías eléctricas.
Y quien esto escribe a) vive en el ámbito de influencia de la ciudad –si por proyectos extravagantes se mide- emblemática por excelencia y b) cuyo centro de trabajo, en parte, es un monumento al poder de las fábricas de vidrio y el arquitecto inconsecuente.
3 comentarios:
En mi ciudad, una urbanización acristalada, premiadísima por los arquitectos y promocionada con el paradójico nombre de "La ciudad de piedra", se conoce popularmente por "La pecera"; y no por el cristal de su fachada, sino porque los habitantes se asoman bajo la ventana oscilobatiente como pececillos boqueando en un estanque insalubre.
Cuando todas las ciudades sean parques temáticos les abandonará el desodorante. Le veo yo un gran futuro a los pueblos abandonados del furor del adosado
Cuando te acercas a Madrid por la A-6 (¡Huy, iba a poner N-VI!) y ves las torres de marras entre la bruma...parece el mismito Mordor.
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