martes, agosto 29, 2006

Best sellers, Literatura y sinceridad

Me remite Pieldivina un extracto del artículo “Best seller y Literatura” publicado por César Aira.

Pienso que es un debate que todavía puede dar mucho de sí, aunque en muchas bitácoras y cientos de entradas se ha tratado el asunto. Aira de alguna manera defiende el derecho a la existencia de los best sellers así como su intrínseca sinceridad.

Aquí dejo los párrafos seleccionados por Pieldivina

“El best seller es la idea, que fructificó en países del área angloparlante, de hacer un entretenimiento masivo que usara como “soporte” a la literatura. Es algo así como literatura destinada a gente que no lee, ni quiere leer, literatura (y a la que no hay que reprocharle nada, por supuesto; sería como reprocharle su abstención a gente que no quiere practicar caza submarina; además, entre la gente que no se interesa en la literatura se cuenta el noventa y nueve por ciento de los grandes hombres de la humanidad: héroes, santos, descubridores, estadistas, científicos, artistas; la literatura es una actividad muy minoritaria, aunque no lo parezca). El best seller es material de lectura para gente que, si no existiera ese material, no leería nada. De lo que se deduce lo injustificado de las alarmas. Creer que alguien pueda dejar de leer a Henry James para leer a Harold Robbins es una ingenuidad; si no existiera Harold Robbins, sus lectores vacantes no leerían a Henry James; no leerían nada, simplemente.
[…]
Pero la piedra de toque en la diferencia entre best seller y literatura es la sinceridad. De un lado, están los usos directos y veraces de la palabra, el transcurso utilitario del verbo en la sociedad: aquí confluyen los “Buenos días”, “Te amo”, “Paso a buscarte a las ocho”, y el best seller. Del otro lado, ese peculiar cuestionamiento de la significación al que llamamos Literatura. La incompatibilidad es absoluta. La literatura es falaz en dos planos: usa una palabra cuyo valor de cambio deja de ser su sentido directo, y pone en escena el teatro de ese uso perverso. El best seller es simétricamente veraz en dos planos: dice lo que quiere decir, y lo ofrece como lo que es.
[…]

”La verdadera literatura resulta en comparación un laberinto de propósitos fallidos y resultados inesperados. ¿Qué se propuso Cervantes al escribir el Quijote, Byron el Don Juan, Kafka La metamorfosis? Por cierto que sus intenciones no cabrían, aun cuando pudieran expresarse de modo claro (¡aun cuando existieran!), en una límpida frase satisfecha como la de Eco (El mismo Eco lo declaró: se propuso hacer “una novela policial que se desarrollara en un monasterio del siglo XII”)

19 comentarios:

Fer dijo...

Tiene buena dosis de razón Solodelibros. Parece que por leer ciertos best sellers ya todo el mundo es un excelso crítico literario, por no hablar de las perniciosas hornadas de pseudo-historiadores surgidos en los últimos años al amparo de noveluchas como El código Da Vinci.
Viene a ser como el caso del baloncesto, que me guardo para analizarlo en mi blog.

Alicia Liddell dijo...

Debido a compromisos laborales ineludibles -que asco, oiga- tengo que seguir el mundial de baloncesto por internet y no es lo mismo.

Después de esta disgresión me meto en harina.

Creo, de inicio, que el término "best seller" se utiliza erróneamente. Para empezar es una sandez utilizar el anglicismo si existe la traducción exacta: más vendido. Y eso se aplica desde libros a coches.

El vocablo se viene aplicando a los libros que se convierten en fenómenos editoriales, lo que de por sí no descalifica su calidad.

Ahí está Eduardo Mendoza, Paul Auster, Ian McEwan o John LeCarré por poner un ejemplo. No todas sus obras alcanzan la categoría de "más vendido", pero suelen frecuentar sus listas.

Usamos "best seller" para definir éxitos editoriales sin un mínimo de calidad ni rigor. Títulos cuya valor viene dado las agresivas campañas de marketing. Libros de usar y tirar.

Nadie niega el valor del pañuelo de papel para sonarse los mocos, pero tampoco nadie lo calificaría de remedio contra el resfriado.

Pues eso, que eso que entendemos como "best seller" no es literatura; como la coca-cola no es un Valbuena 5º año o el big mac una gamba de Denia (o torta de Casar, en honor a Fer)

A mí no me molestan los best seller, como no me molestan las hamburguesas o la coca-cola, porque no las consumo. Lo que me molesta es que intenten convencerme de que es mejor alimentación una pringosa amalgama de grasa que unas lentejas estofadas.

Lo que me molesta es que adictos al brebaje de Atlanta me miren como a un bicho raro si me tomo una cerveza y aseguro que no recuerdo cuando me tomé la última coca-cola y, para qué mentir, la primera. Ni siquiera en cubalibre.

pieldivina dijo...

Bueno Alicia, ahora sí que dejaré de ponerme borde. Ya puedes seguir con tus inteligentes y entretenidos comentarios sin que haga ningún comentario desagradable. (Gracias **)
Por si no he sabido escoger los párrafos adecuados para exponer el tema del artículo, aquí va el enlace en el que se encuentra completo:

http://www.edicionesdelsur.com/articulo_104.htm

Saludos.

Francisco Ortiz dijo...

No es lo mismo que un libro se venda mucho que la idea que incuba al best seller. Javier Marías no escribe para best seller y vende como pocos. En sí, el que ama la literatura detesta los best seller. Pero cada palo...

pies diminutos dijo...

En primer lugar, muy buen extracto, Alicia, dice verdades como puños, con las que no puedo estar más de acuerdo. Además, tu apunte sobre el adjudicación errónea de la palabra "best-seller" acaba de completar el interés del post.

Por otro lado, no coincido con la idea que plantea solodelibros: los lectores de “best-sellers” no tienen derecho a opinar sobre literatura. Es más, no pueden “dárselas de lectores”. Bueno, lector es quien lee. Así que lectores sí son. Y después, lo de no poder dar su opinión a conocer... bueno, ahí discrepo mucho, porque me parece una postura un tanto radical y elitista. En esta sociedad, para bien o para mal, todo el mundo tiene derecho a opinar sobre lo que le dé la gana.

Otra cosa es la calidad, la trascendencia o la relevancia que tú le otorgues a esa opinión. Es decir, mi madre, que es carnicera en un supermercado puede, porqué no, tener una opinión acerca del conflicto árabe-israelí. Pero, obviamente, la opinión del corresponsal en Palestina de El País es mucho más fiable y certera que la de mi madre, porque es un experto en el tema, porque ese es su trabajo, etc. Del mismo modo, aplicado a la literatura, mi madre (pobre mujer, que manera de mentarla...) puede leer “Tiempo de silencio” y decirme, “Cariño, este libro es una patata, prefiero leer a Isabel Allende”. Pues muy bien, pero yo tendré mi propio juicio sobre el libro, y convertiré la opinión de mi profesor de la facultad, especialista en la novela del XX español, en una opinión más importante para tener en cuenta que la de mi querida madre. Sin que eso le reste a ella la posibilidad de emitir un juicio sobre tal obra. No sé si me explico...

Además, poniéndonos tan puristas, llegaríamos a la conclusión de que son muy pocos los especialistas en cada cosa, y que si sólo ellos tienen el derecho a juzgar, pues serían cuatro gatos en cada tema. De forma que, finalmente, muchos de los que, desinteresadamente y por pura afición, hacemos reseñitas y comentarios a libros en nuestros blogs, deberíamos darnos por incapaces, pues pocos pueden considerarse especialistas en historia de la literatura y en crítica literaria, ¿o no? No lo sé...

Pero el derecho a hablar de literatura, el derecho, tanto los lectores de “best-sellers” como los de alta literatura, creo que tenerlo, lo tienen.

pieldivina dijo...

Creo que una de las diferencias entre el best-seller (que no creo que necesariamente tenga que ser de baja calidad) con la alta literatura (alta, literatura con mayúsculas, clásicos… no sé cómo calificarla) es el lector al que está dirigida la obra. En este sentido, creo que es pertinente recordar, la distinción que Julio Cortázar hizo (con una metáfora muy desafortunada y por la que pidió disculpas miles de veces) entre el lector macho –activo- y el lector hembra –pasivo-. El lector activo demanda una lectura que lo involucre hasta el punto de que después de haber acabado la obra, esta siga dejando huella en él porque le ha abierto nuevas vías de reflexión, inquietudes e, incluso, la duda sobre las posibles otras interpretaciones que se le han escapado y a las que desearía llegar a conocer. Frente a esto, nos encontramos con el lector que espera que la trama se desarrolle de la manera más evidente posible y que concluya con un final que explique todo lo narrado hasta el desenlace y que no deje margen para la duda sobre lo que pretendía explicar el autor.

No creo justo descalificar al lector que solo busca entretenimiento en una novela. Al fin y al cabo, yo pretendo que mi ordenador funcione como se espera que lo haga cada vez que clico un icono y no sé, ni quiero saber nada sobre qué hace que me obedezca con un simple movimiento del ratón. Yo soy una usuaria pasiva de los productos informáticos (y de casi todos los productos) y no creo tener la obligación de saber ni el más mínimo conocimiento de programación. Solo quiero apagar el aparato, saber que mis documentos han sido guardados y no volver a pensar en él hasta que lo vuelva a necesitar.

Saludos

sfer dijo...

Casualidades de la vida, vengo a leer esta entrada el mismo día que me topo con este artículo de Nick Hornby (en inglés):

http://tinyurl.co.uk/rwxh

Por alguna razón, me convencen más los razonamientos de Nick que los de César, pero es que defender los "best-sellers" por el hecho de que sean más sinceros, "sinceramente", me parece una papanachada (¿acabo de inventarme esa palabra?).

He de reconocer que no tengo una opinión estable sobre el tema, y tiendo a balancearme según lo que leo. Leyendo a Nick pienso "por dios, pero si es que está cargado de razón", pero por otra parte oigo a los que dicen que "El Código da Vinci" es una patada en las partes íntimas de cualquier persona con dos dedos de frente, ¡y me convencen del todo!

Sea como fuere, opiniones interesantes de leer. Quizá algún día me decante por un lado u otro de la balanza. Personalmente evito a los "best-sellers" tipo Dan Brown, pero reconozco que disfruto con otros (Auster, Saramago), que incluso cuento entre mis favoritos.

Alicia Liddell dijo...

Pies Diminutos, el mérito del extracto es de Pieldivina, que me lo hizo llegar.

En cuanto a los expertos ... pues no sé que decirle. No creo que un enviado a Oriente Medio sepa mucho más que su madre del conflicto. Eso sí, dice con mucha seguridad el nombre de las organizaciones y de los lugares, y como nosotros no tenemos ni idea no podemos rebatirlo. Estoy segura que muchas veces se los inventan :) y otras, sencillamente, sólo repiten aquello que ya han oído.

Alicia Liddell dijo...

¿Papanachada?????
Debe ser una mezcla de papanatas y patochada.

papanatas.
(De papar y nata).
1. com. coloq. Persona simple y crédula o demasiado cándida y fácil de engañar.

patochada.
(De pata).
1. f. Disparate, despropósito, dicho necio o grosero.

mireias32 dijo...

Mira más casualidades de la vida al hilo de este interesante debate. Hace un par de días estuve conversando con uno de los responsables de una importante editorial española. Inevitablemente acabó saliendo a escena el tema de los libros más vendidos, de los autores que venden y todas estas cosas. A pesar de que el balance de todo lo que hablamos es muy positivo no puedo dejar de darle vueltas a una frase de alguien que considero que sabe muchísimo del mercado editorial y también de literatura (estos dos conceptos, por desgracia, no siempre suelen producirse al mismo tiempo en las personas de este sector. La máxima sobre la que llevo unos días reflexionando es la siguiente: "Mireia, al final todo se reduce al marketing".

pieldivina dijo...

Puede ser que sí, que todo se reduzca al ‘marketing’, como dice mireias32. Pero esto me hace pensar en un ejemplo candente (o incandescente): la confesión de Günter Grass poco antes de publicar sus memorias, tituladas Beim Haeuten der Zwiebel (Pelando la cebolla). Si fuera cierto que todo es una operación publicitaria para vender su libro (“¡¿cuándo hablaremos de mi libro?! ¡He venido a hablar de mi libro!” como dijo aquél) me pregunto: ¿será recordado Grass por estas memorias y sus tardías confesiones o pasará a la historia de la literatura por, por ejemplo, “El tambor de hojalata”?

Con esto pretendo decir que el márketing es un importante impulso para vender libros (como cualquier otro producto), pero esas extraordinarias ventas apenas pueden durar uno o dos años, mientras que la literatura de calidad (sigo sin saber cómo llamarla) pasa a la posteridad independientemente de las peripecias vitales de su creador.

Bueno, es una opinión; y lo dejo ya porque he estado a punto de decir ‘canon literario’ en lugar de ‘posteridad’ y cuando se empieza a hablar de canon (de si existe o si es una visión parcial) me lanzo y no paro.

Saludos otra vez

Clara dijo...

Creo que "pies diminutos" tiene mucha razón, pero mucha.

sfer dijo...

¿Alguien sabe a quién en la RAE debo dirigirme para que consideren la inclusión de "papanachada" en la próxima edición de su diccionario?

Alicia Liddell dijo...

¿En su acepción patochada dicha por un papanatas?

A Mingote, sin duda.

sfer dijo...

Todavía estoy haciéndome cruces de que no exista esa combinación. Ahora mismo voy a buscar un correo electrónico de contacto (y de paso, y en otro orden de cosas, aprovecho para buscar en la web de la RAE lo que quiere decir "numinoso". Creo que no va a ser la última vez que la lea...)

El Miope Muñoz dijo...

El problema está en que los consumidores de los bellos placeres culpables buscan una coartada moral para consumirlos, no lo aceptan sin más.

Fer dijo...

Alicia, llego tarde pero llego, que es lo que importa.
Agradezco la mención a mi persona al utilizar el símil de la torta del Casar, pero más justo sería hablar, en mi caso, de torta de La Serena. Quizás no tenga tanta fama (no infravaloro un manjar como la torta del Casar, de un delicioso y sublime que tira para atrás), pero en calidad están parejas. Y lo digo a sabiendas de que esta noche abriremos, a tu salud, una torta de La Serena en mi casa.
Ya estoy babeando, como el perrito de Pavlov...

PD: interesante debate el que ha surgido, añado.

Alicia Liddell dijo...

Buscaré la torta de La Serena y le daré mi opinión. ¡Buen provecho!

malambruno dijo...

Parece difícil establecer, no ya lo que es alta literatura, sino, simplente, lo que es literatura a secas. Recuerdo aquel pasaje de "Lolita" en que para H.H. una simple lista de las alumnas de la clase de Lolita es un bellísimo poema (su Lolita oculta entre otras nínfulas con la máscara de su nombre legal: Dolores Haze). Por otro lado, qué más da (qué más nos da) si un libro que nos emociona es un best-seller o es alta lieratura.