miércoles, agosto 23, 2006

Expediente X

El paisano llegó al Cuartel fatigado. Había bajado el monte a la carrera y venía resollando. Tenía toda la pinta de haberse caído, porque traía brozas y tierra manchando la ropa de trabajo. Entró en el Cuartel con el escaso pelo entrecano alborotado, como si se acabara de cruzar con la Santa Compaña al completo.

- ¡Sargento, sargento! Tiene que ver lo que encontré en el monte.

Y el hombre se persignaba una y otra vez.

- Tranquilícese y cuente qué ha encontrado – dije mientras le acercaba una silla- Dígame su nombre y domicilio.

Conocía al tipo, pero en aquellas aldeas todos se llamaban por el apodo de la familia y no iba a empezar el atestado con un alias.

El paisano empezó su relato. Hacía una semana el fuego había quemado una barbaridad de eucaliptos en la parroquia. Después de dos días se había conseguido extinguirlo. Los forestales habían evaluado los daños y la científica había rastreado la zona en busca de indicios de que fuera intencionado, tarea francamente jodida, dada la extensión, lo abrupto del terreno y a que el fuego en esto se alía con quien lo provoca y es casi imposible encontrar rastros.

Dijo que tenía que ir a ver a un pariente por una cuestión de tierras –hay que ver esta gente, con lo reservada que es, pero si están ante la autoridad se ponen a dar explicaciones innecesarias- y para atajar decidió atravesar el monte arrasado. Y allí se encontró lo que parecía un cadáver calcinado.

Le pregunté que si había tocado algo y negó con la cabeza gacha, como si fuera un niño culpable sorprendido cometiendo alguna travesura.

Así que llame al cabo Pascual (Pascual de apellido, como él se encarga de recalcar) y subimos los tres al Nissan. La pista forestal nos dejó a unos 10 minutos de marcha del lugar. Así que caminábamos por rastrojos ennegrecidos. El olor a humo y a madera quemada persistía. El paisano caminaba delante de nosotros, volviendo la cabeza continuamente, como si temiera que le dejáramos solo en medio de la destrucción.

De los eucaliptos no quedaba más que troncos astillados, pero vimos un grupo de árboles que, aunque chamuscados, habían eludido el incendio. Pero no eran eucaliptos. Eran cinco castaños desmesurados, viejos como las colinas en las que se asentaban, algunos con enormes boquetes en el tronco.

El hombre nos señaló el grupo de árboles y se quedó parado, negándose a continuar.

- Bueno –le dije- pero no se mueva de ahí. Quiero tenerle a la vista.

Pascual y yo nos acercamos a los castaños. Del centro mismo de uno de ellos salía un cuerpo. Bueno, lo que quedaba de un cuerpo que en vida debió ser humano.

- Pascual, baja al Cuartel y avisa al juez que hay que levantar un cadáver. Y a la científica, que van a tener trabajo. Llévatelo. Me quedo aquí vigilando.

A Pascual, tan asombrado como yo, se le había quedado la boca abierta y era incapaz de decir ni un simple “a sus órdenes”, pero es que la visión no era para menos.

Porque, ¿cómo demonios se había metido ese cuerpo en el tronco del castaño? Del torso no quedaban rastros y las caderas parecían fundidas con la madera.

Me acerqué con cuidado de no destruir alguna huella y observé al castaño. Con el móvil hice unas fotografías. Francamente, ni yo mismo creía lo que estaba viendo. Quería tener constancia de ello.

El árbol, donde desaparecía el cuerpo, presentaba una especie de rebaba. Para entendernos, era como un ano con almorranas, pero apretado contra lo que fuera un hombre (o ya puestos, una mujer) Era como si se lo hubiera tragado.

Me quité la gorra. Miré alrededor. Ni un ruido. Un miedo irracional me provocó escalofríos. “Medina –me dije a mí mismo- serénate, a ver si el juez te toma por un descerebrado. Pero joderjoderjoder … Es que esto es un caso para Mulder y Scully”.

Me alejé unos pasos y miré hacia el grupo de árboles, hacia las poderosas copas de los castaños. Entonces les sonreí y murmuré: “Pero qué cabrones”.

La foto es de un árbol que abraza a una roca en el castillo de Sintra.

9 comentarios:

El Miope Muñoz dijo...

Que twilight zone rural stor más thrilling. Que anglicismos más pretenciosos. Pero que bueno que publicó.

Alicia Liddell dijo...

Alvy, mire que le quiero bien, pero como me vuelva a soltar una retahíla de palabros en inglés, le castigaré cara a la pared y le dejaré sin postre, digo, sin adsl.

Miguel Sanfeliu dijo...

Alicia, hay que tener cuidado con los bosques. Una historia terrorífica. Buenos personajes. Me gustó mucho.
Saludos.

Fer dijo...

Muy buen relato, de veras. Poco más puedo añadir a lo ya comentado.
Bueno, sí: Mulder y Scully jamás podrían competir con un agente tan cañí como para entonar el mágico ensalmo del "joderjoderjoder".
¡Eso sí que es hablar como el pueblo, y no lo que hacen la Esteban y Ramoncín!

PD: y que me perdonen por nombrar a dos bestias en este blog de bellas.

Alexandrós dijo...

Estupendo. Espero que sólo sea el principio. No me deje así.
Un saludo

Alicia Liddell dijo...

Alexandrós, me temo que el cuento está terminado. Pero si insiste ... veré de continuar.

pcbcarp dijo...

Muy bueno. Ojalá funcionara así. (Bueno, un amigo de un pueblito del Caurel me dijo que nunca pillaban a los incendiarios porque los carballos se los comían) Pero yo creo que se los podían comer antes de... Bueno, no se.

Alicia Liddell dijo...

Sí, pcbcarp. Es como lo del tipo que mata a su mujer y luego se suicida. Siempre se equivoca en el orden de las cosas, con lo fácil que sería suicidarse primero y lo que le apetezca después. Ya se sabe, la caridad bien entendida empieza por uno mismo.

Francisco Ortiz dijo...

Muy buen humor, muy bien llevado el cuento por esa voz que se nota tan próxima y amigable. Esperemos que nos des más.