miércoles, agosto 02, 2006

T-4 (de nuevo)

Ayer regresaba nuestra hija pequeña de su tercer y último viaje (se supone de estudios) veraniego. La llegada de su vuelo a Barajas estaba anunciada a las 11:45 a.m.

Así que sus progenitores, el primer día de vacaciones, se levantaron a las 6:00 (bueno, yo media hora más tarde) y después de las necesarias abluciones matinales, atender a los habitantes de cuatro patas y desayunar, se pusieron en camino con paciencia, que la cosa de los puntos no es para tomarla a broma

A la altura de Arganda recibimos un sms que, traducido, venía a decir: “Pasajero enfermo, aterrizaje de emergencia, no sabemos si cogeremos el enlace de Londres”.

Llamo a la agencia que ha organizado el viaje para pedir información, pero la cobertura se va al garete. Así que decidimos esperar hasta llegar a la T-4.

Mientras hago cola para que un ineficaz empleado de British me atienda, mi marido vuelve a llamar a la agencia. Durante la espera suena mi móvil. Es la agencia. Es curioso, están hablando con los dos al tiempo y cuando nos damos cuenta nos partimos de risa.

Tras la conversación de 10 minutos, el empleado de British todavía no ha concluido con el señor que me precede, así que abandono la cola (por eso digo lo de ineficaz)

En resumen. La pandilla está en Londres. 10 que iban a Barcelona han sido acomodados en otro vuelo directo al Prat –que dios les ayude- y los 30 restantes están siendo acomodados en otros dos vuelos –no hay plazas suficientes en uno- que llegaran a Barajas a las 16:30 y las 17:45.

Nuevo sms desde Heathrow que nos aclara que no ha sido un infarto: “Un gilipollas ha tenido un ataque de pánico y el piloto ha aterrizado en Nueva Delhi. Se lo han llevado en ambulancia”.

Son las 12:00, así que decidimos ir a Madrid, visitar alguna librería y comer. Mi marido cree que es merecedor de más regalos de cumpleaños y se obsequia con un libro sobre Mies, otro sobre diseño tipográfico y un tercero sobre no sé qué (99,45 euros)

Vamos a comer a La Daniela. Le digo que está loco, que es primero de agosto … Pero acabamos en la taberna comiendo cocido –fabuloso- y dejando que la camarera nos riña por no acabar las pantagruélicas fuentes, mientras nos llama “queridos”.

A las 16:00 horas estamos de nuevo en la T-4. Consultamos el horario de llegada del vuelo 646. El retraso de media hora se amplía a 45 minutos. El avión aterriza, pero por la puerta 10 no sale nuestra alborotadora pandilla adolescente. A las 18:00 horas ha aterrizado el segundo vuelo. Al poco sale un portavoz granujiento y anuncia que:

a) las maletas no aparecen
b) están presentando las reclamaciones
c) a lo mejor vienen en el vuelo de las 18:00 horas que acaba de aterrizar y esperaran a ver que pasa.

Una vez comprobado que tampoco vienen en ese vuelo, los chicos van saliendo y responden sobre el accidentado viaje.

Cuatro horas después de despegar de Singapur un pasajero despierta al resto entre gritos. En medio del pasillo berrea que se quiere bajar porque el avión se va a estrellar.

Reacción de los pasajeros:

a) que se baje, pero ya (opción rechazada por aquello de que se despresuriza la cabina)
b) que le den un valium, dos valium, tres valium …
c) que le den una hostia

El comandante anuncia que –el follón ha debido ser antológico- va a tomar tierra para desembarcar al pasajero. El pasaje sugiere dejarlo en Bagdad o Beirut, algún sitio donde el miedo a volar sea rápidamente olvidado.

El piloto opta por el aeropuerto más a mano, que resulta ser Nueva Delhi. Allí una ambulancia a pie de pista recoge al maníaco.

Entre pitos y flautas pierden tres horas, las suficientes para no alcanzar el enlace Londres-Madrid. Al llegar a Heathrow el piloto da las gracias al pasaje por su paciencia.

Los chicos llevan más de 30 horas en aviones y aeropuertos desde que salieron de Queensland y a pesar del subidón de adrenalina que les provoca contar la aventura, empiezan a dar muestras de cansancio.

Mi hija pide urgentemente un bocadillo de tortilla de patatas y un zumo de naranja recién exprimido.

Salimos del aeropuerto tras repartir besos y abrazos al resto de la expedición. La pobre se queda dormida antes de enfilar la A-3.

Hoy hemos llamado a British por lo del equipaje. Respuesta: pues las maletas están bien en Singapur, bien en Londres.

Corolario: para que un vuelo se convierta en una aventura inolvidable no hace falta que el Sepla se ponga en huelga; ni que los trabajadores de Iberia invadan las pistas, ni que haya huelga de limpieza. Ni siquiera que viajes con Iberia o que tu aeropuerto de salida o llegada esté gestionado por Aena. Viajar en avión casi siempre es una aventura.

La primera entrada de este blog se titula “Aena, te amo”. Los curiosos, pueden consultar este enlace

8 comentarios:

Fer dijo...

Bien válido es ese corolario, y no los comentarios de quienes creen que la culpa siempre va a ser de las altas instancias. Que una panda de garrulos (por muy piloto que sea, por muy puteado que esté el personal de tierra) se crea con derecho a joder al prójimo -que ni le va ni le viene, sólo busca sus vacaciones, encontrarse con los suyos, evadirse- por motivos tan absurdos como un trabajo garantizado hasta la jubilación es, simplemente, de vergüenza.
A mí también me gustaría que me pagasen una millonada hasta los 65 años, pero no por ello involucro al Estado (¿desde cuándo se ha de hacer cargo de compañías privadas?) ni me erijo en huelguista e incomprendido social.
Un último apunte:

"Reacción de los pasajeros:
a) que se baje, pero ya (opción rechazada por aquello de que se despresuriza la cabina)
b) que le den un valium, dos valium, tres valium …
c) que le den una hostia.
El comandante anuncia que –el follón ha debido ser antológico- va a tomar tierra para desembarcar al pasajero. El pasaje sugiere dejarlo en Bagdad o Beirut, algún sitio donde el miedo a volar sea rápidamente olvidado".

Todavía me estoy riendo de estos dos párrafos, antológicos. Sobre todo, por lo de la hostia, nada más cañí.

César dijo...

Querida Alicia: vamos a tutearnos, ¿eh?, que al parecer nos conocemos del Pleistoceno. Según tus propias palabras, entraste en mi blog -La Fraternidad de Babel- por casualidad y sospechas que puedo ser un viejo compañero tuyo de facultad... pues es muy posible, porque, en efecto, yo estudiaba CC de la Inf. allá por mediados de los setenta.
El problema, amiga mía, es que soy un desastre a la hora de recordar nombres y, glub, no me acuerdo del tuyo... Lo siento, es una tara mental mía, de verdad. ¿Podrías darme alguna pista?

César Mallorquí

Laura Diaz dijo...

Si, la propuesta de los pasajeros "que le den una hostia" también me ha hecho reír (y mucho).

Hay viajes que se transforman en aventuras (y en libretos de películas) por mil diferentes motivos, no siempre previsibles, muchos de ellos tan increíbles como el que cuentas.

Las maletas que quedan en el camino o se dirigen a los sitios más increíbles del planeta, son historia aparte. Cuéntanos cuando tu hija recupere la suya.

Saludos

sfer dijo...

"Hay viajes que se transforman en aventuras (y en libretos de películas) por mil diferentes motivos, no siempre previsibles, muchos de ellos tan increíbles como el que cuentas."

Que se lo digan a mi hermana, que salió el día 1 de vacaciones de El Prat. Bueno, o eso eran los planes iniciales, porque al final y tras horas de espera se los llevaron al aeropuerto de Girona. Tenían previsto llegar a su destino a media tarde y lo hicieron a las cuatro de la mañana. Con cuatro críos a cuestas. Y, después de lo que hemos visto y oído estos días por televisión, todavía tuvieron suerte...

anilibis dijo...

Madremía. Qué aventura. De todos modos, si te lanzas a mandar a tu hija a Australia a estudiar corres el riesgo de que le ocurran cosas atípicas. Y bien por ella, que esto curte mucho.

Si yo lo digo siempre: en los aviones deberían tener a mano jeringuillas con tranquilizante de caballo. No sólo para los histéricos sino también para los niños psicóticos, las señoras que roncan, los señores que siempre se sientan en la ventanilla y luego van al cuarto de baño 80 veces mientras que tú estás en el centro de los tres asientos porque en turista apenas hay sitio para apoyar el trasero, para las azafatas bordes, para los terroristas...

Una inyección y andando.

Qué digo, si deberían incluir un kit con las bolsas de vomitar.

Bueno, es que estoy teniendo un día pelín duro en la oficina y estoy algo... agresiva.

Pero ya me entiendes.

Besos.

Alicia Liddell dijo...

Me alegro que se hayan divertido.

Para César: Como soy pelín paranoica (de ahí el pseudónimo Alicia Liddell) te dejo mi correo electrónico: em1185@yahoo.com

Si por el Pleistoceno entiendes, por ejemplo, el año que murió Franco, pues sí, somos compañeros de facultad. Y, por cierto, me casé con otro (y ahí seguimos, somos una reliquia)En fin, tendrás que hacer memoria, porque yo pasaba desapercibida, algo que contigo no ocurría :)

¡Ah! Llegué a tu blog a través de Tormenta en un vaso. Leí una reseña tuya sobre Palahniuk.

Un abrazo, César, y ya te doy razón por correo electrónico.

Anónimo dijo...

Saltando de blog en blog he aparecido aquí y creo que de momento me quedaré un tiempo leyéndote, si no te importa... mis experiencias con los aeropuertos han sido siempre magníficas y mi único 'problema' ha sido un cambio de puerta d eembarque casi en el último minuto con las consecuentes carreras para llegar a la susodicha puerta ¿afortunada? pues, sinceramente, creo que sí...

Alicia Liddell dijo...

Muchas gracias por la visita, dsdemona (confío en que no haya un Iago ni un celoso Otelo cerca)

Por supuesto, es bienvenida a esta su casa.