lunes, julio 04, 2005

La burra de Vallada

Al sur de Valencia, camino de Albacete, se extiende La Costera. Paradójico nombre para una comarca de interior alejada de la costa. La Costera es solar de villas célebres como Játiva –cuna de Pontífices-; Montesa, que aún conserva los restos del castillo de la Orden de Caballería a la que da nombre; o Mogente, lugar donde se encontró el hermoso guerrero de bronce que nos dejó el arte ibero.

Junto a estos pueblos de rancia historia hay otros cuyo único mérito es la laboriosidad agrícola e industrial, que es el caso de Vallada. Poblacho destartalado y sin ninguna gracia, pero con unos feraces campos y montes circundantes.

Ya que no en historia o arte, Vallada intenta competir con sus vecinos en otros ámbitos. No se sabe por qué razón, es una población muy pía. Todos los años en fechas decembrinas monta un Pesebre al que los valladinos le tienen mucha estima.

Sin embargo, esta iniciativa ha sido siempre objeto de chanzas por parte de los más profanos vecinos de Mogente. Año tras año, las pandillas mogentinas -con premeditación, nocturnidad y alevosía- robaban la burra del Pesebre y la paseaban por las calles de su villa con gran regocijo y alboroto.

Tras el hurto y el escarnio, los vecinos de Vallada reclamaban la devolución de la pollina y, tras una pantomima de tira y afloja, retornaba.

Pero hete aquí que las pasadas Navidades las circunstancias que rodean al ya tradicional robo y devolución de la burra se tornaron.

Los valladinos, quizás cansados de sufrir año tras año la misma humillación, tomaron medidas preventivas. En el bando mogentí se produjo además un cambio generacional en su particular "kale borroka".

La cuestión es que la noche del robo la alegre muchachada procedente de Mogente se encontró que la burra estaba atornillada al suelo. Esa precaución, por el contrario, no se había adoptado con resto de figuras, que hasta el momento no habían despertado la codicia de los mogentíes.
En vista de que el asno era inaccesible, los jóvenes gamberros tomaron una decisión: robaron la figura de la Mare de Deu y descabezaron a la pobre burra. Añadieron la profanación al destrozo, sustituyendo la conmovedora cabeza de la Virgen por la del animal y de esa guisa, con gran alborozo, pasearon el compuesto por las discotecas y otros lugares de esparcimiento de la comarca.

Tras una reunión en la cumbre, los alcaldes de Vallada y Mogente, por una vez, decidieron cortar por lo sano una tradición que hasta el momento se había mantenido en los límites de la sana rivalidad entre pueblos, pero que ya trascendía ámbitos divinos. Esta vez se había pasado. Había que poner coto a estos desmanes.

Tras la oportuna investigación se identificó a los autores del atropello. Para sorpresa de todos, no resultaron ser chicos procedentes de familias desestructuradas o con padres dados al consumo inmoderado de bebidas alcohólicas o narcóticos.

Eran jóvenes que lucen apellidos bien considerados, aunque, quizás, hayan sido consentidos en sus caprichos un poco más allá de lo que el afecto paternal recomienda. Se ha sabido que el progenitor de uno de los perpetradores tiene incluso suscrito un seguro que cubre los gastos que ocasionan las juveniles gamberradas del retoño.

Ahora el padre de la criatura tendrá que añadir al pago del seguro la minuta del abogado, ya que ambos ayuntamientos decidieron llevar el asunto a los tribunales para que el castigo sea ejemplar.

Las dos figuras volvieron al Pesebre tras una rápida y, posiblemente, chapucera reparación. A su regreso y los vecinos de Vallada y Mogente les rindieron un sentido acto de tributo y desagravio.

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