Existen misterios difíciles de resolver. Hay uno, desde luego, que a mí me lleva de cabeza. Sé que es un misterio menor, doméstico, pero por ello no deja de ser menos inquietante. ¿Tienen vida los pequeños objetos? ¿Las prendas de vestir deciden por sí mismas?
Todo esto viene a cuento de las continuas desapariciones de algo tan humilde como los calcetines. Cuando recojo la ropa puesta a secar, indefectiblemente hay, al menos, un calcetín desparejado.
Ese calcetín viudo queda apartado en un rincón a la espera de que aparezca el perdido. Siempre supongo, inocentemente, que se habrá escondido entre otro montón de ropa que espera su paso por la lavadora. Pero tras días de espera, sigo sin noticias del maldito calcetín. Así que semana tras semana voy haciendo una colección de calcetines huérfanos.
Bueno, en ocasiones aparece el compañero y en otras acabo emparejando dos calcetines que si no forman pareja de derecho, pueden pasar por pareja de hecho.
¿Por qué esa manía de desprenderse de la pareja? ¿Es que huelen mal y no soportan el olor a pies? Digo yo que una vez pasados por agua, detergente y sufrir un proceso de sacudidas mecánicas para terminar con un centrifugado a 1000 revoluciones por minuto, lo del olor ya no es problema.
Además, los dos deben oler igual, por lo que ya deben estar familiarizados.
¿Y quien abandona a quien? ¿Es el superviviente el que encierra al perdido en algún lugar ignoto? ¿Es el desaparecido el que se esconde? Este divorcio calcetinil me tiene preocupada. Además, no existen pautas. Unas veces son los calcetines de deportes, esos blancos y gruesos; otras los de vestir; en ocasiones son esos calcetines de andar por casa, gruesos y con apliques antideslizantes en la planta ... Hasta han desaparecido unos calcetines a rayas con deditos ... una especie de guantes para piés.
Todo esto me recuerda vagamente a una novela de Juan José Millás que se titula "No mires debajo de la cama", en la cual, por la noche, los zapatos cobraban vida y corrían surrealistas aventuras (la novela era flojita, la verdad) Claro, que ... ¿y si son los dragones los que se apropian de los calcetines y anidan en ellos? Voy a tener que hablar seriamente con ellos para que dejen de hacer estas travesuras. Se están tomando muchas confianzas.
Aunque, según una máxima recogida en la Ley de Murphy asegura que una vez que tiras del calcetín desparejado, aparece el compañero. Son ganas de joder.
2 comentarios:
No sé si se hace así, es la primera vez, hasta me sonrojo. Este relato es tierno, Podría salir una cosita de aquí, un beso
Jardín, me temo que tu sufres mucho con los calcetines huídos. Vas a tener que ponerles un detective :)
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