La pandilla más torpe de la galaxia ha concluído que no hace falta viajar al extranjero para hacer el ridículo. ¿Por qué privar a los compatriotas –y sobre todo a los compañeros de trabajo- del gratificante espectáculo que supone verles con cara de panolis?
En una sola tarde dos de sus afamados socios hicieron méritos suficientes para aparecer en el cuadro de honor de tonto del mes.
Dado que los aparcamientos están ocupados, Elena busca una plaza donde dejar su flamante coche –ruedas y batería nuevas del día anterior-. Ve un hueco en un solar y decide: "Ahí me entra".
Lo malo es que una vez en el solar comprueba que no entra y ya que no puede dar la vuelta tiene que recular marcha atrás.
Cras!!!! El coche se queda encajado en la acera, como dejado caer. Las ruedas delanteras patinan en la arena (podrían contratarla parar arar un campo seco) y las traseras se han quedado en el aire. Suplica que no haya jodido los bajos, se haya cargado el tubo de escape o cualquier otro mecanismo que haya rozado en el suelo.
No hay forma de sacarlo. Afortunadamente es la hora de volver al trabajo y en la calle empiezan a aparecer compañeros –vaya, los más flacuchos cuando necesita un superman- que partiéndose de risa le brindan su ayuda.
Lo malo es que cuando cinco hombres se encuentran a una mujer en una situación ridícula y motorizada bastante tienen con cachondearse. Y luego tardan en ponerse de acuerdo en cual es la manera más adecuada de sacar al coche del atolladero.
Tras pruebas del tipo: "Gira las ruedas a la derecha, no a la izquierda, marcha atrás ... pues no, no sale ... A ver, pon la primera ..... uy sigue patinando .... ¿Y si empujamos?? ¡No!!! Atrás no que no tiene apoyo ... Bueno, pues hacia delante ... No podemos, ¡Cómo no vamos a poder cinco tíos!!!!".
Apelar a su virilidad da resultados. Empujan los cinco al tiempo y el coche sale de la trampa.
Tienen para reirse en el café un buen rato.
Daniel prefiere venir en moto estos días. Llega todo sudoroso y con cara de malas pulgas.
Da muestras de estar enterado de la aventura del coche bloqueado en la acera, pero eso no le resulta divertido. Confiesa.
Entre su casa y el trabajo se ha quedado sin gasolina en la moto. Ha llamado pidiendo un taxi, pero le han dicho que tardaría unos 30 minutos. "Para esperar ese tiempo, voy andando".
Así que casco en mano y trajeado se ha puesto camino de la gasolinera más cercana para comprar una garrafilla de combustible.
- Hoy hemos dejado el coeficiente intelectual de este departamento bajo cero, sentencia.
1 comentario:
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