jueves, julio 28, 2005

Regalos

El libro es, casi siempre, uno de los regalos más socorridos. Cuando uno no sabe qué regalar, tiene a mano el recurso de "un libro" que además tiene la ventaja de ser unisex.

En mi caso, regalar un libro es también hacer entrega de mis gustos, de mis preferencias lectoras. Porque, seré sincera, no pienso en los gustos del receptor, sino en convertir al obsequio en una doctrina: busco adeptos.

He de reconocer que cuando un libro me gusta especialmente no sólo me harto de recomendarlo, sino que lo regalo en cuanto tengo oportunidad.

La primera novela que regalé repetidas veces fue "Tiempo de silencio" de Luis Martín Santos. Me impactó de tal manera que quise comunicar el descubrimiento a todo el que se ponía a tiro. Mira que era difícil, pero mira que era buena.

Luego me dio por Múgica Laínez, novelista al que aborrecí de pura envidia que me producía su precisión. Y de entre sus obras, "Bomarzo".

Una de las cosas que más me fastidia de mis recurrentes viajes a Italia es que nunca tengo cerca el jardín de Bomarzo para conocerlo. Pero tengo el firme propósito de conseguirlo.

Más adelante descubrí un cuento para niños del que, sin remedio, me enamoré. "El diablo de los números" de Hans Magnus Ezensberger. Y tengo que decir que los obsequiados –tras la sorpresa del título y la temática- acabaron seducidos.

Ahora he descubierto otra novela que me enganchó y que se ha convertido en mi nuevo objeto de regalo: "Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay" de Michael Chabon.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Un libro no cuesta mucho dinero y es un placer narcisista regalarlo a quién todavía puede agradarnos o agasajarnos complacientemente. Aunque pienso que el sentido profundo o el interés verdadero del regalo que se ha disfrutado previamente es buscar semejanzas en sentimiento o pensamiento para comprender al otro a traves de uno mismo. Se intenta "normalizar" un placer que en principio se presenta como extraño debido al agente que lo provoca. Si me ha gustado una pelicula que considero poco convencional pretendo la aprobación de este placer secreto compartiendola o transmitiendola. El narcisismo surge cuando el contenido del regalo "cultural" es de dificil comprensión o asimilación. En mi caso no sé exactamente lo que me impulsa. No sé si se trata de un esfuerzo empatizador, un gesto de generosidad que no exige reciprocidad, una inversión a corto plazo o una tentativa de seducción. Hace dos dias he regalado un libro y unas peliculas. Lo raro y casi vergonzante es que no esperaba ninguna gratitud. Sin embargo hay personas que piensan que deben corresponder por que creen que el regalador no ha regalado "gratuitamente". ¿No creeis que esta actitud refleja implicitamente un rechazo del regalo?

Alicia Liddell dijo...

Es posible que estemos demasiado acostumbrados a que los regalos no son tales, que o bien son a cambio de un favor que hemos recibido o de un favor que esperamos recibir.

A mí me encanta que me regalen libros, pero he de reconocer que raramente aciertan. Casi agradezco más una recomendación con la que luego me siento identificada.

Anónimo dijo...

Debo ser muy egoísta. Me regocija disfrutar de libros que sólo yo conozco, como de música que sólo escucha una pequeñísima minoría. Me gusta ir en el metro escuchando música y sentir como río en mi interior pensando que la muchacha que está sentada enfrente de mí con los auriculares puestos estará disfrutando de una sesión de reaggetón de ese. Es un sensación un tanto esquizofrénica, porque en alguna ocasión me encontraré con alguien que esté pensando exactamente lo mismo de mí. En definitiva, no me gustaría ver que las canciones que oigo están desperdigadas por cualquier lista de éxitos, al alcance de niños permeables a los intereses de las discográficas. Vale, además de egoísta debo ser elitista, y qué? Tampoco me apetece ver a gente leyendo a Kafka... Prefiero reir de los que leen códigos de no sé qué y quedarme a Franz para mí. Un saludo.

Anónimo dijo...

Lo has escrito mal. Es Enzensberger.

Alicia Liddell dijo...

Gracias por tu aportación, Miseria.

Anónimo dijo...

Hace falta tener mucha confianza en uno mismo para no comprobar si se ha escrito correctamente el nombre de ese tipo.

Alicia Liddell dijo...

¿Cuánto te debo? Te mandaré una transferencia en cuanto me des los datos de facturación. No me gusta tener deudas, Miseria. Además, quiero contribuir a que salgas de ese estado de penuria.