martes, julio 11, 2006

Ideas para la reconversión editorial


El comentario de Gabriel Syme en el post “Novela Vs. Cuento” me hace retomar una recurrente obsesión mía: El negocio o la industria editorial.

La producción en cadena, las piezas intercambiables, el leer y olvidar (al igual que en el cine) se ha impuesto.

Como bien dice Gabriel, se trata de vender, no de que se lea.

Si pretendieran satisfacer las necesidades del público, es más, si su intención fuera crear necesidades lectoras, lo primero que haría esos industriales es realizar un estudio de mercado, conocer a sus clientes ciertos y potenciales.

Por ejemplo, se preguntaría por el entorno de la lectura. Me maravilla ver tanta gente leyendo en los transportes públicos. Entonces, ¿por qué no editar libros ad hoc? Los libros de relatos son perfectos, puedes ajustar la lectura al trayecto.

Si las editoriales fueran listas sacarían libros según trayectos: Pz. De Castilla-Opera; Pz. de España-Pz. de Cataluña; Carolinas-Angel Guimerá.

De esta forma prestarían un valioso servicio al lector que evitaría la incomodidad de dejar un capítulo a medias o, en el hipotético caso de que la trama fuera interesante en grado sumo, pasarse de estación.

El olvidado Jardiel Poncela –menudo genio- editó un volumen titulado “Para leer mientras se sube en el ascensor”(a la velocidad que subían los ascensores en los años 30)

Tuve un ejemplar de aquel librito primorosamente encuadernado en piel en una colección miniatura que tenía Aguilar.

Si los editores se interesaran por las costumbres de sus lectores sabrían que el baño es uno de los lugares más frecuentes de lectura. ¿Por qué no imprimir los textos más deleznables en papel higiénico? Además de prestar un servicio muchos best sellers tendrían un nuevo público que encontraría una gran satisfacción en ese nuevo uso.

Las compañías aéreas y RENFE se empeñan en proporcionarnos revistas de lujo que incitan a comprar a bordo perfumes, relojes o pañuelos de seda. Mejor harían en ofrecernos libros de relatos, también ajustados a la duración del trayecto. Un Madrid-Buenos Aires podría ser suficiente para buscar el tiempo perdido.

Algunas cadenas hoteleras incluso convocan premios literarios y editan –con obras ganadoras y finalistas- unos volúmenes que ofrecen gratuitamente a sus huéspedes. Dentro de poco encontraremos un nuevo profesional escritor: el relatista de hotel. Algunos cuentos son realmente notables y, además, el obsequio hotelero tiene otra ventaja: nos libera de la Holy Bible omnipresente en las cadenas americanas.

Las autoridades deberían sumarse a esta tendencia y aprovecharla para fomentar la lectura: libros en las salas de espera de la Seguridad Social y en las habitaciones de los hospitales, por poner un caso.

En fin, que si la industria editorial tuviera un mínimo de sentido común elaboraría una estrategia para ser omnipresente, ampliar mercados, asegurar su supervivencia y hacer, de una vez por todas, cultura.

8 comentarios:

Fer dijo...

Aunque la idea, de partida, no es mala (impagable Jardiel Poncela), mucho me temo que las editoriales se lanzarían no al mar de la cultura, sino a la ciénaga del dinero fácil.
Mejor conformarnos con lo que tenemos...

Miguel Sanfeliu dijo...

Me descuido y escribes un montón de entradas jugosas.
El panorama editorial es desolador. Los libros no duran nada en las estanterías. Si buscas un titulo del año anterior, casi seguro que tendrás que pedirlo a la editorial.
El futuro que propones es demasiado optimista y se basa en la idea de que los libros se publican para ser leídos y, además, la gente los lee. Más bien el futuro podría estar en los libros de adorno, con páginas en blanco. :)

Alicia Liddell dijo...

Vaya, me temo que no he sido lo suficientemente sarcástica.

Mi post no pretendía ser optimista, ni mucho menos. He fracasado en mi futil intento de ironizar sobre "la industria" editorial.

sfer dijo...

No... yo sí que lo había pillado. Solo te ha faltado alguna referencia a tu futuro hecho realidad: las máquinas expendedoras de libros. Alguna he visto en los andenes del metro de Barcelona...

Gabriel Syme dijo...

Pues yo sí creo que conseguiste ironizar.

El problema de los editores no es que no sepan de literatura o que si saben de todas maneras no sean libres para decidir. El problema es que ni siquiera saben qué da dinero. El mercado literario funciona bastante parecido a una ruleta: uno publica varios libros al año con la esperanza de que al menos uno sea un éxito. Si lo consigue, ése es el que da ganancias, y con suerte el resto paga lo que costó el editarlos. A veces ni eso.

La consecuencia lógica es que cuando aciertan por casualidad con un libro que vende (no con un libro bueno, rara vez coinciden ambas cosas hoy en día), pues se dedican los próximos años a sacar clones del mismo a ver si logran repetir el éxito. El ejemplo más a mano es El código Da Vinci, infame, pero con muy buenas ventas, y la retahíla de libros pseudo históricos con tramas más o menos ocultistas que le han seguido. Pero es lo único que se les ocurre. ¿Arriesgarse con algo nuevo? Ni en broma.

Y si te toca satisfacer algún estereotipo y no lo haces, pues mal vas. Por ejemplo, tengo varios amigos cubanos, escritores de muy distinto tipo, desde mainstream hasta ciencia ficción. Las editoriales esperan de ellos que les den algo tipo Zoe(s) Valdés o Pedro Juan Gutiérrez, y si no, no interesan. De Cuba, marginalidad, mulatas, sexo y disidencia. El resto de la realidad cubana, infinitamente compleja como cualquier otra realidad, les importa un bledo, no vende, no es turística.

En cuanto a los lectores, ¿qué se puede hacer con los lectores? Pasa como con la música: los sellos discográficos sacan Britney Spears y el resto porque venden. Son malos, pero la gente los compra, ya sea porque la estrategia publicitaria funciona o porque tienen mal gusto, da igual. Mientras lo compren, los seguirán vendiendo. Con los libros, igual. Y además, mucho libro se compra que no pasa de adornar algún librero en casa de alguien, así que qué más da de qué trate. La idea de kafkaprocesado de publicarlos con las páginas en blanco no es mala. A fin de cuentas, ése es el tratamiento que reciben en las páginas de las revistas de decoración.

Miguel Sanfeliu dijo...

Efectivamente, Sr. Syme, vaya comentario.
Alicia, sí que conseguiste ironizar, por supuesto, simplemente traté de hacer una broma llevando la cosa un poco más lejos.
Por favor, sabes que soy un rendido admirador de tu sentido irónico.

Enrique Gallud Jardiel dijo...

xMuchas gracias por su comentario sobre mi abuelo.

Carola Arnés dijo...

Permiso.. permiso..
Buscando por internet algunas ideas editoriales, he llegado a este blog.
Y bueno.. desde mi oficio, que no profesión, de editora y encuadernadora artesanal, lei con gusto este irónico comentario.

Seguiré leyendo.