lunes, julio 31, 2006

Punto final


Dado que comienza el periodo vacacional y estoy más vaga que mis dos perros juntos –expertos en encontrar el lugar más fresco de la casa y tirarse todo el día tumbados tan ricamente- … pues parece que me he quedado sin temas de qué comentar.

No es cierto, porque hay un par de ellos para mí del máximo interés, pero como sé que me voy a subir por las paredes no sé si es conveniente que empiece a dar puntadas. Además, ya he ido dejando en este y otros blogs miguitas de mi indignación. Me refiero a la dichosa ley de recuperación de la memoria histórica o como demonios haya sido finalmente bautizada y la reacción episcopal al nacimiento de una niña sevillana sin la enfermedad de Duchesnne.

En el primer caso –caigo en mi propia trampa- no sé si es recuperar la memoria o poner punto y final. Leo en El País de hoy que no se podrán publicar los nombres de los verdugos. Pues vale. Que no se eliminarán las calles, placas, monumentos y otros elementos de mobiliario urbano conmemorativo de la dictadura. Ah, pues vale. Que no se anularán los juicios de oficio, sólo a petición de parte. Bien, sin problema.

Francamente, no sé para qué coño sirve dicha ley. No tengo claro si todos los que consiguieron un título universitario durante la república y que con la “paz” fue revocado volverán a ser abogados o arquitectos o médicos. No sé si los matrimonios civiles de la república serán reconocidos y los hijos fruto de los mismos dejarán de ser ilegítimos (a buenas horas mangas verdes, ya ves tú lo que les importará a los cadáveres que reconozcan ahora sus matrimonios)

No tengo claro si los bienes confiscados a particulares y organizaciones republicanas o simplemente democráticas serán restituidos. Tampoco si se indemnizará a las víctimas del franquismo. Y no me refiero sólo a los de los primeros años, me refiero a todos. Me viene a la memoria, pongo por caso, todos esos detenidos que tenían la nefasta costumbre de caerse por las escaleras de la DGS o lanzarse por sus ventanas e incluso ponerse en la trayectoria de una bala.

Recuerdo con especial pavor el caso de Julián Grimau, fusilado en 1963 -24 años después de que concluyera la guerra- tras un consejo de guerra que pasará a la historia jurídica como un ejemplo de irregularidades procesales de dimensiones espectaculares. Manuel Fernández Martín –el fiscal militar del caso- ni siquiera había aprobado primero de Derecho. Durante 30 años mantuvo la farsa de ser abogado e incluso antes, pero ahí le pillaron, se hizo pasar por médico.

No fue la única irregularidad. A Grimau se le juzgó mediante un procedimiento derogado dos semanas antes, pero que se mantuvo en secreto.

Un año después de la ejecución se descubrió la impostura de Fernández Martín. En buena ley, todos los juicios y consejos de guerra en los que había participado eran nulos. En 1990 la causa llegó al Supremo, quien se negó a anular el consejo contra Grimau. Si lo hacía, se hubiera abierto una avalancha de revisiones judiciales. Hace cuatro años IU presentó en el Congreso una propuesta para rehabilitar la figura de Julián Grimau, que fue rechazada por la oposición del PP, entonces con mayoría absoluta.

Julián Grimau es quizás el caso más conocido, pero detrás de él se esconden cientos y cientos más. No sólo víctimas de una corrupta justicia, sino de la represión pura y dura. A mi memoria acuden víctimas franquistas incluso muerto Franco. Pues nada, punto final.

Vaya, no quería escribir de estos temas. Si es que me enredo como mi gatita Dina con el ovillo de lana.

domingo, julio 30, 2006

Sí, ministro


Durante el gobierno Thatcher la BBC emitió una serie de televisión imprescindible. Fué en 1983 y algo así desde luego no pasaría en nuestro país: que la televisión pública pusiera en antena una serie donde el gobierno en curso fuera vapuleado tanto y con tanto ingenio.

La serie da comienzo con el nombramiento de Jim Hacker como ministro de Asuntos Administrativos. Jim en realidad, esperaba ser titular de la cartera de Agricultura, pero una cartera es una cartera.

El argumento gira en torno a un dilema: ¿Quién gobierna realmente, el gobierno o la administración?

El otro gran protagonista de la serie es sir Humphrey Appleby, secretario permanente del ministerio –lo que en España sería oficial mayor, si es que todavía existe ese cargo- es decir, el funcionario de máximo rango.

Las fricciones y resistencias de la burocracia paralizando toda iniciativa política es el marco permanente. Pero alguna de las mejores cosas de la serie es el uso del lenguaje.

He aquí algunos ejemplos.

“Cité, por ejemplo, que una reducción por etapas de unas 400.000 personas en la Administración Pública “no convendría al interés público”. Traducción: Convendría al interés público, pero no al de la Administración”.

“Otra frase del informe: “La opinión pública no está preparada todavía para un paso semejante”. Traducción: la opinión pública está preparada, pero no la de la Administración”.

“Otra más: “Sin embargo, como se trata de un problema urgente, proponemos la formación de una Comisión Real”. Traducción: este problema es una condenada molestia y esperamos que cuando la Comisión Real presente su informe, dentro de cuatro años, todo el mundo habrá olvidado el asunto”.

Abundan los ejemplos sobre el empleo interpretativo del lenguaje:

“Creo que debemos ser muy cuidadosos” se traduce en “no lo haremos”
“¿Ha pensado usted en todas las implicaciones? Significa: no se hará. También puede significar “No tiene usted la menor idea de cuál es su tarea”

“Esta es una decisión algo desconcertante” en realidad quiere decir: absolutamente idiota.

“Quizás inadecuada”=criminal

“Con el debido respeto, ministro” es en realidad “su idea, ministro, es lo más descabellado que hemos oído nunca”.

Cuando una decisión es calificada por un funcionario de valiente, se traduce como “perderá las elecciones”, si la decisión es polémica, sólo significa que perderá votos.

Las decisiones imaginativas, originales o creativas tienen todavía una traducción más catastrófica.

El novato secretario personal del ministro aprende rápidamente: “Yo no comprendía que la Ley de Secretos Oficiales no está hecha para proteger los secretos, sino a los funcionarios”.

Sir Humphrey insiste siempre en que el ministro no debe conocer todos los detalles ni saber más de lo necesario. “Cómo los agentes secretos, porque pueden ser capturados y torturados”.

- ¿Por los terroristas? –pregunta un ingenuo Woolley (el secretario)
- Por la BBC, responde Appleby.

Los guiones –que fueron editados en tres volúmenes- recogen también la vanidad de los políticos, las corruptelas de favores, la dicotomía de la política necesaria y la política electoralista (siempre gana la segunda) y otras exquisiteces.

miércoles, julio 26, 2006

El Ala Oeste


Dada la tremenda programación televisiva del fin de semana hemos pasado este adelanto vacacional viendo dvd de la serie “El ala oeste de la Casa Blanca”. Dado que los capítulos se emiten a unas horas rarísimas y tampoco hay la certeza de que aparezcan, decidimos comprar la edición en vídeo. Son cuatro temporadas, seis dvd’s por temporada y cuatro capítulos por disco. O sea, una barbaridad.

Lo bueno es que se pueden seguir cronológicamente, pero un dvd entero puede durar tres horas y media, así que hay entretenimiento asegurado durante toda la tarde dominical.

“El ala oeste” es una serie inteligente, con unos diálogos chispeantes, que –creo- refleja bastante bien las entretelas del poder. Se trata del grupo de asesores del presidente de los USA, en este caso un demócrata: jefe de personal, secretaria de prensa, el que escribe los discursos … aunque sus atribuciones están un poco confusas, ya que en muchas ocasiones funcionan como negociadores políticos.

El presidente, que tampoco sale mucho, está interpretado por Martin Sheen. Se trata de un doctor en económicas que, pásmense, ha ganado un Nóbel y ha sido durante dos mandatos gobernador del estado más pequeño de la Unión: Rhode Island.

Tiene dos problemas personales: una mujer brillantísima, papel asignado a la enorme Stockard Channing, que es una médica de prestigio y que no se deja amilanar por el aparato de la Casa Blanca; el segundo problema es la enfermedad secreta Jed Bartlet: una esclerosis múltiple que ignora todo su equipo.

Los personajes son magníficos: desde el huraño Toby Ziegler al alocado Josh Lyman, la encantadora CJ o el genial Leo McGregor sin olvidar a la metementodo Donna o al “chico del presidente” Charlie, que es quien tiene el poder para abrir o no la puerta del despacho oval.

Lo curioso es que esta serie, que hace poco dejó de emitirse en Estados Unidos, ha coincidido con la oscura etapa de Bush junior, la antítesis del liberal Jed Bartlet.

La vida cotidiana en el Ala Oeste no tiene horarios. Las reuniones son continuas y las frases más repetidas son “Arréglalo” y “Nos vemos luego”.

Entre los personajes colaterales destaca el vicepresidente, al que más o menos todos en la Casa Blanca desprecian y cuya única forma de hacerse respetar es haciendo desplantes a lo empleados del Ala Oeste. Sin embargo, no es tan tonto como los demás creen, ni tan mala persona. Pero es que ser vicepresidente es un papel de lo más deslucido.

A lo largo de la serie se reviven conflictos bélicos y diplomáticos; peleas en el Congreso, artimañas para lograr un escaño en el Senado, las tácticas de presión de los lobbies, filtraciones insidiosas a la prensa, meteduras de pata antológicas, procesos de selección para jueces del Tribunal Supremo … En fin, un auténtico master de política, aunque no tan ingenioso como aquella maravilla que fue “Sí, ministro”.

Los americanos no tienen el sutil sentido del humor de los británicos.

lunes, julio 24, 2006

Rejas en la memoria


Ayer, no recuerdo en que dial del digital, emitieron un documental titulado “Rejas en la memoria”. Trataba de la postguerra española y más concretamente de la represión.

Resultaba escalofriante: en los años 40 llegaron a estar en funcionamiento nada menos que 104 campos de concentración donde fueron internadas más de medio millón de personas. El último se cerró bien entrados los años 60.

Algunos permanecieron presos hasta 23 años, con condenas emanadas de juicios sumarísimos, donde para la condena bastaba la delación: ni pruebas ni testigos. Uno de los afectados contaba, no sin un rastro de humor, que en un caso que presenció –se juzgaban hasta 15 casos de forma simultánea- el fiscal pedía cadena perpetua y la defensa ¡pena de muerte!

Para ser condenado bastaba con no acudir a misa o haberse casado por lo civil.

Además de los fusilamientos, la muerte era moneda común a través de la sarna y la tuberculosis, aunque el hambre y la sed –la sed es una constante en los testimonios de los cautivos- sumaron el mayor número de fallecimientos.

El reportaje recogía testimonios escalofriantes en los casos de las mujeres; la tortura era práctica normal, pero quizás la práctica más trágica fue la separación de los hijos de sus madres cautivas. En muchos casos, no volvieron a encontrarse. Esos niños fueron enviados a centros de reeducación para arrancarles cualquier rastro de memoria de sus padres.

La Iglesia tuvo también su protagonismo. Se relataba el caso de un capellán que tras asistir a los que iban a ser fusilados esa madrugada, se encargaba de pegarles el tiro de gracia.

Se restableció la esclavitud. A partir de mediados de los 40, los presos fueron usados como mano de obra gratis para la construcción de pantanos –esos que luego inauguraba el Generalísimo en el No-Do- cementeras o ferrocarriles. Por supuesto, también contribuyeron al 100% en la construcción de la magna obra de Cuelgamuros.

Vistos los buenos resultados que daba esta fórmula laboral, el Estado decidió sacar nuevos beneficios: alquilaba a los presos. Empresas del fuste de FCC, Cementos Pórtland y Asland, varios astilleros … se acogieron a tan original sistema. Pagaban 14 pesetas al Estado por cada esclavo y éste recibía dos reales –para los nacidos después de los 80, 0’5 pesetas-. Las mujeres, por su parte, trabajaban en talleres de costura.

Abrumaba, sobre todo, la tranquilidad con la que los supervivientes recordaban aquellos años, su propia terrible experiencia. Una de las mujeres concluyó: “Lo único que quiero es reconocimiento”.

Sí, reconocimiento de que todo eso pasó en nuestro país en una época que se calificaba de PAZ.

La transición se inició con una tabla rasa. Los crímenes del régimen no iban a ser perseguidos. Lo malo es que tampoco se conocieron. Es una historia oculta, clandestina y ya es hora de que nos enteremos de nuestras vergüenzas.

Herejía


En esto del arte tengo un axioma infalible: me gusta o no me gusta. Me desconciertan las críticas oscuras que no tratan de dilucidar si una obra merece o no la pena, sino de dar una pátina al crítico de intelectual singular. Vamos, que sólo él es capaz de entenderse.

Por eso miro con desconfianza aquellas obras que, por incomprensibles, alaban los críticos. A veces mis opiniones tienen algo de herejía, ya que no suelo ser condescendiente con los consagrados.

Verbigracia: Kubrick. Me carga. Lo considero vacuo, grandilocuente, absurdamente pelma e inconmensurablemente aburrido. Ya sé que para ciertos críticos ser aburrido es sello de calidad. Para mí es sólo eso: aburrido.

He tenido que asistir a fervorosos pases de sus películas y ante el entusiasmo de mis compañeros de proyección yo me miraba hacia el interior y me preguntaba si no sería una tarada.

Me guardaba muy mucho de expresar tan contundente opinión y me limitaba a callar.

De la obra de Kubrick sólo salvo sus primeras películas, hasta Espartaco, teniendo en cuenta que la autoría de dicha obra está más que discutida y que él mismo no la consideraba como tal.

Y el resto filfas. Mucha técnica, mucha tecnología, mucho desarrollo de películas especiales … mucho vacío, en suma. Quizás, y esto viene al hilo de un reciente post de Portnoy, “La chaqueta metálica” queda un poco fuera, pero Kubrick dirige La chaqueta cuando ya se han realizado todas las grandes obras sobre Vietnam, desde Apocalyse hasta El Cazador, El Regreso, Birdy o Platoon. Es incluso simultánea a la segunda película de Coppola sobre el tema, Jardines de Piedra.

No entiendo ese fervor por Kubrick. Supongo que el misterio con el que cubrió su vida y su obra; el secretismo de los rodajes y otros comportamientos maniacos le prestaron una pátina de genio por encima de la norma injustificada en mi modesta y poco fiable opinión.

Así que, por favor, para mi cumpleaños, no me regalen la obra completa de Kubrick.

sábado, julio 22, 2006

Franzen


Alvy Singer solicita referencias de Franzen. Había escrito ya algo sobre el asunto, pero no sé qué demonios he hecho con ello. Los tópicos misterios de la tecnología, que son muy socorridos.

Abordé Franzen al revés. Empecé por Las Correcciones, seguí con Ciudad Veintisiete y concluí con Movimiento Fuerte, las tres obras editadas en español y, tengo entendido, en cualquier otro idioma, a excepción de un volumen de ensayos.

Ciudad Veintisiete es cronológicamente la primera obra. Saint Louis es la protagonista omnipresente. La historia es extravagante: un grupo de indios (de indios de India) han tejido una conspiración indetectable para hacerse con los resortes del poder en la ciudad.

Las corruptelas urbanísticas, los politiqueos, la ambición y la vanidad están desperdigadas en cada página. Y planeando sobre tanta basura un hombre decente. No es un héroe, es sencillamente un hombre que cree que hay que cumplir las normas y aun cuando su mundo se desmorona, él se mantiene firme.

Ciudad Veintisiete es casi una novela negra.

Movimiento Fuerte retoma el argumento de las pésimas prácticas de las corporaciones industriales. Pero aquí, como en la siguiente obra de Franzen, la familia adquiere un protagonismo decisivo. También estaba presente en Ciudad Veintisiete, pero en menor medida.

La mirada de Franzen sobre la familia es ciertamente escéptica. La que nos presenta es una amalgama de intereses contrapuestos donde cada individuo trata de sacar el máximo provecho. Así tenemos a un casi indigente técnico de radio que ve como su hermana le arrebata cada brizna de dinero que él necesita y que para ella es superfluo. Una madre que no tiene empacho en dejar patente cuál de sus hijos es su preferido y un padre que prefiere estar al margen de todo.

El aborto y los grupos ultraconservadores americanos completan el panorama enmarcado en las prácticas más sibilinas industriales para escamotear la peor contaminación.

Las Correcciones ya es sólo familia. Esa institución a la que pertenecemos, que no hemos elegido, cuyos miembros en muchas ocasiones no tienen nada en común con nosotros, que nos ocasiona problemas, pero que no podemos desprendernos de ella.

En la familia siempre hay un sacrificado que se encarga de cuidar a los padres ancianos; siempre hay un irresponsable que no merece confianza y siempre hay alguien que siente que se ha equivocado terriblemente en su vida.

A pesar de todo, es la jodida familia.

Por cierto, a Franzen no se le manda a la cama con un yogur: sus novelas oscilan entre las 600 y las 750 páginas.

Los suecos también matan


Menkel se ha convertido en un nuevo fenómeno literario. He leído únicamente una novela suya, “La quinta mujer” y no me aportó demasiado. Desde entonces, cada poco tiempo, veo nuevos títulos en las librerías. A veces me entretengo en leer la contraportada, pero no me seduce.

Incluso se emite ahora en un canal de pago una serie con los casos del inspector Wallander. He visto un capítulo y resulta tremendamente aburrido. Será que estoy habituada a las series de policías americanas donde todo es acción, pero en ésta parece que los agentes no dan palo al agua.

Wallader se inspira directamente en Martin Beck, el policía que en los años 70 imaginaron los suecos Sjöwall y Wahlöö.

Beck trabaja en Estocolmo, en la capital de una Suecia neutral, todavía no perteneciente a la CEE y gobernada por los socialdemócratas. Suecia se veía desde aquí como el socialismo de cara amable y liberal, dónde se hacía realidad la posibilidad de una sociedad equitativa y democrática.

Así que Suecia era una especie de utopía.

Sjöwall y Wahlöö se encargaban, a través de los casos de Beck, de dar una visión pesimista de esa Suecia, dónde ciertamente el Estado se ocupaba de todo. Pero los viejos vivían solos, el alcoholismo era habitual y la falta de de estímulos paralizaba a jóvenes y no tan jóvenes.

Una Suecia no tanto conformista como resignada y en la que, de vez en cuando, se ponían de manifiesto las carencias del sistema (Por aquellos tiempos muchos hubiéramos estado felices de disfrutar de aquellas carencias)

Así de pronto en una novela una mujer moría ante la indiferencia de la policía, lo que desataba la venganza del viudo. En otra, un periodista desaparece sin dejar rastro sin que, aparentemente, existiera motivo alguno. En una tercera –aunque este es un tema recurrente- varias niñas eran violadas y asesinadas.

Sjöwall y Wahlöö retratan una sociedad desesperada, pero con un gramo de humor.

Beck se retiró tras la muerte de Wahlöö en 1975 y nos privó de seguir disfrutando de sus investigaciones.

jueves, julio 20, 2006

Viejo zorro


Descubrí a David Cornwell a través de mi gusto por la novela policíaca. Leí dos novelas suyas, “Llamada para el muerto” y “Asesinato de calidad”. Ambas protagonizadas por el mismo personaje, un tipo anodino, pero a cuya mirada de tortuga nada se escapa.

Después leí, no necesariamente por este orden, “El espejo de los espías”, “El espía que surgió del frío” y “Una pequeña ciudad de Alemania”. Me gustó esa especie de escepticismo con que todo lo baña, pero sobre todo, una postura ética que parece decir: “nada es lo que parece”.

Siguieron tres obras inmensas: “El topo” –reducción al absurdo del título original-, “El honorable colegial” y “La gente de Smiley”. Ahí lucía en todo su esplendor el antedicho personaje. Me gustó especialmente la segunda, donde borda a un personaje que desde el principio sabemos que es un fracasado. Un personaje que luego calcará en “Casa Rusia”.

Además de un estilo depurado y muy británico, Cornwell (LeCarré para las editoriales) siempre escuece. El enigma que siempre subyace en sus novelas es la lealtad y sus conflictos: la lealtad a los ideales, a los compañeros, al país, a uno mismo, a la humanidad …

Algunas de sus novelas menores tratan de asuntos especialmente peliagudos. En “Nuestro juego” aborda ya en 1995 el conflicto checheno. Esas repúblicas ex soviéticas que casi no sabemos ni situar en el mapa: Osetia, Inghusia … que años más tarde aprenderíamos a través de la masacre de Beslán en 2004.

Son esos conflictos olvidados, porque a nadie le importan. Como en la escalofriante “El jardinero fiel”, dónde África no es más que un inmenso campo de experimentación y moneda de cambio para contratos avalados y propiciados por los gobiernos occidentales, tutores de los beneficios de las grandes corporaciones.

Sus personajes, investidos de un idealismo inocente, son enternecedores perdedores, porque luchan por causas perdidas gracias al desinterés de los grandes.


Esos perdedores, como los de “Amigos absolutos”. Dos viejos fracasados que se lanzan a una misión suicida, sin ninguna posibilidad de salir bien. Pero saben que hacen lo correcto.

Los impostores son personajes habituales en su obra, desde los agentes dobles a los estafadores por sobrevivir. “El espía perfecto” –especie de biografía de ficción de su propio padre- o “El sastre de Panamá” son muestra de ello.

Me gusta Cornwell-Le Carré porque escribe jodidamente bien; porque no es políticamente correcto; por reflexionar sobre problemas sobre los que nadie lanza una mirada hasta que no sucede una catástrofe.

miércoles, julio 19, 2006

Una también tiene sus debilidades


Aviso: no todos los autores de best-sellers son malos. Algunos son escritores mediocres, pero tienen algo que, al menos yo, encuentro interesante. Lo que ocurre es que hay pocos que van más allá de las frases o el argumento que desgranan.

Michael Crichton no es un autor muy valorado. Sus obras son bastante planas, aunque hay que reconocerle que sabe mantener el interés. Para mí el valor de Crichton no es literario, es la capacidad para adoptar una postura ética ante diversas manifestaciones del mundo actual.

La primera novela que leí de él fue “La amenaza de Andrómeda” y me fue recomendada por un profesor del MIT con la excusa de que era la más amena explicación de lo que era la investigación operativa.

Me gustó el enfoque científico, el trabajo de un equipo multidisciplinar y la forma de abordar un problema crítico desde puntos de vista múltiples. Era racionalidad pura.

Luego vino “El hombre terminal”, dónde exponía los peligros de la investigación médica. Más tarde fue “Devoradores de cadáveres”, dónde me sorprendió con la descripción de una civilización árabe floreciente y un mundo nórdico tenebroso bien cercano a la oscuridad de los anillos. Me sorprendió el toque de humor en la bibliografía que decía había usado: uno de los libros fuente de datos, aseguraba, era el Necronomicón.

Más tarde leí su gran éxito, Parque Jurásico. Y dónde todo el mundo vio una superproducción –por cierto, mucho más pesimista la novela que el film- advertí el peligro de la ingeniería genética y su explotación por parte de las empresas privadas como fuente de enriquecimiento.

Sol Naciente –otra vez el cine haciendo de las suyas- lo ví como un aviso de los peligros del enriquecimiento sin esfuerzo. Crichton, en la novela, no es políticamente correcto. Retrata a los japoneses como miembros de una cultura racista y depredadora.

Congo de nuevo abunda en la codicia que es capaz de sacrificar cualquier cosa con el objeto de conseguir el enriquecimiento.

Otras obras suyas están más pensadas para ser convertidas en guión o, sencillamente, tratan de explotar el filón que su nombre supone en la cubierta de un libro. No voy a criticarle por eso. Todo se lo perdono por concebir una serie tan buena como “Urgencias” y descubrir para el mundo a George Cloony, de quien me declaro rendida admiradora (ahora estoy pirateando Syriana)

Están, claro, sus trabajos como director de cine. A mí me encanta “El gran asalto al tren”.

martes, julio 18, 2006

Éxitos tardíos


Ocurre a veces que un escritor casi desconocido se convierte en fenómeno de masas. El hecho se produce si el autor recibe un célebre premio o una de sus obras salta a las pantallas.

Hemos asistido repetidamente al acontecimiento. Cuando el Nobel de Literatura recayó en Coetzee me invadió una secreta satisfacción. Muchos amigos míos lectores ponían cara de circunstancias, otros de asombro. Y yo me sentía una elegida porque otro amigo me había descubierto el filón.

Sucedió de nuevo con Elfriede Jelinek y eso que se habían estrenado películas basadas en sus obras, ahora bien, europeas que no dan la fama que proporcionan las americanas.

Se anuncia ahora la versión cinematográfica de “Ask the dust” y, francamente, me hecho a temblar. Fante, desde hace unos pocos años, empezaba a ser editado y leído, pero desde luego no de forma masiva. Otro gourmet literario me descubrió a Fante.

Las editoriales se apresuran a reimprimir las obras cambiando la portada por un cartel cinematográfico. Los ejemplares, que antes había que solicitar al librero, cuando no estaban escondidos en estanterías polvorientas, se amontonan ahora en la mesa de novedades.

Sería positivo si una décima parte de esos compradores de libros por influjo de la cartelera descubriera al autor, cogiera gusto a la lectura, leyera en la solapa de los libros otros títulos que le sedujeran … Pero me temo que es un cálculo optimista.

Tengo que hacermelo mirar


Mis aversiones son más sólidas y persistentes que mis querencias. Si me preguntan por mi libro o mi película favorita seré incapaz de contestar. A lo mejor respondo que “El hombre tranquilo” o “Con faldas y a lo loco”. A lo mejor digo, si me he tomado una copa de más, “El imperio del sol” y si estoy nostálgica aseguraré que es “Arsénico por compasión”.

Si alguien me rebate, no haré una defensa ardiente, sino más bien tibia.

Pero si delante de mí alguien defiende a algún “artista” al que desprecio, mi respuesta es siempre la misma: “Le pegaba una paliza que le mataba”. Tanta violencia es una pose, claro está, pero refleja un poco el inmenso asco que me dan pendejas de vangó, pesadillas de morfeo (¡pero quien coño elige esos nombres???) …

Y si eso ocurre en música –yo, que soy una analfabeta- en literatura ya es una actitud patológica.

Por ejemplo, leo en un comentario de Rosa Valerio la tragedia de que a Lucía Etxeverría le rechazaran 10 veces un original. Y pienso, lástima que la editorial undécima se lo aceptara. Porque la Etxeverría es de esos semovientes que me inspiran los peores instintos.

Bueno, es que las “escritoras modennas” españolas han conseguido ponerse por méritos propios en mi lista negra. La Posadas y la Freire no se salvan tampoco de mi particular ordalía.

¿Y ellos? A ellos les salva que no les leo. Es decir, ya no les leo, excepción hecha de Eduardo Mendoza que ya últimamente empieza a agotarme. Imagino torturas como lapidar a Pérez Reverte con sus obras para luego prenderles fuego con napalm.

Otro, de la categoría de best seller, que, sencillamente, despellejaría vivo, es el sinvergüenza de Paolo Coelho, el único “autor” que ha conseguido que me sintiera estafada por comprar un libro suyo (que fue arrojado al cubo de la basura)

Le imagino enterrado hasta el cuello en una playa tropical rodeado de cangrejos hambrientos. Lo reconozco, estoy enferma.

¿Defendería con igual pasión a, pongo por caso, David Lodge, Evelyn Waugh, Ian McEwan, Jonathan Franzen, Chabon …? Estoy segura que no, alegaría el tópico de que para gustos, colores.

Así que desconozco qué malformación moral me inspira estos sentimientos destructivos. Tengo que hacérmelo mirar.

lunes, julio 17, 2006

La vejez (la mía)


Cuanto más vieja soy, menos sé. Las dudas se han instalado y desalojan lo que creía eran firmes creencias.

Me doy cuenta que ya no tengo opiniones claras cuando antes eran incuestionables sobre multitud de asuntos. Leo las noticias de Oriente Medio y me parece que desde la Guerra de los Seis Días, estamos en la misma situación.

La clase política, sin embargo, parece no haber cambiado. Se toman las cosas con la misma parsimonia, dicen a unos aquello de “nene, eso no se hace”, mientras que los otros son diabólicos terroristas.

En el coche ya sólo llevo emisoras de música o pongo cd’s. Oir a Acebes, Zaplana o Rajoy me saca de quicio. Los telediarios los veo con el mando a distancia en la mano para que cada vez que aparecen sus caretos, saltar a otro canal.

El presidente de la AVT ha conseguido que me sienta como un rehén de un ansia de venganza que no entiendo.

Acabo deseando no saber para proteger el débil equilibrio de mi estómago.

viernes, julio 14, 2006

Cerezas


Los primeros textos de este blog –ay, cómo me duelen estos neologismos- estaban los pobres huérfanos de todo comentario. No fue hasta el quinto o así cuando un buen amigo dejó caer la primera gota. Aparecieron algunos más, pero, a excepción de Ispahan (Kamante) fueron abandonando esta esfera personal.

A Ispahan tengo que reconocerle su constancia durante el año que viene durando la travesía.

Yo visitaba algún otro blog y, si me sentía cercana al tema que tocaban y se me ocurría algo, dejaba el rastro por allí.

De pronto todo cambió. Empezaron a aparecer comentarios de personas que no conocía. Visitaba sus espacios, unos llevaron a otros. Me dejé seducir por los enlaces, los comentarios que dejaban otros usuarios … como se suele decir, cerezas que se enredan.

Casi me siento integrante de un grupo sin estructura, cuya sede social es una pantalla de ordenador, sin reglas ni obligaciones. Un grupo del que emanan infinitas sugerencias, visiones sorprendentes, textos vertiginosos. Una fuente constante de ideas y de nuevos conocimientos. De aspectos de la vida que no había contemplado. De otras formas de vivir, de otras formas de pensar, de otras formas de abordar lo cotidiano y lo extraordinario.

Individuos que expresan sentimientos: recelo, amor, desamor, desprecio, odio, amistad, empatía …

No conozco a nadie, pero si Asmadeus tarda una semana en continuar con las aventuras de Bob, me inquieto; si Kafka promete un tema y se retrasa, tengo deseos de reprochárselo; si Alexandros desaparece en la montaña estoy por llamar a Protección Civil; si Fer deja de comentar mi aversión a la azurra presiento que le he ofendido; si Anilibis se esconde detrás del espejo miro alrededor no sea que se haya quedado atrapada (y me revienta que la apremien urgiéndole nuevos textos); me come la curiosidad por conocer la historia de la amante de Bolzano y busco sin remedio qué libro lee Sfer o qué recomienda ese niño prodigio de Alvy; Portnoy plantea enigmas y redescubre libros olvidados.

Dejo mis tonterías en sus páginas y si alguna vez fallo no es por falta de ganas, sino de ingenio.

Cuando tengo un rato libre consulto el blog para comprobar si hay nuevos comentarios. Si hay nuevos contribuyentes me llevo una alegría y me pregunto como han caído en este pozo. Compruebo los blogs enlazados o archivados en favoritos para seguir las novedades. En fin, reconozco que estoy adquiriendo una adicción estupenda que me motiva a escribir y cuidar lo que escribo.

De momento nadie ha dicho que esto sea perjudicial para la salud, engorde, provoque cáncer o sea pecado. Tampoco, de momento, paga impuestos. Así que aprovechemos este vicio.

miércoles, julio 12, 2006

Malditos


En una semana he colgado dos post sobre artistas muertos. Da la impresión de que el malditismo está estrechamente vinculado con la creación artística: suicidio, locura, depresión, uso de tóxicos …

Ignoro si estadísticamente la relevancia de estas conductas o la incidencia de las enfermedades es distinta del colectivo no creativo.

Si lo fuera no faltarán quienes vinculen esas diferencias al proceso creativo. De esa forma los artistas se convierten en seres dotados de dones alejados del común de los mortales. La creatividad se relacionaría con sinapsis anómalas, alucinaciones o melancolía.

El siglo pasado fue, desde luego, un sembrado de músicos suicidas y toxicómanos. Más allá de Jim Morrison, Janis Joplin o Jimmy Hendrix (es como una maldición que los nombres empiecen por J) existieron otros quizás menos conocidos en estas latitudes: Tim Buckley que murió de una sobredosis de todo y cuya trayectoria persiguió a un único hijo –un verdadero prodigio de la música- ahogado en un tributario del Mississippi.

Ian Curtis, 24 años. Se ahorcó en su casa días antes de iniciar la gira que debiera suponer el despegue de su banda. Alcanzó la gloria después de muerto, pero creo que ni vivo le hubiera importado demasiado, como en el caso de Jeff, que actuaba en pequeños cafés bajo nombre supuesto para evitar los inconvenientes de su recién nacida fama.

Kurt Cobian, 27. Tampoco pudo soportar vivir bajo presión, la fama, la heroína y la depresión. Un cóctel letal.

Los mismos años que tenía Brian Jones cuando apareció muerto en su piscina, después de haber abandonado el grupo que ayudo a crear y que todavía sigue saltando sobre los escenarios.

Están los que se salvaron de la quema: Tom Waits, Nick Cave, Lou Reed, Iggy Pop, David Bowie …

La absenta y el opio de los simbolistas se sustituyen por heroína. Poetas, músicos, qué más da.

martes, julio 11, 2006

Adiós, Syd


Ha muerto un jodido genio. Cierto es que llevaba años retirado, pero era un genio. Syd Barrett se ha ido con la misma discreción con la que vivió los últimos 36 años.

En 1970 editó su último disco y en 1975 los que fueron sus compañeros sacaron probablemente la canción que más éxito les proporcionó. No sé si por su calidad o porque todo el mundo sabía que estaba dedicada a él: “Wish you were here”.

Syd Barrett era un jodido genio. Fué el máximo exponente de la psicodelia británica y también su víctima. Pagó un alto precio por su consumo de LSD. Los efectos devastadores que ocasionaron en la mente –también produjeron composiciones de inaudita belleza- le incapacitaron para seguir actuando. Sus frecuentes “cuelgues” propiciaron su salida de la banda y que ésta cogiera derroteros más comerciales.

Su reclusión a partir de 1970 fue absoluta, incluso varias veces se especuló con su muerte.

Su figura incluso está subyacente en algunos personajes cinematográficos, como “Siempre locos”.

Syd Barrett, en realidad, tuvo una vida breve, apenas 30 años. No dejó un hermoso cadáver, pero dejó su hermosísimo rostro y su fantástica música para siempre. Realmente se nos fué demasiado joven, tenía 24 años.

Ideas para la reconversión editorial


El comentario de Gabriel Syme en el post “Novela Vs. Cuento” me hace retomar una recurrente obsesión mía: El negocio o la industria editorial.

La producción en cadena, las piezas intercambiables, el leer y olvidar (al igual que en el cine) se ha impuesto.

Como bien dice Gabriel, se trata de vender, no de que se lea.

Si pretendieran satisfacer las necesidades del público, es más, si su intención fuera crear necesidades lectoras, lo primero que haría esos industriales es realizar un estudio de mercado, conocer a sus clientes ciertos y potenciales.

Por ejemplo, se preguntaría por el entorno de la lectura. Me maravilla ver tanta gente leyendo en los transportes públicos. Entonces, ¿por qué no editar libros ad hoc? Los libros de relatos son perfectos, puedes ajustar la lectura al trayecto.

Si las editoriales fueran listas sacarían libros según trayectos: Pz. De Castilla-Opera; Pz. de España-Pz. de Cataluña; Carolinas-Angel Guimerá.

De esta forma prestarían un valioso servicio al lector que evitaría la incomodidad de dejar un capítulo a medias o, en el hipotético caso de que la trama fuera interesante en grado sumo, pasarse de estación.

El olvidado Jardiel Poncela –menudo genio- editó un volumen titulado “Para leer mientras se sube en el ascensor”(a la velocidad que subían los ascensores en los años 30)

Tuve un ejemplar de aquel librito primorosamente encuadernado en piel en una colección miniatura que tenía Aguilar.

Si los editores se interesaran por las costumbres de sus lectores sabrían que el baño es uno de los lugares más frecuentes de lectura. ¿Por qué no imprimir los textos más deleznables en papel higiénico? Además de prestar un servicio muchos best sellers tendrían un nuevo público que encontraría una gran satisfacción en ese nuevo uso.

Las compañías aéreas y RENFE se empeñan en proporcionarnos revistas de lujo que incitan a comprar a bordo perfumes, relojes o pañuelos de seda. Mejor harían en ofrecernos libros de relatos, también ajustados a la duración del trayecto. Un Madrid-Buenos Aires podría ser suficiente para buscar el tiempo perdido.

Algunas cadenas hoteleras incluso convocan premios literarios y editan –con obras ganadoras y finalistas- unos volúmenes que ofrecen gratuitamente a sus huéspedes. Dentro de poco encontraremos un nuevo profesional escritor: el relatista de hotel. Algunos cuentos son realmente notables y, además, el obsequio hotelero tiene otra ventaja: nos libera de la Holy Bible omnipresente en las cadenas americanas.

Las autoridades deberían sumarse a esta tendencia y aprovecharla para fomentar la lectura: libros en las salas de espera de la Seguridad Social y en las habitaciones de los hospitales, por poner un caso.

En fin, que si la industria editorial tuviera un mínimo de sentido común elaboraría una estrategia para ser omnipresente, ampliar mercados, asegurar su supervivencia y hacer, de una vez por todas, cultura.

lunes, julio 10, 2006

Lecturas de verano


En un estante escondido encuentro una colección de libros de esos que los periódicos regalan en verano con el fin de suplir la escasez de páginas. Olvidé que los tenía. Estos días de asueto que se avecinan y que precisan de alguna distracción más allá de las odiadas tareas domésticas aconsejan dar un vistazo a los 15 volúmenes que criaban polvo.

La rebelión de los tártaros. Thomas de Quincey (siempre me divierte)
El nuevo acelerador. H.G. Wells
Tristezas de Bay City. Raymond Chandler
De ratones y hombres. John Steinbeck
Zadig o el destino. Voltaire
El billete del millón. Mark Twain
Tom Sawyer detective. Mark Twain
Cuentos crueles. Villiers de l’Ille Adam (ni idea)
Hot Line. Francesca Mazzucato (idem)
Fábulas fantásticas. Ray Bradbury
El césped. Mario Benedetti (ahora que ha terminado el Mundial …)
El talón de Aquiles. Ruth Rendell
El club de los suicidas. R.L. Stevenson
Cuentos maravillosos. Hans Christian Andersen
Asesinato a domicilio. Alfred Hitchcock

Unos libros son colecciones de relatos; otros, novelas cortas (cortísimas)

Confío en que los desconocidos me sorprendan y supongan un descubrimiento a tener en cuenta en el futuro.

domingo, julio 09, 2006

Novela vs Cuento


Ignoro cuál es el origen del debate entre relato y novela o, lo que es lo mismo, la defensa de la prevalencia de la novela sobre el relato.

La historia de la literatura está llena de enormes narradores y novelistas. El objetivo es el mismo, aunque el instrumento es distinto.

¿Alguien seria capaz de menospreciar a Salinger? Y la práctica totalidad de su obra son cuentos. ¿Sería menos valiosa la obra de Salinger sin “El guardián entre el centeno”?

Algunas de las historias más perturbadoras de Patricia Highsmith son cuentos, como ocurre con Ruth Rendell.

¿Qué es “Escupiré sobre vuestras tumbas”, un relato largo o una novela corta? ¿Dónde se establece el límite?

Mark Twain publicó muchísimos relatos brillantes y algunas novelas prodigiosas.

El relato exige precisión. En los tiempos que vivimos la literatura se doblega a las reglas que impone la industria, se ajusta a modas. Las novelas se “producen”. El relato, sin embargo, es todavía ajeno a esas manipulaciones, por lo que estadísticamente es más probable encontrar una mala novela que un mal volumen de relatos.

Si se me permite la blasfemia, ¿qué es la primera parte de El Quijote más que una sucesión de relatos amalgamada con las peripecias del triste caballero?

sábado, julio 08, 2006

Tristan Egolf


De entre los escritores “sucios” americanos me seduce especialmente Tristan Egolf.

Sólo existen dos obras suyas editadas en España, que yo sepa: “El amo del corral” y “La chica y el violín”, ambas en Mondadori. Tengo entendido que existe una tercera que estaba en imprenta cuando Egolf se quitó la vida hace algo más de un año, cuando contaba 33.

“El amo del corral” se publicó cuando contaba 27. Parece el caso de un escritor precoz. Una primera novela excepcional que prometía una larga carrera.

Egolf, al contrario que John Kennedy Toole, sí que conoció en vida no sólo su obra publicada, sino también una crítica absolutamente rendida.

Su breve biografía –si es cierta- resulta pintoresca. Hijo de unos hippies americanos ve la luz nada menos que en San Lorenzo de El Escorial. Antes de cumplir 20 años se enrola en una banda punk, vaga por Europa y en París, tras quedarse sin compañía musical, toca el saxo en las orillas del Sena.

Dice la biografía oficial que es allí, en París donde vive casi como un indigente, conoce a la hija de Patrick Mediano. La muchacha –a quien parece luego rendir homenaje en su segunda novela bajo la capa de Louise Gascoygne- lee el manuscrito de “El amo del corral” y deja la piel en convencer a su padre que la publique. Otra versión asegura que lo que tocaba Egolf era la guitarra. En cualquier caso, parece probado que hubo un instrumento musical de por medio. Mediano hace de padrino en Gallimard.

Resulta un éxito inmediato.

Su segunda novela, “La chica y el violín” es más caótica que la primera. La tercera, Kornwolf, aún no ha visto la luz.

En esos seis años Egolf había compuesto música, grabado un disco con su banda, terminado una ópera rock y participado en el guión cinematográfico de “El amo del corral”.

El mito parece comerse al autor, pero “El amo del corral” es una magnífica novela, extravagante, sucia, marginal, desatada, una novela que concluye en una ordalía de destrucción vengativa como pocas se han escrito.

La miseria de las poblaciones americanas del Medio Oeste -lejos de las ídílicas versiones en technicolor a las que estamos acostumbrados- se retrata aquí en minas abandonadas, mataderos de pollos atendidos por espaldas mojadas, negocios infectos de recogidas de basura, tabernas apestosas, urinarios nauseabundos, viviendas ruinosas con una barbacoa en un jardin-vertedero, sectas religiosas cuyo dios es la rapiña ... todo ello regado con abundante alcohol de alambique.

La figura de Tristan Egolf no se limita a la escritura y la música. Dedicó sus últimos meses a una intensa actividad política que le llevó a los tribunales acusado de un delito federal por quemar a Bush en efigie.

Ya sólo por eso me cae de puta madre.

viernes, julio 07, 2006

La ola y la conga. La república bananera de Valencia

A pocos días de la llegada del Pontífice, desde el obispado de Valencia consideran que "todo está dispuesto para la llegada del Papa". Como un último detalle, la organización ha invitado a los peregrinos a 'hacer la ola' cuando un pelotón de ciclistas recorra las calles de la ciudad anunciando la llegada de Benedicto XVI, un gesto que proponen repetir cuando el 'papamóvil' pase por delante de cada uno de los puntos del recorrido.

¡Que bonito! También harán la ola en el Olimpia de Berlin, no seamos nosotros menos.

"La inmensa mayoría de los valencianos, creyentes o no, están contentos con la proyección mundial que un acto de estas características supone para Valencia".

Dice el Arzobispado. Sí señor, estamos contentos, los 42 de la calle Jesús, jo, esos no. Pero no pasa nada, están en el cielo.


Más de 12.000 flores están siendo colocadas ya en el altar en que Benedicto XVI celebrará la eucaristía el domingo.

Además, tanto el Ayuntamiento como la Generalitat y el arzobispado han realizado sendos llamamientos a la población para que adorne las ventanas y balcones de la ciudad con banderas vaticanas y fotografías del Pontífice.

Si no son suficientes flores, las traerán del cementerio de Torrent, que parece que hay abundancia.
No pongamos crespones negros que restaria contento y alegría al acontecimiento.

(Todas las cita de la versión digital de El Mundo a las 13:15)

A la puta calle

Llama mi hija desde la biblioteca del Campus de Burjassot.

- Nos han echado de la Universidad porque van a dormir aquí los que vienen a lo del Papa.

Huelga decir que están en plenos exámenes finales.

- Tampoco puedo ir a la biblioteca de la Politécnica, también la han cerrado, así que me voy a ir a la del Hospital.
- No vayas, a partir de las 3 de la tarde se cierra todo el tráfico en Valencia.

El último examen de mi hija estaba previsto para hoy, pero los fastos papales obligaron a retrasarlo hasta el día 10 (se ha suspendido el servicio de metro y no por el siniestro de la calle Jesús). El cierre de las bibliotecas no hace más que echar leña al fuego de su indignación.

Mi marido ha tenido que cerrar la oficina a las 13 hs. La prohibición de tráfico es tal que hasta se han precintado los garajes, tanto públicos como privados hasta el próximo lunes.

Muchas empresas han dado libre hoy a los empleados ante el peligro de que se vieran atrapados en la ciudad, sin posibilidad de usar el coche hasta el próximo lunes. Hay que tener en cuenta que Valencia no es sólo el casco urbano, sino una enorme área metropolitana y el porcentaje de personas que trabajan en la ciudad y viven fuera es muy elevado. Y al contrario. La periferia de Valencia está plagada de polígonos industriales en los que trabajan vecinos de la ciudad.

Unos no podrían salir y otros no podrían entrar.

El desbarajuste que está provocando esta visita parece no tener límite.

Por cierto, sobre los ya 42 muertos del accidente del metro ya se dice poco y lo poco que se dice más vale que se callara.

42 muertos no deben empañar este esperado acontecimiento.

Circo neocatecumenal





Promesa cumplida, Kafka


La noche plácida, despejada. El concierto es en Viveros, un parque bastante bonito en el centro de Valencia. Tiene una explanada grande dónde todos los años se celebran los conciertos del mes de julio. No sé por qué en esta ocasión está todo ensillado, muy formal. Debe ser que la media de edad del público presente aconseja proporcionar descanso.

La luna, en creciente, cuelga casi encima de la explanada. Cuela su luz entre los enormes árboles. Por encima de las tapias del parque se ve la cúpula del Museo de Bellas Artes.

El escenario está vacío. Todo entelado de negro. Empieza el concierto, solo una silla, una guitarra y un micrófono. Veloso sale ante un público entregado. No entiendo tanta emoción.

Empieza la serie de canciones. Suena muy bien, la gente tararea por lo bajo cada tema y aplaude arrebatada. Veloso encadena las canciones con rapidez, como si tuviera prisa por terminar.

Tanta música bienintencionada acaba por descolgarme. A la tercera canción estoy en otro mundo. Rememoro la música que me gusta y que nada tiene que ver con ésta que suena.

Quiero algo que me haga sentir, música que me invada el cerebro, que me arrebate los pensamientos, que me despierte la piel. Música que me haga llorar, entregarme, bailar sin sentido. Música que me posea.

Miro a la gente que está alrededor. Todos ellos imbuidos de buenos sentimientos. Me vuelvo ajena. Estoy en otro sitio.

La luna esparce luz y sombras.

¿Dónde estoy? La gente se levante y aplaude. Grita, pide más. No entiendo nada. ¿Dónde estoy?

miércoles, julio 05, 2006

Ellas


700 Km. y la garganta hecha migas por el aire acondicionado del coche. Bueno, y por el tabaco.

Hemos dejado a la pequeña en la T-4 y no está tan mal. De hecho está bastante bien concebida. Los aparcamientos por módulos frente a la terminal, con lo que se evitan los largos desplazamientos obligados en las viejas terminales.

Le falta metro, por supuesto. Y le falta vegetación. El paisaje es desolador. La terminal es amplia y no hay aglomeraciones. Recuerdo hace un par de años cuando hicimos el mismo viaje con idéntico motivo que cuando se abrían las puertas de la T-1 la gente se derramaba por la acera. Era imposible avanzar hacia los mostradores, había que saltar sobre los equipajes y buscar un asiento donde descansar era inútil.

La cubierta recuerda a la de Massimiliano Fuksas para Fiera Milano, aunque ésta es de madera y aquella de cristal. O a la cubierta de Santa Caterina, pero menos espectacular que la explosión de paraboloides cerámicos del mercado. Todas bajo la misma inspiración gaudiana.

Pero bueno, dejo las comparaciones. Nos han citado dos horas y media antes del despegue. Ya han llegado algunos viajeros, fácilmente identificables porque se agrupan en torno a los monitores ataviados con un polo azul con las siglas de la agencia que organiza el viaje.

Mi hija enseguida pega hebra con un grupo de chavales catalanes que van a su misma ciudad de destino. Son tres chicos y una chica, de la edad de la mía. Nos quedamos mirando a las chavalas. Son altas, espigadas, guapas, con desparpajo. Parece que se conocen desde hace años. Miramos a los chicos, torpes, con cara de estupor y un palmo más bajos que ellas.

Mi marido comenta: “Definitivamente, los hombres hemos perdido la carrera de la evolución”.

Me recuerda una conversación que he tenido hace algunos meses con el director de una escuela técnica de la UPV. Me decía que en la carrera, hasta no hace muchos años reservada a los hombres, ellas tienen más futuro: “No sé como lo hacen. Pero presentan mejor los proyectos, vienen arregladas, se expresan con toda corrección. Ellos presentan los planos con manchas, vienen desastrosos y apenas saben explicarse. No me extraña que las empresas prefieran contratarlas a ellas”.

Extremadura


Los comentarios sobre los blogs con origen en Extremadura me llevan a repasar el mío.

Y, demonios, sí que he colgado fotos de allí:

1) Cumpleaños agradecido: Biblioteca de Mérida.
2) Experimento: Casco antiguo de Cáceres
3) Brasil-España: yacimiento arqueológico de Mérida
4) Monfragüe: buitres y amapolas

Esta cigüeña descarada anida –como otras muchas- en la catedral de Plasencia.

Me gusta Extremadura porque:


Tiene agua
Tiene encinas
Tiene cerezos
Tiene cigüeñas
Tiene buitres
Tiene torta del Casar
Tiene Roma
Tiene Imperio y Monasterio
Tiene Cáceres

Debería declararse Región Europea bajo Especial Protección.

La primera vez que visité Extremadura fue con un grupo de amigos hace una eternidad. Debía tener 18 años. Esperaba ver un secarral tipo castellano en pleno mes de agosto. El mes coincidía, pero no el paisaje. El valle del Tiétar cortaba la respiración. Nos bañábamos en las aguas heladas del río con unas hermosas truchas que no permitían ningún acercamiento.

Después de muchos años, la familia decidió hacer un periplo extremeño/lisboeta aprovechando la abundancia de paradores nacionales. Vuelta a Jarandilla y extensión a Trujillo y Mérida con obligada visita a Cáceres. Y ahí se produjo el flechazo. Desde entonces mi marido está empeñado en comprar algo por allí con vistas a poner tierra por medio ante el futurible –espero que lejano- aumento de la familia.

Así que con esa excusa, hemos vuelto periódicamente visitando lo que ya conocemos o buscando nuevas rutas. Pero no pienso hacer jamás apología de Extremadura, no sea que una vez consumido el último metro cuadrado de costa decidan colonizar aquel paraíso.

lunes, julio 03, 2006

Muertos y fastos


No tengo ganas de hacer comentarios sobre lo sucedido hoy en Valencia. Sé que si me pongo a ello acabaré soltando espumarajos por la boca. Me acordaré de las genealogías de todos los irresponsables políticos que intentan convencernos de que vivimos en Oz, la hermosa ciudad esmeralda, cuando todo es cartón piedra, fumarolas y vertederos.

Me niego a imaginar siquiera el horror que se ha apoderado de ese túnel –como si fuera una atracción de feria: el túnel de la muerte- del pánico de los allí atrapados; de la muerte rezumando por cada hierro.

Tampoco confío en un gesto de gallardía por parte de los irresponsables. Seguramente la culpa será de otro o, mira tú por dónde, los designios del Señor son inescrutables y sólo nos queda la resignación y el llanto.

Pero estoy segura, eso sí, que exigirán que este “trágico accidente” –tendrán la cara de calificar así su desidia- no se use electoralmente, ahora que estamos a ocho meses de las elecciones municipales.

Los muertos no pueblan la Dársena Interior dónde se da cita el glamour de la America’s Cup –nunca Copa América que tiene resonancias cutre-futboleras- ni sacan abono para la temporada de ópera del inaugurado e inacabado Palau de les Artes (a 1.500 euros más o menos el abono para ver nueve obras); ni se llenaron los bolsillos con la especulación inmobiliaria o la facturas falsas. No vieron un duro de los emolumentos bajo mano que se llevó Julio Iglesias ni participaron en el reparto de comisiones de Tierra Mítica. Tampoco intercedieron ante ministros por los negocios de Carlos Fabra.

Mientras tanto, Canal 9 pone una telenovela.

Eran ciudadanos tratados como súbditos.

A los vivos nos pedirán que sigamos confiando en ellos.


(Foto:Efe)

Cumpleaños agradecido


Así que un año llevo dando tumbos por este mundo del blog. Si no llega a ser por mis habituales lectores ni me habría dado cuenta. Lo cierto es que tengo la impresión de que llevo mucho más tiempo dejando aquí comentarios –no me atrevo a llamarles reflexiones-, crónicas viajeras y algún que otro relato.

Me ha servido para relacionarme –que no conocer- a otras personas con intereses similares: la narrativa, el cine y, aunque menos, la música; para intercambiar puntos de vista y, sobre todo, para conocer muchos autores y editoriales que ignoraba.

Sólo por eso merece la pena el blog: me abre nuevos horizontes y me abre a personas que, de ninguna otra manera, llegaría a tener contacto con ellas. En suma, creo que me ha enriquecido.

Espero únicamente haber contribuido una milésima parte a todo lo que me han aportado, tanto los blogueros que me visitan como a los que yo visito. Gracias a todos.

domingo, julio 02, 2006

Agradecimiento


A todos los que han contribuído a que, por fín, pueda incluir los enlaces en el blog.
A pesar de mis limitaciones, las instrucciones han sido precisas. Sólo mi consustancial torpeza me ha llevado a un par de patinazos, felizmente soslayados.

La foto, dedicada al siempre amable Kafkaprocesado, es del Callejón del Oro de Praga, donde vivió durante un año, precisamente en la casa azul de la izquierda, rotulada con el número 22.