lunes, julio 24, 2006

Rejas en la memoria


Ayer, no recuerdo en que dial del digital, emitieron un documental titulado “Rejas en la memoria”. Trataba de la postguerra española y más concretamente de la represión.

Resultaba escalofriante: en los años 40 llegaron a estar en funcionamiento nada menos que 104 campos de concentración donde fueron internadas más de medio millón de personas. El último se cerró bien entrados los años 60.

Algunos permanecieron presos hasta 23 años, con condenas emanadas de juicios sumarísimos, donde para la condena bastaba la delación: ni pruebas ni testigos. Uno de los afectados contaba, no sin un rastro de humor, que en un caso que presenció –se juzgaban hasta 15 casos de forma simultánea- el fiscal pedía cadena perpetua y la defensa ¡pena de muerte!

Para ser condenado bastaba con no acudir a misa o haberse casado por lo civil.

Además de los fusilamientos, la muerte era moneda común a través de la sarna y la tuberculosis, aunque el hambre y la sed –la sed es una constante en los testimonios de los cautivos- sumaron el mayor número de fallecimientos.

El reportaje recogía testimonios escalofriantes en los casos de las mujeres; la tortura era práctica normal, pero quizás la práctica más trágica fue la separación de los hijos de sus madres cautivas. En muchos casos, no volvieron a encontrarse. Esos niños fueron enviados a centros de reeducación para arrancarles cualquier rastro de memoria de sus padres.

La Iglesia tuvo también su protagonismo. Se relataba el caso de un capellán que tras asistir a los que iban a ser fusilados esa madrugada, se encargaba de pegarles el tiro de gracia.

Se restableció la esclavitud. A partir de mediados de los 40, los presos fueron usados como mano de obra gratis para la construcción de pantanos –esos que luego inauguraba el Generalísimo en el No-Do- cementeras o ferrocarriles. Por supuesto, también contribuyeron al 100% en la construcción de la magna obra de Cuelgamuros.

Vistos los buenos resultados que daba esta fórmula laboral, el Estado decidió sacar nuevos beneficios: alquilaba a los presos. Empresas del fuste de FCC, Cementos Pórtland y Asland, varios astilleros … se acogieron a tan original sistema. Pagaban 14 pesetas al Estado por cada esclavo y éste recibía dos reales –para los nacidos después de los 80, 0’5 pesetas-. Las mujeres, por su parte, trabajaban en talleres de costura.

Abrumaba, sobre todo, la tranquilidad con la que los supervivientes recordaban aquellos años, su propia terrible experiencia. Una de las mujeres concluyó: “Lo único que quiero es reconocimiento”.

Sí, reconocimiento de que todo eso pasó en nuestro país en una época que se calificaba de PAZ.

La transición se inició con una tabla rasa. Los crímenes del régimen no iban a ser perseguidos. Lo malo es que tampoco se conocieron. Es una historia oculta, clandestina y ya es hora de que nos enteremos de nuestras vergüenzas.

14 comentarios:

Miguel Sanfeliu dijo...

Es escalofriante lo que cuentas.
Ojalá aprendiéramos de los errores.
Pero parece que sigue habiendo dos Españas. No se pueden reabrir heridas que no se han cerrado.

Un saludo.

Laura Diaz dijo...

El olvido y el perdón son imposibles cuando ha habido violación a los derechos humanos. El nazismo, el estalinismo, el franquismo, las dictaduras latinoamericanas de las décadas de los setenta y ochenta, deben ser recordadas en sus atrocidades para que NUNCA MÁS, ya que UN PUEBLO QUE OLVIDA SU PASADO ESTÁ CONDENADO A REPETIRLO...

Saludos

Miguel Ángel Muñoz dijo...

Interesante entrada. Un saludo. TE añado como enlace.

Alexandrós dijo...

Lo insultante es que los herederos de los responsables de lo que Vd. cuenta quieren hacernos creer que eso no ocurrió, que son cosas del pasado, que en todas partes cuecen habas, etc. Meaban por nosotros y había que decir que llovía. Hoy, incluso, quieren cobrarnos los paraguas.
Un saludo

Alicia Liddell dijo...

Así es, Alexandrós. Aquí, y de eso tendrá noticia Kafka, hay una sorda lucha. Se tienen localizadas fosas comunes de la época de la dictadura. El ayuntamiento trata de destruirlas -algunas ya cayeron bajo la picota- mientras que algunos colectivos se movilizan contra esa decisión municipal. Al menos hay una resolución judicial de paralización de las obras.

Hay que recordar que el padre de la alcaldesa fue un preeminente falangista.

Miguel Sanfeliu dijo...

Sí, es cierto. Por eso digo que las heridas siguen abiertas. Parecemos incapaces de acercarnos a la historia y analizarla con distancia, con mirada crítica, con la intención de no repetir los errores, con el propósito de que no vuelvan a repetirse esas cosas. La verdad es que uno se harta de victimas y verdugos encarnados en una generación que es incapaz de mirar atrás sin ira. Se reinterpretan los papeles, se adoptan posiciones que no nos ayudan a seguir adelante. No deben destruirse las fosas, hay gente ahí, familiares, recuerdos, sangre, dolor... Cualquiera debería entender eso. Pero las posiciones se vuelven a estancar. No hemos aprendido nada.

Francisco Ortiz dijo...

Y además no debe de acabar ahí la recuperación de la memoria histórica, ya que la transición no fue el dechado de virtudes que nos presentan - la novela de Miguel Mena, "Días sin tregua ", es fundamental al respecto -, pues ese querer pasar página dejó heridos y muertos y silenciados a los que aún no se les ha hecho justicia.

Laura Diaz dijo...

Es muy difícil llegar a un punto (un tiempo) en el que no hayan dolores ni rencores. Tal vez no se alcance ni con la justicia y el "castigo" a los culpables.

En mi país han comenzado a aparecer los cuerpos de los "desaparecidos"...En una población de menos de 3 millones de habitantes, hubo 250 "desparecidos"! Hay quiénes quieren "dar vuelta la página". Creo que eso nunca puede ser un acto político. Más bien, corresponde a un tiempo psicológico de las víctimas y de las familias de las víctimas, que jamás se alcanza con silencio ni olvido, sino con actitudes sociales y políticas que nunca son "mantos de olvido".

Saludos

Anónimo dijo...

Admiro a quienes han intentado todo para lograr olvidar las heridas... pero es muy dificil, duro.

Alicia Liddell dijo...

Según el citado documental, en la postguerra se produjeron unas 100.000 muertes por ejecuciones, enfermedades o simples desapariciones.

Esa cifra, excepción hecha del Holocausto (en la que se incluyen judíos, comunistas, socialistas, gitanos y enfermos) es la más alta que se conoce en el pasado siglo en lo que llamamos Occidente.

En cualquier caso, aunque el genocidio de Camboya, la Revolución Cultural o la represión de Stalin tengan más víctimas, no es motivo de orgullo.

Aquí se mató más que en el Chile de Pinochet o la Argentina de los generales. Sobre todo, porque duró más.

Fer dijo...

Estoy completamente de acuerdo con lo escrito hoy, Alicia, perfecta añadidura a lo que hace nada comenté en mi blog.
La guerra, técnicamente, acabó en el 39. Dos no pelean si uno no quiere o, como ocurrió con la República, si uno no puede: "cautivo y desarmado".
Pero ahí no terminó la contienda, sólo se convirtió en unilateral. Los falsos pacificadores se empecinaron en no olvidar las heridas, sino en hurgar con saña en ellas.
Y, cambiando el orden, de esos lodos vienen estos polvos...

Alicia Liddell dijo...

Como deje dicho en su blog, Fer, escribí sobre el asunto en un comentario que dejé en otra bitácora. Lo transcribo aquí, porque creo que viene al hilo.

Falta por hacer la historia de la postguerra. ¿Cuántos fueron fusilados después de la guerra? ¿Cuántos condenados? ¿Cuántos se exiliaron? ¿Cuántos murieron en las cárceles? ¿Cuántos perdieron su trabajo? ¿Cuántos perdieron sus bienes? ¿Cuántos vivieron escondidos?

La guerra duró tres terribles años. Pero la postguerra duró 40. Las víctimas somos todos, desde los hijos de la postguerra hasta los que ahora consideran que son "batallitas" del abuelo.

Cosas que ahora tenemos asumidas y son normales, entonces no lo eran. Estaban prohibidas huelgas y manifestaciones. Todos los españoles, por el hecho de serlo, eran católicos, apostólicos y romanos. Existía la ley de vagos y maleantes, más dura que el código penal, mediante la cual un homosexual, por el hecho de serlo, era encarcelado.

Por supuesto, ni existía el divorcio; el aborto era un crimen de lesa humanidad; cualquier anticonceptivo estaba prohibido; el adulterio era delito (ibas a la cárcel) ...

No existía ningún tipo de derecho político, todos los trabajadores estaban afiliados al mismo sindicato (el franquista). Para conseguir un pasaporte tenías que tener certificado de buena conducta. Las mujeres, además, tenían un requisito adicional: tenían que hacer el Servicio Social. La mayoría de edad era a los 21 años ... excepto para las mujeres.

Pero en este país durante muchos años se vivió en un régimen de racionamiento. Habia aduanas a la entrada de las ciudades y si se introducía alimento había que pagar tasas.

Muchas familias vivían de los paquetes que les mandaban desde el pueblo.

Millones de españoles dejaron el país no por razones políticas, lo dejaron por hambre.

El franquismo sumió a este país en la miseria, lo esclavizó.

Eso fue el franquismo. ¿Alguien, hoy día querría vivir en una sociedad así? Si alguien lo añora o justifica no merece ser calificado de humano.

Gregorio Luri dijo...

Yo, que no soy partidario en absoluto de mirar hacia atrás con ira, para -sobre todo- no creerme más listo que mis padres o mis abuelos, considero que la gran maldad del franquismo no fue ni el golpe de estado, ni la guerra civil, sino la crueldad de la postguerra. Esa crueldad nos ha marcado tanto que aún somos prisioneros del antifranquismo.

Anónimo dijo...

Lo único que tengo que añadir es que, lamentablemente, la ley relativa a la mamoria histórica que será llevada alparlamento con otro nombre y con otro contenido, no condenará ni anulará los juicios sumarísimos a los que os referís. ¿Mirar hacia atrás con ira? ¡Con lo que sea!, pero hay que mirar hacia atrás, y mirar bien, y abrir bien los ojos hacia todo lo acontecido; porque el hacerlo sin tapujos y con la verdad desnuda es la única forma de poder luego mirar hacia adelante, de no repetir el pasado, de recuperar la dignidad y el honor, de abrir vías sanas de reconciliación y concordia, y de construir una ciudadanía libre, solidaria y democrática, respetuosa de los derechos humanos, y tolerante.

Un cordialsaludo.

Hannah